«Cuando llegó el covid busqué estancias más largas»

Óscar Fraile
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Los propietario de viviendas reconocen que ampliar el periodo de alquiler ha sido una herramienta frente a la falta de turistas con visitas fugaces

Juan José Lapeña. - Foto: Jonathan Tajes

Juan José Lapeña es un arquitecto al que la crisis inmobiliaria que vivió España hace años le pilló de lleno. En ese momento decidió dar un vuelco a su vida y convertirse en un empresario del sector del alquiler de viviendas. Actualmente tiene tres en el mercado, todas con alquileres por habitaciones con espacios compartidos. De hecho, él vive en una de ellas.

Para evitar que otra crisis, esta vez la sanitaria, le volviera a poner en una situación precaria, Juan José reaccionó rápido y decidió cambiar los alquileres vacacionales de corta estancia por otros con más duración, aunque nunca con contratos de más de seis meses. «Cuando llegó la covid, hace trece meses, taché todos los calendarios ante tanta incertidumbre, y fui tratando de buscar estancias más largas, aunque nunca hago contratos de más de seis meses porque no me gusta tener gente fija… me gusta sentir que los pisos son míos», señala.

Para contratos de seis meses tiene demanda de perfiles como trabajadores temporales y estudiantes del programa Erasmus. También de inmigrantes ayudados por asociaciones como Accem y Cruz Roja. Según este empresario, en las estancias medias hay una «alta demanda» y la mayor caída, opina, se ha producido en los barrios periféricos.

Una de las claves para mantener su actividad (tiene los alquileres de larga estancia completos) es mantener una política de precios bajos. No los ha reducido en esta crisis, pero es que lleva una década con los mismos. «Ofrezco una opción low cost por tener tres pisos dedicados al alquiler», señala.

Una situación muy similar a la que vivieron los hermanos Gustavo y Diego, también propietarios de tres apartamentos en el mercado de alquiler. «El año pasado, en cuanto nos confinaron, cancelaron todas las reservas», explica Gustavo. La consecuencia fue que pusieron sus tres apartamentos en alquiler de larga duración y actualmente dos de ellos siguen así. Y la idea es que este año otro de los dos pase a alquiler vacacional en la plataforma Airbnb. Para él, la experiencia con los alquileres de larga duración ha sido muy buena. «He tenido enfermeras durante el confinamiento, y ahora unos médicos, así que fenomenal», añade. Aunque reconoce que los vacacionales tienen otras ventajas. La primera, que se gana más, «aunque son más esclavos». «Pero para mí lo más importante es que tienes el apartamento a tu disposición en cualquier momento; con la larga duración, si el inquilino no te sale bien, todo son problemas», señala. El ático que tiene ahora en el mercado para ocupaciones cortas les ha dado buen rendimiento, pese a la pandemia. «Desde noviembre hasta ahora lo tengo de nuevo en Airbnb, con meses buenos, con la misma facturación que el año pasado, porque hemos tenido suerte y teníamos clientela fija entre semana; y otros meses flojos, sin clientela entre semana y con el cierre perimetral, bajamos entre un 30 y un 40 por ciento la facturación», señala.

Helena García ofrece habitaciones junto a la plaza de la Universidad y reconoce que durante la primera fase de la pandemia estuvo «cuatro meses parada». «Después solo he estado recibiendo gente que venía a la ciudad por motivos laborales o de estudios», añade. El precio lo tiene «más bajo que nunca» para así poder «ir recuperando ingresos», consciente de que la situación económica «está peor que antes». «De momento no tengo intención de alquilar por larga duración, aunque sí que he aceptado personas por un periodo más largo al que estaba acostumbrada».

Luis Alberto tiene otra vivienda entre el paseo de Zorrilla y el polideportivo Pisuerga en la que ofrece habitaciones de alquiler. En su caso, la pandemia casi ha pasado desapercibida. « Sinceramente, no he parado, no he bajado el precio y siempre he tenido la opción el alquiler de larga duración», concluye.