Del aislamiento a la calma en diez kilómetros

R.G.R
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Mientras Torrelobatón sufre uno de los peores brotes de esta segunda oleada, Castrodeza, el pueblo más cercano, no ha registrado ningún caso desde el comienzo de la pandemia. Muchas localidades de las más pequeñas se mantienen limpias desde marzo

Las calles de Torrelobatón permanecen vacías por el brote. - Foto: José Carlos Castillo

Los vecinos de Torrelobatón están pasando por un momento muy complicado. Están viendo cómo su municipio pasa por el peor brote de esta segunda oleada, con 42 positivos detectados por prueba PCR. Todo ha ocurrido muy deprisa, como relatan algunos vecinos, pero la respuesta está siendo firme y contundente por parte de todos se han impuesto un autoconfinamiento y la imagen que ha dejado el municipio durante esta semana ha sido de calles vacías y negocios cerrados. Nadie anda por las calles y son pocos los coches que transitan. El miedo se ha apoderado de los más de 400 habitantes que conviven en el pueblo y la desolación ha calado hondo.    
La alcaldesa, Natividad Casares, tiene claro que la situación es muy complicada y no se muestra optimista sobre la evolución del brote en  los próximos días. Eso sí, tuvo buenas palabras para el esfuerzo que están haciendo los vecinos durante estos días para evitar que se produzcan nuevos contagios permaneciendo en sus casas. 
La imagen del pueblo es lamentable. Los bares permanecen cerrados, las tiendas también y en las calles no se ve a nadie. Las verjas permanecen cerradas en los días laborales y no se puede ver a nadie. Todo el mundo permanece en sus casas. El pueblo parece abandonado. La alegría de otros veranos se ha perdido.  El miedo al coronavirus se ha impuesto y la mayor parte de los vecinos tienen una edad avanzada, lo que hace que se hayan autoconfinado y no quieran salir. 
Sin embargo, en contraste con esta situación, a menos de diez kilómetros de Torrelobatón los vecinos de Castrodeza viven en una relativa calma al no haber tenido ni un solo contagio desde que se decretó la pandemia. Ni un solo caso desde marzo. En invierno, en el pueblo apenas reside un centenar de personas, pero con la llegada de verano casi triplica su población y el número de menores de edad llega a superar el medio centenar. «Lo llevamos como podemos, pero creo que esto no se va a ir nunca la verdad. Yo veo la tele y he oído que vamos a tener que vivir con esto para siempre», comenta una vecina de la localidad entre el desánimo y la esperanza por la situación del municipio. 
El alcalde de Castrodeza, José Luis González, ?adquirió una máquina dispensadora de líquido desinfectante y todos los días la usa en los lugares  más transitados por los vecinos. A pesar de la cercanía con Torrelobatón, los vecinos viven su día a día con relativa calma y se puede ver a grupos de niños jugando con las bicicletas en la Plaza Mayor. 
El bar lleva unos días más vacío de clientela, pero durante todo el verano ha visto cómo los mayores se juntaban a la hora de la partida para jugar a las cartas y la terraza se llenara por las noches. «Aquí la gente ha hecho vida normal y el uso de la mascarilla ha sido generalizado, pero en algunas ocasiones no se ha usado de la forma correcta», aclara el regidor. 
Los vecinos hacen vida normal. Salen a hacer los recados, se quedan charlando entre ellos en la calle. Limpian las aceras en sus puertas y pasean de forma tranquila y pausada por las calles de la localidad. A tan solo unos kilómetros, el confinamiento autoimpuesto predomina en las calles de Torrelobatón. 
Castrodeza no es el único pueblo pequeño donde la covid-19 no ha hecho acto de presencia. Otros municipios no han registrado ningún contagio. Es el caso de Trigueros del Valle. Buena culpa de ello la tiene su médico de Atención Primaria, que no ha dejado de acudir «todas las semanas» al pueblo para visitar casa por casa a los vecinos. «Cuando una persona mayor ha estado mal, se ha puesto el traje y ha ido a su casa», relata el regidor, Pedro Pérez.  «La gente sale menos de casa y sí hay un cierto miedo». Trigueros también se ha visto beneficiado por el suministro de material de la base de El Empecinado. «Teníamos mascarillas cuando no las había y eso también nos ha beneficiado».

 

TORRELOBATÓN 

Dos vecinas charlan en la calle en Castrodeza. Dos vecinas charlan en la calle en Castrodeza. - Foto: José Carlos Castillo

Torrelobatón parece un solar  durante estos días. No hay nadie por las calles y parece un pueblo fantasma. Los vecinos han decidido autoconfinarse. No hay contactos para evitar que se puedan evitar nuevos casos. Los vecinos permanecen prácticamente todo el día en sus casas y solo salen para los imprescindible. 
Todos los negocios existentes en la localidad también han decidido echar el cierre durante estos días y los bares, las tiendas y las entidades bancarias permanecen cerradas para ver cómo van a evolucionar los contagios. La alcaldesa no se muestra muy optimista con lo que está ocurriendo y su evolución durante los próximos días, ya que casi uno de cada diez vecinos está pasando actualmente la enfermedad. 
Solo la farmacia permanece abierta en el pueblo y es el único establecimiento al que se acercan con sumo cuidado los vecinos. 

 

CASTRODEZA

Campamentos urbanos en Trigueros del Valle. Campamentos urbanos en Trigueros del Valle. - Foto: José Carlos Castillo

Los vecinos de Castrodeza son perfectamente conscientes de lo que está sucediendo en Torrelobatón. A tan solo unos kilómetros de su pueblo se ha declarado un foco con casi medio centenar de positivos. Ellos ni uno desde el arranque de la pandemia. Los menores de edad, cerca de medio centenar durante el verano, se juntan en la Plaza Mayor, con sus bicicletas, los mayores salen a por el pan y hacen cola al lado del repartidor y, por las tardes, se sientan en la terraza a la sombra o incluso juegan a las cartas cada día.  
El alcalde muestra su preocupación porque ahora «sí que le han visto todos las orejas al lobo». «Los vecinos de Torre y de Castrodeza siempre han mantenido relaciones y vamos allá y vienen aquí». Pero de momento se mantiene una calma en el día a día porque la situación que viven ambos municipios es completamente diferente.

 

 

TRIGUEROS DEL VALLE

Trigueros del Valle ha recibido más vecinos durante este verano de lo habitual. Alguna casa que no se abría desde hace años sí lo ha hecho en esta temporada estival. La cotidianidad del pueblo se ha visto modificada por la pandemia, aunque no en exceso. Los niños pueden verse en diversos grupos por las calles todas las mañanas participando en los campamentos urbanos organizados por el Consistorio. Lo hacen en grupos distintos y con monitoras del municipio. 
Mientras, unos pocos clientes disfrutan de la sombra en la terraza del bar mientras conversan entre ellos. Dialogan sobra la pandemia, mientras que algún otro vecino acude a la tienda a hacer la compra. En la zona del castillo, los turistas que llegan a diario esperan su turno para entrar a la fortaleza. Ni un solo contagio desde el arranque de la pandemia.