Homenaje a Sabina en lo alto de Parquesol

M.B.
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Miguel Ángel y María Luisa Alonso Martín y Javier Martín Alonso nos abren las puertas del restaurante Mirador Cerezo, especializado en un menú diario de cocina tradicional

Miguel Ángel Alonso Martín, en la cocina del restaurante Mirador Cerezo. - Foto: Jonathan Tajes

En la zona más alta de Parquesol asoma la gastronomía de un cacereño de nacimiento, gerundense de inicios laborales, maño de crecimiento profesional y vallisoletano de consolidación, Miguel Ángel Alonso Martín. Desde 2008 comanda, junto a su hermana María Luisa y su sobrino Javier Martín Alonso, el restaurante Mirador Cerezo, que es todo un homenaje a la madre de los dos hermanos, Sabina Martín Cerezo. De hecho, la sección de las croquetas en la carta lleva el nombre de Sabina y en el del restaurante hay otro recuerdo hacia ella, como explica el propio Miguel Ángel: «Se llama así porque estamos en un mirador y por el segundo apellido de nuestra madre, para que no se perdiese».

Miguel Ángel salió de su Cáceres natal con 15 años. Uno de sus seis hermanos se encontraba en la Costa Brava y allí empezó a trabajar en el sector hostelero. Poco después, con otro hermano, decidió instalarse en Zaragoza, donde dio el paso definitivo hacia la cocina de la mano de Antonio Arto Diorrios y su Escuela de Hostelería –«con él aprendí mucho», reconoce– y donde llegó a tener ya un negocio propio. En 2007 decidió venirse a Valladolid, «porque mi familia estaba aquí», y, tras pasar por El Pozo de la Nieve en Tordesillas, se lanzó a por un local ubicado en la calle Hernando de Acuña, 59. Lo hizo junto a su hermana María Luisa, que estaba con Asunción en el restaurante Ali en Pajarillos, y su sobrino, Javier, que también venía del mundo de la hostelería.

«Abrimos en 2008 con la idea de dar tapas y carta, pero los clientes y la demanda nos fueron reconduciendo hacia un menú del día de cocina tradicional», reconoce Miguel Ángel mientras prepara junto a otra sobrina, Mari Paz, los platos de esa jornada. La suya arranca a la seis de la mañana y es a esa hora cuando decide cómo será la oferta de ese día. Siempre hay seis primeros y seis segundos, más postre y bebida, por 15 euros de lunes a viernes; y por 20 los sábados –los domingos cierran por descanso–. «Hacemos siempre un menú muy elaborado y el sábado se mejora un poco», añade.

Abren desde las siete de la mañana entre semana y a partir de las ocho los sábados, y cierran alrededor de las doce de la noche. En su menú hay platos fijos, como el cocido los martes, la paella los jueves y el arroz caldoso y el rabo de toro, los sábados. Este último plato es uno de los más demandados: «Es el que viene a probar toda la gente».

El menú lo prepara en función del mercado, aunque nunca falta la ensaladilla rusa entre los primeros; platos fríos en verano y de cuchara en invierno.

También cuenta con una carta no muy extensa, que suele cambiar todos los años. Y, por encargo, triunfa el arroz con bogavante o los garbanzos con bogavante o langosta, que se trajo de su estancia en Zaragoza. Uno de sus platos, el salteado de chipirones, le acompaña desde la etapa en Tordesillas, donde logró un premio al plato innovador.

Con una capacidad para unos cincuenta comensales en su comedor, también tiene unas seis mesas en la zona de barra, en las que también dan de comer, y una terraza en verano con quince mesas.

Su clientela es variopinta, desde los propios vecinos del barrio hasta trabajadores de oficinas cercanas. También, durante muchos años, recibieron la visita de directivos y jugadores del Real Valladolid por su cercanía al estadio y a la Residencia de Jugadores. Y nunca les faltan celebraciones, siempre sobre el medio centenar de personas, en bautizos o comuniones.

El restaurante Mirador Cerezo es, sobre todo, familia. Por sus clientes y por los propios dueños y trabajadores, con Miguel Ángel y su sobrina, Mari Paz, en cocina; con Javier en barra; con María Luisa; y con Lilian Altagracia, a la que consideran casi de la familia.