En Accem están acostumbrados a trabajar con migrantes de todas las nacionalidades, pero en los últimos años han tenido que gestionar llegadas masivas. Primero fue la de los ucranianos y ahora ha sido el traslado de más de 200 africanos desde Canarias.
¿Qué diferencias existen ahora con respecto a la situación que se vivió con los ucranianos?
Al final es una situación de emergencia en la que trabajamos con inmigrantes o refugiados solicitantes de protección internacional. La atención no cambia demasiado. Siempre damos la misma, en base a un protocolo que ya tenemos muy establecido. El país de origen no nos marca diferencias, pero sí que es verdad que la situación legal de las personas puede variar. Los ucranianos venían con un permiso de la Unión Europea (UE) de protección temporal. Y esta no es la situación en la que se encuentran los migrantes que han llegado a Canarias.
Esa diferencia es vital porque evita, por ejemplo, la alarma social.
Sí, claro. Con estas personas lo que intentamos es darles una atención individualizada, ver sus necesidades y sus vulnerabilidades para fijar el plan de intervención. Su objetivo vital es irse a otros sitios donde tienen ya contactos o familiares que les puedan dar esa acogida. Una aspiración que no es distinta a la que tenían los ucranianos, aunque a ellos se les facilitó ese tránsito a la UE, lo que derivó en que se reubicaran donde mejor les encajaba.
¿Cuánto tiempo pueden estar aquí los acogidos en Medina?
Ahora estamos en un punto previo de detectar vulnerabilidades. Ese estudio marcará los pasos a seguir. Estamos intentando contactar con las redes de apoyo que puedan tener para facilitarles que sigan su itinerario. También hay muchos que han tenido que venir por una situación de persecución o de problemas en su país de origen. En ese caso estamos iniciando los trámites para una solicitud de protección internacional.
¿Cuántas personas la han pedido?
Llevamos una semana trabajando estrechamente con la Policía para ir derivándoles los que nos han manifestado su voluntad de pedirla y ya son en torno a unas 140-150. Pero todavía estamos haciendo entrevistas individuales para saber cuál es su plan o si realmente pueden ser susceptibles de ser protegidos.
¿Esa protección qué efectos tiene?
Ellos deben manifestar su voluntad de pedirla. Una vez solicitada, a efectos legales, ya tendrían garantizados los derechos que lleva aparejada. El fundamental es la no devolución y que puedan estar aquí mientras se va estudiando su petición.
Traducido, ¿dejan de tener la coletilla de ilegales?
Sí, traducido a lenguaje de calle, sí. Pasarían a ser solicitantes de protección internacional, aunque ese trámite lleve unos tiempos.
¿Estas llegadas masivas son fruto de dramas humanos?
Sí, la mayoría son originarias de Senegal, Malí y Gambia. Malí lleva muchos años con un conflicto armado y Senegal padece una situación de inestabilidad política, económica y social muy grande. Hay que conocer bien cuál es la situación concreta para saber el motivo que les empujó a tener que salir de su país.
¿Eso evitaría la alarma social?
Esa alarma se genera por desconocimiento. Invitamos a conocer a estas personas y el trabajo que hacemos desde las entidades. Hay que recordar que se han tenido que jugar la vida para llegar a Europa. Estamos hablando de un número muy grande de personas, pero que es asumible por el Estado y por las instituciones que trabajan con ellos.
Una vez que tienen esa protección, ¿Valladolid puede asumir ese cupo cuando acceder al sistema normal?
El sistema de acogida de protección internacional es de carácter estatal. Hay unas plazas disponibles, algunas en Valladolid, pero están repartidas por todo el país. Es el Ministerio de Inclusión el que las asigna dependiendo de la disponibilidad.
¿Se tensa mucho el sistema?
La prueba más palpable de que no es que cuando hay voluntad por parte de todas las instituciones se puede, que fue lo que pasó con la llegada masiva de ucranianos. Pudieron estar muchos meses hasta que han conseguido estabilizarse. Esta situación no tiene por qué ser distinta.
¿Se han quedado muchos aquí?
Hay muchas familias que han echado raíces y ya tienen una situación normalizada. Hablo de Ucrania, pero también de otras muchas nacionalidades.
¿Alguno de los recién llegados quiere quedarse en Valladolid?
Sí, hay algunos que sí. El perfil generalizado es de un agradecimiento enorme. Están muy contentos de esta acogida en Valladolid. Lo que quieren es simplemente trabajar, estudiar y llevar una vida lo más normal posible.
¿Cuál es el perfil?
Son chicos de entre 18 y 25 años.
¿Eso facilita su integración?
Ahora estamos en una fase previa de ver qué quieren hacer o dónde quieren estar. La idea es que, poco a poco, puedan ir llevando una vida muy normalizada, que puedan estudiar y formarse para poder de esta manera trabajar.
¿Recibieron atención médica? ¿Tienen muchas carencias de salud?
Cuando salieron de Canarias ya venían con un triaje hecho. Ha habido cierta alarma con que se iban a propagar enfermedades, pero hay que lanzar un mensaje de calma y de tranquilidad: nadie sale de Canarias sin haber pasado un triaje médico. Y aun así, la Gerencia de Sanidad de la Junta ha puesto todas las facilidades para volver a pasar otro control. Todos reciben esa asistencia primaria. Realmente, la coordinación entre las distintas instituciones ha sido y está siendo muy buena.
¿Y reciben clases de español?
El objetivo es que las reciban pronto porque es muy importante para su integración. Pero estamos en un momento muy inicial.
¿Tienen algún tipo de restricción de movimientos?
Tienen libertad de movimiento desde el primer momento porque no han cometido ningún delito. Están acogidos, pero pueden irse con familiares o sus redes de apoyo, y no habría ningún problema.
¿Han tenido algún incidente racista o xenófobo?
Ellos están, por suerte, muy al margen de cualquier tipo de ruido ellos. Se encuentran muy agradecidos por la acogida y por poder empezar con su nueva vida en Europa.