"Prefería haber muerto yo"

L. O. (SPC)
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El maquinista del tren siniestrado, Francisco José Garzón, sigue pidiendo perdón por la tragedia, pero señala a otros culpables

"Prefería haber muerto yo" - Foto: © Oscar Corral / Reuters

Siete años después del accidente las víctimas siguen pidiendo justicia, al considerar que nadie ha asumido la culpabilidad, ni civil, ni penal ni política, de aquella tragedia. De hecho, la causa ni siquiera ha llegado al banquillo ya que la instrucción se volvió a abrir a finales de 2019 -cuando estaba previsto fijar la fecha de inicio del juicio- por la declaración de cuatro nuevos testigos. Uno de los cuales, trabajador de la empresa Talgo en el momento del suceso, reveló que los directivos le mandaron borrar pruebas de las averías del tren que descarriló en Angrois. Eso sí, de momento, solo hay dos personas imputadas  por 80 delitos de homicidio y 144 de lesiones por imprudencia grave profesional: el entonces director de Seguridad en la Circulación de Adif, Andrés Cortabitarte; y el maquinista del ferrocarril, Francisco José Garzón Amo.

La cara ensangrentada de este último, con los vagones destrozados a su espalda, se convirtió en una de las imágenes más icónicas de aquella aciaga jornada. En los primeros momentos, incluso, se le confundió con uno de los heridos que abandonaba la zona acompañado por un policía. Hasta que, poco después, se reveló que era quien conducía el convoy que acabó descarrilando en Angrois, un lugar por el que había pasado en unas 60 ocasiones antes que el día de la tragedia que marcó su vida para siempre.

«Sonó el móvil, bajé la mirada, lo cogí y cuando volví a mirar había pasado mi punto de referencia para frenar. Fueron cinco segundos, pero suficientes para despistarme. Cuando vi la curva tiré de todos los frenos, incluido el de emergencia, pero ya lo vi todo negro», recordó el trabajador, natural de Monforte de Lemos (Lugo), una cantera tradicional de ferroviarios. De hecho, su propio padre lo era y él heredó la pasión por los trenes, hasta tal punto que comenzó como peón suministrando combustible a máquinas de gasoil a comienzo de los 80. De ahí pasó a ser ayudante de maquinista hasta que, dos décadas más tarde de su ingreso en Renfe, comenzó a conducir los ferrocarriles. Hasta aquel maldito 24 de julio de 2013.

«Preferiría haber muerto yo si con eso se hubiera evitado la muerte de uno solo de los pasajeros», declaró entre lágrimas en la Comisión de Investigación del Congreso de los Diputados donde, por enésima vez, volvió a pedir perdón a los heridos y a los familiares de los fallecidos. Sin embargo, a pesar de asumir su parte de responsabilidad en el accidente -«Si tengo que pagar con la cárcel, pagaré», apuntó-, siempre ha defendido que aquel fue un accidente «anunciado», porque parte de la seguridad de la línea y, en concreto, de la «peligrosa» curva de Angrois quedaba solo «en manos del maquinista». «Antes que yo fallaron más», repitió como un mantra tanto en la Cámara Baja como en la única entrevista televisiva que ha concedido en estos años. Una entrevista en la que lloró al recordar su detención en el hospital, en presencia de su madre y de su familia, y cuando tenía «un neumotórax y las costillas rotas». «Buscaban un culpable para que no se investigase más», subrayó.

A la espera de juicio, Garzón ha vuelto a trabajar, después de más de dos años de baja. Lo hace entre trenes, claro, pero como mecánico de Renfe en La Coruña, donde vive con su nonagenaria madre. Aunque, según cuentan sus vecinos, su sueño es volver a los mandos de un convoy.