Cuevas publica 'Mi corazón visto desde el espacio'

César Combarros (Ical)
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Quince años después de 'Quemar las naves' el escritor vallisoletano, finalista del Premio de la Crítica en 2018, vuelve al género de la mano de la editorial palentina Menoscuarto

Cuevas publica ‘Mi corazón visto desde el espacio' - Foto: mir_ical

“Nosotros, los parias, nos quedamos con el recurso a la ironía y al sarcasmo. Ellos se quedaron con todo lo demás”. La reflexión es del protagonista anónimo de ‘Mi corazón visto desde el espacio’ (Menoscuarto, 19,90 euros), la quinta novela del escritor Alejandro Cuevas (Valladolid, 1973), primera que ve la luz en los últimos quince años tras ‘Quemar las naves’ (2004). Un año después de ser finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León con el volumen de relatos ‘Mariluz y el largo etcétera’, Cuevas regresa a la novela con un retrato desencantado pero preñado de humor amargo sobre “la generación más desaprovechada de la historia de España”.

“Es un poco tópico decirlo, pero somos una generación que ha vivido bastante peor que sus padres teniendo una formación mucho más alta. Ha desparecido la seguridad laboral, muchos se han ido de España y no vuelven. Es una lástima y un auténtico despilfarro estar aquí formando universitarios para que luego se vayan a trabajar de ingenieros a empresas alemanas o emigren a Estados Unidos o donde sea”, reflexiona.

En su novela, el protagonista se ve obligado a regresar a su ciudad natal, que bautiza como Desgracia, tras seis años residiendo en el extranjero. Se fue huyendo de la asfixia económica y de una chica que eligió a otro, y ahora se reencuentra con su pasado, con unos amigos que ya no le hablan y con una especie de ‘guía antiturística’ de la ciudad que escribió para esa chica cuando todavía estaban juntos.

El propio Cuevas ha vivido cinco de los últimos seis años en Estados Unidos, donde arribó en 2013 para preparar su doctorado sobre Literatura en la Universidad de Florida. Sin embargo, asegura que esta “no es una novela autobiográfica”, aunque reconoce sonriendo que quizá su vida “haya copiado algunas cosas de la novela”, en la que comenzó a trabajar a comienzos de la década, y que tenía bien avanzada ya a su llegada a Estados Unidos.

“Es una novela que habla de mi generación. Lo que pasa en la novela no soy yo pero podría ser yo y mis amigos. Son cosas que percibo y que me interesan, y que no veo que estén contadas en ninguna novela”, explica en declaraciones a Ical. La novela, según relata, surgió de hecho de esa “necesidad” de contar “una España que no se cuenta, la de la gente que emigra por razones laborales”, antes de que él mismo tuviera que emigrar por esos motivos. “Estoy harto de ver literatura española que solo refleja la clase media y eso se ve también en las películas, donde sale gente que tiene trabajos de clase baja que luego vive en pisazos que nadie sabe cómo pagan”, explica.

La estructura de la novela rehuye la disposición tradiciones de planteamiento, nudo y desenlace, y está salpicada con saltos en el tiempo narrativo entre el mundo que el protagonista dejó atrás al marchar al extranjero y el que se ha reencontrado con su vuelta forzosa. “No tiene una estructura convencional sino que se despliega una especie de vorágine que te va envolviendo. Es una novela sin centro. A mí me gustan mucho algunas novelas de Paul Auster donde sucede precisamente eso, como en ‘El palacio de la luna’, que trata de una cosa pero de repente gira, te lleva hacia otro sitio, y tampoco sabes hacia dónde va a ir”, aclara.

Además, ‘Mi corazón visto desde el espacio’ cuenta con un persoanje muy especial, la propia ciudad donde transcurre la historia, ya que dedica “muchas páginas a hablar de la ciudad y de la vida cultural allí”. “La lotería del azar nos pudo hacer caer en París o en San Francisco o en Berlín; pero caímos en Desgracia”, relata en el libro, antes de que el autor aclare que Valladolid es una ciudad que a él, personalmente, le gusta. “España es un tesoro cultural; tenemos centros históricos con catedrales, calles peatonales, terrazas… La gente hace pausas y ve la vida pasar, en lugar de ir al trabajo y comer en cacharros de plástico en diez minutos, que es muy triste”, valora.

En la novela, también reflexiona sobre cómo la gente de su generación “no encontró en la cultura su ascensor social, sino su caída al abismo”. “La cultura te hace mejor persona pero también más crítico, mucho más amargado y frustrado, en cierto modo te condena”, argumenta.

Sobre ello, escribe: “Fuimos animales herbívoros atrapados en la jaula de los leones. Fuimos unos inadaptados que subestimamos el poder y la importancia del dinero. Mientras otros, que también eran pobres, se resignaban a su destino y pasaban el fin de semana haciendo carreras clandestinas con sus coches tuneados, inflándose a anfetaminas y metiéndole mano a la Yénifer en un descampado, para luego, el lunes, ir a trabajar a un andamio y beber durante la pausa del almuerzo vino de tetrabrik, nosotros nos preguntábamos por el sentido de la vida y leíamos a Faulkner y veíamos películas de Rossellini”.

Alejandro Cuevas debutó en 1999 con la novela ‘Comida para perros’, a a que siguieron ese mismo año ‘La vida no es un auto sacramental’ (accésit del Premio Nadal y Premio Ojo Crítico), ‘La peste bucólica’ (2003) y ‘Quemar las naves’ (2004, Premio Rejadorada). Ha ganado numerosos premios de relato: el Café Compás, el Jara Carrillo, Pola de Lena, Ciudad de Torremolinos o 21 de marzo, entre otros. Muchos de esos relatos están recopilados en el libro ‘Mariluz y el largo etcétera’ (2018). Todas sus historias, largas o breves, constituyen una insólita mezcla de costumbrismo desquiciado y una desbordante imaginación.