El 'violador del ascensor' las lavaba antes de liberarlas

A. G. Mozo
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Gallego trataba de evitar dejar restos biológicos en el cuerpo de las dos chicas a las que raptó en Madrid, junto al Hospital de La Paz, y violó en su piso de Segovia. Ha ingresado en prisión acusado de once delitos

La Policía lleva detenido el 'violador del ascensor'. - Foto: Policía Nacional

La macabra y repugnante historia de Pedro Luis Gallego Fernández parece reescribirse en los veranos. Como aquel de 1979, con 21 años, cuando ingresó por primera vez en prisión por una agresión sexual. O aquel de 1992 en el que acuchilló hasta la muerte a Leticia Lebrato en un pinar cercano a Viana de Cega porque no se dejó violar. O el de este 2017, cuando una veintena de agentes de la Policía le apresaron al salir de su piso de Segovia junto a su pareja, acusado del secuestro y violación de, al menos, dos chicas madrileñas; dos más en su funesta lista de víctimas.

Dicen que ahora, camino de los 60 años, había cambiado. Después de media vida entre rejas por dos asesinatos (unos meses antes del crimen de Lebrato, acuchilló en Burgos a la joven Marta Obregón) y 18 agresiones sexuales, el ‘violador del ascensor’ habría aprovechado su salida de la cárcel, en el mes de noviembre de 2013, para cambiar. Gallego seguía siendo el mismo depredador sexual que sembró el pánico en los portales de Valladolid en los años 80 (dicen que violó a más de 50, pero que muchas retiraron la denuncia por miedo), pero ahora había cambiado. Para mal.

Con los años, este criminal en serie se había vuelto mucho más prudente. Ya no actuaba guiado por un impulso, siguiendo a una chica hasta su portal y huyendo dejando tras de sí el llanto y una ristra de amenazas de muerte. Ahora se preocupaba mucho más de que ninguna le reconociese, de que nadie le viese raptándolas, de que no se encontrase ninguna prueba de que las había violado, para lo cual llegó a lavar a las dos chicas madrileñas a las que raptó y violó en los últimos meses, en un efecto imitación de otros casos de violadores en serie.

EN LIBERTAD DESDE 2013

Pero como a ellos, le ha dado igual. El miércoles fue detenido después de apenas seis meses de investigación y el viernes ingresó ya en la cárcel de Segovia. Gallego vuelve a vivir en una celda solo tres años, siete meses y dos días después de que se aprovechase de la ‘doctrina Parot’ (que defendía que las redenciones de condena deben aplicarse sobre toda la pena y no sobre el límite máximo de cumplimiento, que en España eran 30 años) para salir nueve años antes de la cuenta, para dejar en 21 los inmensos 273 años de condenas que llegó a acumular entre 1976 y 1992, entre los 18 y los 34 años. El titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción 5 de Segovia decretó el viernes al mediodía su ingreso en prisión sin fianza, acusado de once delitos: dos continuados de violación, dos de detención ilegal, tres de robo con violencia e intimidación y dos de lesiones, además de dos de detención ilegal en grado de tentativa.

La Policía no descarta, por otra parte, que puedan aparecer nuevas víctimas ahora que se ha dado a conocer el arresto. Lo que sí está claro es que Pedro Luis Gallego es el presunto autor de los cuatro casos que le han devuelto a prisión, tal como explicó el viernes el jefe superior de Policía Nacional de Madrid, Alfonso Fernández Díaz, quien llegó a decir que era un «monstruo».

Todo empezó en diciembre de 2016. Fracasó en su primer intento, pero volvió a actuar en febrero, esta vez con éxito. Una joven de unos 20 años fue abordada por detrás cerca del conocido como el aparcamiento de La Paz, una explanada situada junto al hospital madrileño. A última hora de la noche, con el rostro cubierto y armado con una pistola real, la misma que le intervino la Policía en el registro de su casa. La amordazó, maniató y cubrió los ojos con un antifaz (en Madrid se le conoció estos meses como el ‘violador del antifaz’ o el ‘violador de La Paz’), y la metió al maletero de su coche. Una hora después, ya estaba en el garaje del número 16 de la calle Dámaso Alonso, a las afueras de Segovia, para completar su tétrico plan.

LA IMPORTANCIA DEL ADN

Una vez dentro de la casa, Pedro Luis Gallego volvió a sentirse violador. Sometió a la joven varias veces -de ahí que se le acuse de un delito continuado de agresión- y, antes de liberarla en la misma zona de Madrid en la que la secuestró, se afanó en que no quedase ningún resto de ADN en el cuerpo de la chica que le pudiese incriminar. Un proceso que repitió al dedillo meses después con otra joven de 17 años y que hubiera reeditado con las dos veinteañeras (la de diciembre y otra dos semana antes de su último ataque, pero que también logró escapar) a las que no consiguió raptar. El cambio de modus operandi del ‘violador del ascensor’ le llevó a someter a sus dos víctimas a esos concienzudos lavados antes de que las liberase, tal como desvelaron fuentes judiciales a este periódico.

Quizás no contaba con que, si era detenido, la Policía no solo iba a buscar sus muestras de ADN en el cuerpo de las dos víctimas, sino también, restos biológicos de las chicas en la vivienda en que se produjeron los hechos, así como que concordase la descripción que habían hecho del piso con lo que se encontraron los agentes. Tal y como detallaron estas fuentes, la Policía Científica sí logró aislar «varias muestras» de ADN en esa vivienda, así como huellas.

Y EN EL COCHE

En ese mismo sentido, la Policía Científica está también analizando el coche de Gallego centímetro a centímetro en busca de restos biológicos de las chicas secuestradas y violadas.

A esas posibles pruebas se unen las vigilancias efectuadas durante estas últimas semanas a Gallego, así como la triangulación de su teléfono móvil que, en efecto, situaría al ‘violador del ascensor’ en la zona de los ataques los días de los hechos. Su reaparición no ha hecho otra cosa que dar la razón a todos los que alertaban en 2013 de que no estaba rehabilitado, y, además, ha servido para poner de acuerdo a todos sobre su peligrosidad y su nula capacidad de reinserción. Así, asociaciones de víctimas como la de ‘Clara Campoamor’ (ejerció la acusación en su momento) y ministros como el de Interior o Justicia no han dudado en situar a Gallego como candidato idóneo para que se le aplique la prisión permanente revisable.