"Se van a vivir en Seminci momentos muy especiales y mágicos"

D.V.
-

El nuevo director del festival, José Luis Cienfuegos, tras cumplir sus primeros cien días en el cargo, confiesa estar "expectante" ante la reacción a su propuesta de un público "exigente y comprometido" como el de Valladolid

El director de la Seminci, José Luis Cienfuegos. - Foto: Rubén Cacho / ICAL

Ayer viernes José Luis Cienfuegos (Avilés, 1964) cumplió cien días como director de la Semana Internacional de Cine de Valladolid. En tiempo récord, ya tiene "prácticamente cerrada" la selección de las principales secciones del certamen, algo que a su juicio da buena idea de "las ganas que hay de venir a Seminci" por parte de los cineastas y distribuidores.

Tras su brillante trayectoria al frente de los festivales de Gijón (1995-2011) y Sevilla (2012-2022), el gestor asturiano desembarcó en Valladolid el pasado 3 de mayo dispuesto a dar un "nuevo impulso" al festival a partir de sus "sólidos cimientos", propiciando "un diálogo fluido entre el cine del pasado y del presente". De sus inicios y de los desafíos que le aguardan en esta nueva etapa a orillas del Pisuerga, del protagonismo que adquirirán el nuevo cine español, la no ficción, el patrimonio fílmico, la formación de nuevos públicos y la industria, habla en esta entrevista con Ical realizada por César Combarros, donde las palabras más repetidas a lo largo de la conversación son dos: servicio público.

Lleva toda la vida dedicado a la gestión cultural y a la programación de cine, desde que estudiaba en los Escolapios de Oviedo, sus años al frente del Aula de Cine de la Universidad o en la obra social de la Caja de Ahorros de Asturias. ¿Cómo arrancó su historia de amor con el cine?

Desde crío tuve la suerte de disfrutar de una educación familiar con una cierta cinefilia, fundamentalmente de cine clásico, que se complementaba con la oferta de la televisión pública y con las películas que cada fin de semana nos ponían en el colegio. Creo que mi generación está marcada por una manera diferente de ver el cine, donde se mezclaba el cine clásico con los 'spaghetti western', el cine de artes marciales y otros géneros, y eso nos ha dado una manera de programar absolutamente desprejuiciada y diferente de la de las generaciones anteriores. A eso se suma haber vivido de niño en un entorno culturalmente habitable, donde también entraba el cómic (tanto de superhéroes como Tintín o todo Bruguera), más las series de televisión y la música, y creo que todo ello marca una manera de entender la cultura y la programación.

A la hora de dar el salto a la universidad se decantó por estudiar Psicología. Entiendo que en ese momento aún no tenía decidido hacia dónde quería encaminar su futuro profesional. 

No, claro. En esos años coincidimos una serie de personas en torno al Aula de Cine que era un lujo de grupo. Procedíamos de diferentes facultades y cada uno teníamos nuestra propia manera de entender el cine: uno era más fordiano, otro era más godardiano... Fue una etapa absolutamente enriquecedora. En esos años me di cuenta de que mi sensibilidad artística como creador era cero, pero comencé a sentirme atraído por eso de combinar las películas, de trabajar diseñando una programación, intentando entender qué es lo que pide el público y lo que tú le puedes dar. Lo tuve claro desde muy pronto y comenzaron a surgir propuestas en ese sentido, hasta que decidí tirar por ese camino y dedicar el cien por cien de mi tiempo a esto.

¿Cómo se aprende a programar un festival de cine?

Es una profesión un poco extraña porque, además de vivir muy cerca del público y de los cineastas, tiene mucho de gestión cultural, entendida como un servicio público, y te obliga a revisar cada detalle del presupuesto con que cuentas, sea más pequeño o más grande. Además tienes que adaptar el lenguaje con el que te diriges al público, porque las generaciones van cambiando y sus referentes cinematográficos también. Recuerdo haber vivido casi un shock un año en Gijón, cuando estaba corrigiendo el programa de mano y comencé a tachar referentes del cine clásico, porque sentía que estábamos en un momento en que el público ya no necesitaba y no quería ese tipo de referentes, porque ya no le pertenecían. Eso también es muy bonito y es en cierto modo el reto, que a través de esos referentes el público entienda qué tipo de festival estás organizando.

El día de su presentación en Valladolid subrayó que fue aquí donde aprendió a programar. ¿Qué fue Seminci para usted en esos años?

Sobre todo un lugar de descubrimiento y de aprendizaje. También de conocimiento en cuanto a cómo trabajar con ciclos más o menos minoritarios y muy especializados, y tener a 50 o 60 personas en una sala viendo un documental de Joris Ivens mientras otras 700 llenaban el Calderón para ver una película de la Sección Oficial. En Valladolid aprendí cómo buscar esos equilibrios, y cómo la organización de un festival implica respetar la historia del cine y trabajar en la difusión de ese conocimiento. Tienes que saber que puedes aportar mucho a los espectadores pero también que a la vez tú aprendes de ellos. Y debes ser consciente de que un festival brinda un servicio público donde las proyecciones hay que cuidarlas por respeto a los cineastas y a los espectadores. Todo eso yo creo que lo he aprendido aquí, en la Seminci de Valladolid.

¿Cómo han cambiado los festivales de cine desde sus inicios hasta hoy?

Hay bastantes diferencias, está claro. Ahora mismo los festivales ya no pueden estar vivos únicamente en los días de duración del evento, y tenemos que estar muy cerca de los proyectos que están en fase de rodaje, de pre o post-producción. La relación con los agentes de ventas internacionales y con los distribuidores españoles también ha cambiado bastante. Hubo un momento de saturación de demanda, porque había demasiados festivales en España, y llegamos a ser un verdadero quemadero de cabeza para los distribuidores españoles. Ahora, sin embargo, percibo que sienten que estamos todos en el mismo barco, que formamos parte de un mismo equipo y que sabemos que nos necesitamos.

Y en cuanto a las funciones que deben desarrollar, ¿cómo han evolucionado?

En todos los ámbitos. Ahora mismo el espectro que cubre un festival de cine es amplísimo. Los festivales tienen un departamento de industria que cada vez va adquiriendo más importancia, sobre todo con ayudas a proyectos o laboratorios de creación. También han ganado protagonismo los departamentos de educación, de creación de nuevos públicos y fidelización. Y luego es clave ser útil para las películas de cara a su estreno en las salas comerciales y su circulación, ya no solo en el propio festival y en España sino también fuera. En ese sentido es fundamental el trabajo en red con otros festivales internacionales y con programadores de todo el mundo.

¿Qué le empujó a abrir una nueva etapa profesional en Valladolid?

Tras once intensos y enriquecedores años en Sevilla creo que se había cubierto una etapa en la cual se logró alcanzar un cierto nivel de reconocimiento del festival a nivel internacional. Decidí renunciar a seguir al frente del Festival de Sevilla y tomar el riesgo de presentarme a la dirección de Seminci, que cuenta con una clara estructura administrativa y un equipo estable. También recorrer nuevos caminos con un equipo de programación y coordinación potentísimo, espectacular, formado por las personas que ya estaban y las recién incorporadas, poniendo en práctica otra manera de presentar y defender el festival, cercana y accesible. 

¿Qué momento cree que viven los festivales de cine en España?

No solo en España, sino a nivel europeo, detecto cierta proliferación de festivales no comisariados. Es una tendencia peligrosa porque eso conduce a que nos encontremos con citas que surgen como clones, donde se programan las mismas películas. Para mí el núcleo de un festival tiene que ser la programación y eso vamos a intentar también trasmitir nosotros este año en Seminci. Queremos ser coherentes con la especialización de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, que es el cine de autor, y desde las primeras charlas con el equipo somos conscientes de que hay que mimar cada proyección en el festival, sea la primera o la tercera exhibición pública de esa película, y de que hay que cuidar al público, a los cineastas y el propio entorno del festival. Eso implica estudiar a fondo cómo se combinan las películas al diseñar la programación. Es un puzle muy complejo pero forma parte de nuestro trabajo.

En los festivales de Gijón y Sevilla dejó muy marcada su impronta personal. A Valladolid ha llegado cuando apenas restaban cinco meses para el inicio de la próxima edición. ¿Se podrá ver ya este año su sello?

Los cambios irán llegando paulatinamente, como ocurrió en Sevilla. En Valladolid serán más notorios a partir de la edición de 2024, pero ya se van a notar en el tipo de películas que presentaremos este año porque hay muchas maneras de cambiar desde dentro un festival. Tiempo de Historia, por ejemplo, se define en el propio reglamento como una sección de documentales, que para mí es un término obsoleto, y este año ese apartado se ha inclinado de manera absolutamente clara y decidida hacia el ámbito de la no ficción.

Además de la no ficción, ¿qué otras claves marcarán la programación?

Como se va a comprobar en los próximos días, también tendrá especial relevancia el nuevo cine español, porque creemos que Seminci es el lugar natural para acogerlo. Estamos convencido de que los propios cineastas se van a encontrar a gusto en un festival como este, que además es sorprendentemente desconocido para esa nueva generación de creadores. Va a ser precioso contemplar el primer contacto de cineastas españoles reconocidos internacionalmente con la Sección Oficial de Valladolid en el Teatro Calderón. Yo creo que este año se van a vivir momentos muy especiales, mágicos, que serán emocionantes. Estamos expectantes ante la reacción del público, que sabemos que es exigente y comprometido. Estoy seguro de que aprenderemos mucho en esta primera edición.

¿El grueso de la programación ya está definido?

A estas alturas la Sección Oficial, Punto de Encuentro y Tiempo de Historia ya están prácticamente cerradas, lo cual es una muy buena señal y habla bien de la implicación de la industria y de los distribuidores, y de las ganas que hay de venir a Seminci. Para mí, como director del festival, eso es particularmente emocionante e implica una responsabilidad. Espero poder transmitir esa misma emoción a los espectadores y que se sientan orgullosos de poder ver en Valladolid el cine de autor o el cine independiente (llámalo como quieras) más interesante que se está haciendo. Además va a ser un privilegio ver ese encuentro entre los cineastas que están marcando el futuro del cine de calidad y esos grandes nombres de directores de Seminci de toda la vida. Sobre estos últimos al principio tenía dudas sobre si tenían que estar en esta edición o no, porque podría sonar a fórmula repetida, pero estoy convencido de que sí tienen que estar. Ese encuentro intergeneracional va a ser lo bonito este año en la programación del festival. Además, muchos de los cineastas que hasta el momento no habían participado en Valladolid llegan con muchas expectativas, porque saben que este es un festival que tiene mucha historia y que va a vivir una nueva etapa, y quieren apoyar a esta nueva Seminci.

En su trayectoria siempre ha apostado por las vanguardias, pero sin levantar la vista del retrovisor para saber de dónde venimos y cómo hemos llegado aquí.

El patrimonio cinematográfico va a ocupar un lugar importante en la estructura de programación del festival desde esta misma edición. El patrimonio, el conocimiento y la reescritura de la historia del cine tienen que tener su lugar en Seminci, y queremos poner en valor el archivo del festival. Además, si podemos también reivindicaremos el espectacular archivo municipal, que es envidiable.

¿Cuál es el principal reto que se ha marcado en su proyecto?

Uno de los objetivos fijados, en cuanto a los espectadores, es que la asistencia a las secciones sea equilibrada y que no sea solo la Oficial la que agote las entradas. Hemos montado un festival con muchos asideros para el público, en el cual se van a contar muchas historias y se van a contar de una manera diferente. Nuestro trabajo va a ser hacer atractivos al público otros apartados.

Recientemente se anunció que Valladolid acogerá, del 25 al 28 de octubre, el Laboratorio de Innovación y Desarrollo de Audiencias promovido por la red de exhibidores Europa Cinemas. ¿Es un primer paso para potenciar la internacionalización del festival?

Sí, porque esa internacionalización no quiere decir que se vaya a dejar de programar cine español. Seminci puede ser y será un lugar donde se presenten por primera vez algunas de esas películas del cine español que luego emprenderán su recorrido por otros festivales internacionales, y la conexión con programadores de otros festivales internacionales será muy útil también para los cineastas que presenten sus películas por primera vez aquí. Ya estamos en contacto y en tratos con relevantes instituciones europeas en ese sentido.

Por otra parte, esta misma semana se ha confirmado que Seminci acogerá el Merci, Mercado del Cine Independiente, que hasta el pasado año se celebraba en Sevilla. ¿Qué objetivos se marca en ese sentido?

Se trata de complementar y potenciar el trabajo que se realiza en Valladolid desde 2017 con el Foro de Distribución, trabajando directamente con aquellos que mantienen el contacto día a día con el público, que son los exhibidores. Durante tres días habrá un mercado para profesionales, que van a poder ver las películas que se van a estrenar en los próximos 6, 7 u 8 meses en las salas comerciales de nuestro país. Es un sector muy frágil, porque el tipo de películas que se presentan en Seminci son distribuidas por empresas independientes que necesitan una manera diferente de trabajar y de llegar al público.

Ha comentado que confía en poder recuperar, a partir de 2024, una jornada más para el festival que se perdió en 2010 en plena crisis económica. ¿Qué le daría a Seminci contar con un día más de proyecciones?

Este año vamos a exprimir al máximo cada jornada y ya tenemos previstas actividades previas a la inauguración oficial. Lo haremos porque es necesario. El festival tiene que respirar y necesitamos días suficientes para poder jugar con la programación y establecer diálogos entre los propios cineastas.