Un lugar de acogida para cumplir el sueño de una vida mejor

Óscar Fraile
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El municipio de Pollos ha quintuplicado su población inmigrante en el último lustro hasta llegar a 51 de los 601 vecinos. Todos trabajan en la ganadería y la convivencia es «excelente»

Mohammed Ouali reside en Pollos desde 2011 y allí ha tenido a sus tres hijos. - Foto: Jonathan Tajes

Hay muchos ejemplos de pueblos  de Valladolid en los que la población inmigrante se ha disparado en los últimos años. Pero uno de los más representativos es Pollos, donde el volumen de foráneos se ha quintuplicado en el último lustro. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2015 estaban censadas once personas nacidas en otros países, y el año pasado esa cifra ya había ascendido a 51. Casi todos ellos son marroquíes y se dedican a la ganadería, aunque también hay vecinos naturales de Argentina y Rumanía.

La convivencia en el pueblo es excelente. Hay algunos que comparten más sus horas con la población autóctona y otros son más discretos, pero la vida transcurre sin ningún incidente en este tranquilo pueblo situado a 46 kilómetros de la capital.

La aportación de estos nuevos vecinos-aunque alguno de ellos ya lleva más de una década allí- es innegable. El propio alcalde, Javier García, reconoce que están realizando trabajos que buena parte de los autóctonos no quiere hacer. «La ganadería es muy dura, hay que trabajar de lunes a domingo, incluidos festivos, y hay pocos españoles que quieran hacerlo», dice. Pero no solo eso. Hay otro dato revelador. Al colegio de Pollos solo van ocho niños, lejos de los 20 que eran hace cinco años. Pues bien, cuatro de ellos son de familias con origen marroquí, aunque hayan nacido en el pueblo.

Said Chaid trabaja en una explotación ganadera de vacas.Said Chaid trabaja en una explotación ganadera de vacas. - Foto: Jonathan TajesGarcía reconoce que la mayoría de extranjeros han llegado en los últimos tres años. «Somos un pueblo ganadero, con bastantes explotaciones y todos trabajan en eso, sobre todo con ovejas y vacas», señala. El censo lo ha notado con un pequeño incremento, de modo que los inmigrantes ya representan casi el diez por ciento de la población total del pueblo, que a 1 de enero de 2020 era de 601 personas, lejos de las 853 que eran hace 25 años.

Una de estas personas es Mohammed Ouali, de 38 años. De los 16 que lleva en España, nueve, «los mejores», los ha pasado en Pollos cuidando de sus ovejas y formando una nueva familia, puesto que sus tres hijos han nacido aquí. Tan integrado está que ya ha conseguido la doble nacionalidad.

A pesar de tener formación en Biología en su país natal, su padre no pudo mantener el coste de los estudios universitarios, así que tuvo que dejarlo y ponerse a trabajar. Primero lo hizo en la construcción, hasta que pudo trasladarse a España gracias a un puesto de trabajo que le facilitó su hermano mayor, residente en Villarreal. «Me considero un afortunado porque no he pasado ni un día sin papeles en España», señala. Allí estuvo seis años, hasta que vino a Valladolid. Después de un año y medio a caballo entre Tordesillas y Medina del Campo, se asentó en Pollos, donde trabaja en una explotación ganadera de ovejas. Nada nuevo para él, porque su padre en Marruecos ya cuidaba de animales y él sabe cómo es este trabajo.

Solo tiene buenas palabras para los vecinos de este pueblo. «Son de lo mejor», dice. Su buena castellano, labrado a base de esfuerzo y estudio en Villarreal, facilitó las cosas. Además, en Pollos ha encontrado la vida rural que buscaba. «Yo me ahogo en la ciudad, aquí salgo del trabajo, voy con mis hijos al río, a dar una vuelta, se caen, se ensucian... pero es la vida que yo quiero», sostiene. Da igual que se queje de los inviernos tan duros de Valladolid. Mohammed cree haber encontrado su sitio y quiere permanecer en el pueblo muchos años.

Se trata de una historia muy similar a la de Said Chahid, que trabaja al otro lado del pueblo en una explotación ganadera de vacas. Todos los días se levanta a las 7.30 horas para atender a los animales, limpiar y ordeñar. «Vine a España para buscar una vida mejor, porque en Marruecos trabajaba mucho y ganaba muy poco», asegura. También vino con experiencia, porque en su país natal ayudaba a su padre con el ganado. 

Como en el caso de Mohammed, Said y su esposa ya han tenido un hijo vallisoletano y todos están perfectamente integrados en Pollos. «Aquí hay muy buena gente y nos tratan bien, son con familia; si no fuera así, no nos habríamos quedado, además, hay mucha tranquilidad», dice.

Los vecinos, contentos. Cándido Aguado, vecino de la localidad, confirma las buenas relaciones entre autóctonos y foráneos. «Conozco prácticamente a todos, aunque a algunos de vista, pero tengo buena relación y nunca han dado ni un solo problema», dice. «Son muy buena gente», añade otro vecino desde la distancia. Es más, Cándido reconoce que le gustaría que algunos de los que son más reservados se abrieran y compartieran más tiempo con ellos. Este vecino en particular, y Pollos en general, ha tendido la mano a unos nuevos vecinos que han respondido con trabajo, compromiso y amor a un pueblo que ya consideran el suyo.