Pablo Álvarez

ZARANDAJAS

Pablo Álvarez

Periodista


Talanqueras

06/08/2021

Las talanqueras pueden ser más que ningún otro el elemento más identificado con las fiestas de los pueblos. Su colocación, unas semanas antes de dar comienzo los festejos, nos indicaba la proximidad de estas fechas tan especiales en nuestras localidades. «¡Ya han colocado las talanqueras!». Una frase que resonaba con emoción del primer amigo que las veía y lo comentaba en la piscina y nos hacía a todos ponernos las pilas: había que terminar de hacer la peña, comprar la bebida, tener listos los pantalones blancos y el pañuelo rojo. En aquella época, daba la sensación de que no podríamos hacerlo todo antes de que sonara el primer cohete.
Un año más, este maldito bicho nos hurtará de nuestras fiestas. Las de mis pueblos (en lo que a fiestas se refiere siempre he creído en la plurinacionalidad) y las de otros muchos que celebran sus fastos en estas fechas veraniegas. Es loable la intención de muchos ayuntamientos de tratar de organizar actividades culturales y de ocio que sean necesarios pues los artistas también tienen que comer, bajo todas las medidas de seguridad que requiere la actual situación, pero que no lo llamen fiestas. Eso son otra cosa.
Como dice Leo Harlem en su mítico monólogo, las fiestas se sufren, no se disfrutan. Son días de excesos, que se viven al 150 por ciento. Son diversión sin freno de mano. Son la celebración de la vida en su más amplio sentido. Son fechas para el reencuentro. Son días de besos con lengua y abrazos que te parten la espalda. La noche se junta con el día y el mañaneo es el culmen de la celebración. Son días de carcajadas y de recuerdos por los que ya no están. Y lo que pasa en las peñas, queda en las peñas.
No hay más horario que el que marcan los encierros. Te gusten o no los toros. Si eres de los primeros, para coger tu sitio en la talanquera de toda la vida. Si pasas de ellos, para esperar a que suene el cohete que te de la tranquilidad de andar por donde quieras sin toparte con un morlaco.
Obviamente, todo esto es completamente inviable en una situación como la actual. Fiestas de pueblo y distancia social son antagónicos, por muchos carteles y anuncios en redes sociales que pongamos. Este bicho da cornadas a diestro y siniestro y mata sin compasión. Todos querríamos tener la pandemia olvidada en lo más hondo de nuestra memoria, pero sigue ahí. Así que, un año más dejaremos guardado el pañuelo rojo en el cajón y, en estos días de fiesta que se avecinan, la mascarilla seguirá siendo el mejor uniforme de peña. Y cuando volvamos a oír: «¡Ya han colocado las talanqueras!», sintamos la misma emoción que cuando éramos críos. Felices fiestas.