El periodista y novelista defensor del medio rural y la caza

M.Rodríguez
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La vigencia de los valores que defendió Delibes se mantiene hoy en día y se reivindica en la celebración del centenario de su nacimiento. En su discurso de ingreso en la RAE abordó temas que vigentes en el debate social y político, 45 años después

El periodista y novelista defensor del medio rural y la caza

La ingente producción periodística y literaria de Miguel Delibes revela una clara fidelidad a su entorno, a Valladolid y al campo castellano siempre desde la óptica de un católico liberal. «Mi vida de escritor no sería como es si no se apoyase en un fondo moral inalterable. Ética y estética se han dado la mano en todos los aspectos de mi vida», reconocía. Una visión crítica, que aumenta progresivamente a medida que avanza su carrera, sobre todo para hacer visible los excesos y violencias de la vida urbana frente a la defensa y reivindicación del medio rural. 
Así lo plasmó en su discurso de aceptación de la silla e como  miembro de número de la Real Academia Española, el 25 de mayo de 1975. El nuevo académico dio voz «a la protesta contra la brutal agresión a la naturaleza que las sociedades llamadas civilizadas vienen perpetrando  mediante una tecnología desbridada». El escritor también aprovechó esa ocasión para defenderse de la acusación de algunos, que tachaban de reaccionario el mensaje que aparentemente  se traslucía en algunas obras donde defendía la autenticidad de la vida rural. Delibes reiteró que sus personajes rechazan «una torpe idea de progreso» frente a la cual «buscan asideros estables y creen encontrarlos en la naturaleza», al tiempo que proclamó los motivos que él descubría para el pesimismo.
Su biógrafo, Ramón García, lo define como un escritor de territorio, que se centró en la defensa de su tierra y de los campesinos de Castilla y León. «Era un hombre enormemente coherente, que en su obra refleja la fidelidad absoluta hacia su tierra y sus gentes», explica García. Unos principios que puso en práctica desde sus inicios en el periodismo. En las más de cuatro décadas en las que se dedicó al oficio, confiesa que aprendió dos cosas fundamentales para su posterior dedicación a la novela: la valoración humana de los acontecimientos cotidianos –que la prensa refleja– y la operación de síntesis que exige el periodismo para recoger los hechos y el mayor número de circunstancias que los rodean con el menor número de palabras posibles. «Con este bagaje periodístico pasé a la narrativa y, a pesar de los años transcurridos, permanezco fiel a aquellos postulados, es decir, mi condición de novelista se apoya y se sostiene en mi condición de reportero. El periodismo ha sido mi escuela de narrador», argumentaba.
Una faceta que su biógrafo considera que es el momento de reivindicar porque ha quedado «eclipsada» por la de novelista. «Tuvo un papel fundamental en el ejercicio del periodismo libre porque luchó contra la censura, pero siempre dijo lo que quería decir. No se mordía la lengua. Ahora sería un referente», defiende García. 

 

  «Mi condición de novelista se apoya y se sostiene en mi condición de reportero. El periodismo ha sido mi escuela de narrado»


El maestro.

De hecho, fue un ejemplo a seguir para periodistas y escritores como Francisco Umbral, que afirmó que Miguel Delibes era todo él una Facultad de Ciencias de la Información. «La única que he conocido y que respeto». En la misma línea le recordaba otro grande del periodismo como Manuel Leguineche, que reconocía que a Umbral, a él y a tantos otros les vacunó contra la tentación de aplicar la literatura al periodismo. «Miguel dirigía el periódico como los mejores árbitros de fútbol. No se notaba que dirigía», recordaba.
La periodística, una de las aristas de un poliédrico Delibes, también la defiende el director de la fundación que se encarga de gestionar su legado. «Lo que no pudo volcar en el periodismo, lo hizo en las novelas para que lo dijeran sus personajes», apunta Fernando Zamácola, director gerente de la fundación. «Habla de lo que nos preocupa, de nosotros mismos, nos interpela directamente», apunta Jesús Marchamalo, comisario de la exposición ‘Delibes (1920-2020)’ y coautor de ‘El libro de Miguel Delibes’. Marchamalo destaca la faceta menos conocida del vallisoletano: la de viajero. Y apunta que fue testigo directo de la Primavera de Praga, cuyos sucesos relató en sus crónicas para la revista Triunfo. «No resulta difícil comprobar que, como articulista, Delibes se siente seguro en algunos pocos temas de los que rara vez se aleja […]: Castilla y los castellanos, la literatura -y más específicamente- la novela, la naturaleza -en cuyo ámbito se incluirían sus dos deportes preferidos: la caza y la pesca- y el recuerdo de sus amigos. Es notoria la casi total ausencia de asuntos políticos o ideológicos», desgrana José Francisco Sánchez en ‘El periodismo de Miguel Delibes’. 


Sobriedad.

Delibes nunca afrontó escribir su autobiografía porque se considera «un tipo poco interesante» para abordar esta tarea. Lo más parecido a unas memorias en su obra es su libro ‘He dicho’, publicado en 1996, recalca su biógrafo. Y lo mismo explicaba su  editor Josep Vergés: «En el asombro real de Miguel Delibes ante el éxito de sus libros, en esta falta total de vanidad, casi están para mí las claves del escritor. Todo él puro, real, clavado en su tierra, tocado de humanismo verdadero…». Un editor al que el escritor fue fiel desde 1947, cuando ganó la cuarta edición del Nadal con ‘La sombra del ciprés es alargada’, primer eslabón de una cadena de cerca de sesenta títulos en su mayor parte estampados por Destino, casa que ahora festeja el centenario del escritor con una antología de textos de inminente aparición, informa Efe. 

    «He aquí un hecho cierto: cuando yo tomé la decisión de escribir, la literatura y el sentimiento de mi tierra se imbricaron. Valladolid y Castilla serían el fondo y el motivo de mis libros en el futuro»


El éxito de Delibes se acompañó de reconocimientos como el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, compartido con Gonzalo Torrente Ballester, en 1984;el Premio Nacional de las Letras Españolas, concedido por el Ministerio de Cultura en 1991 y el Premio Nacional de Narrativa por su novela ‘El hereje’ en 1999, además del Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes en 1999, entre otros. Además, fue nombrado Doctor Honoris Causa por diversas universidades, incluida la de Valladolid.
El aplauso unánime a su obra no cambió su austeridad en la forma de ser, que se traduce en múltiples anécdotas. Ramón García recuerda que para uno de sus cumpleaños le llamaron del programa de Jesús Hermida para celebrarlo en la televisión en directo. Una invitación que el escritor rechazó porque no entendía pasar ese día si no era con su familia. El ámbito familiar es fundamental para este padre de siete hijos, que también era aficionado a la bicicleta, pero sobre todo a la caza. «Es un primitivo rusoniano de Castilla que amaba a los pájaros y los fines de semana, abierta la veda, se los cargaba a tiros. Boina, botas, una bici por el Campo Grande, un pitillo de caldo, una cazadora gastada que le valió, junto con André Malraux, el título de hombre más elegante de Europa, una abierta sonrisa, una cierta melancolía, el touch of class del pesimista», recordaba Leguineche.
«La caza es un esparcimiento fundamentalmente dinámico. El morral hay que sudarlo. La cacería se monta sobre madrugones inclementes, ásperas caminatas, comidas frías en una naturaleza inhóspita, lluvias y escarchas despiadadas…», explicaba Delibes. Y nuevamente, la familia es el único límite para esta pasión. «Delibes, hombre metódico hasta límites insospechados, ha tenido el humor y la paciencia, a lo largo de medio siglo, de anotar en unas pequeñas libretas, con letra primorosa, todas sus excursiones de caza, y en ellas no hay datos anteriores a 1949, seguramente porque las salidas fueron excepcionales. Algo tendrían que ver también en ello la absorbente preparación de las oposiciones a catedrático de Derecho Mercantil, su prolongado noviazgo con Ángeles, su boda y la llegada de los primeros hijos», apunta su hijo Germán Delibes en su libro ‘Cuatro décadas de caza con mi padre’. 

  «El hombre, nos guste o no, tiene sus raíces en la Naturaleza y al desarraigarlo con el señuelo de la técnica, lo hemos despojado de su esencia. […] Hemos matado la cultura campesina pero no la hemos sustituido por nada, al menos, por nada noble»
   


Discurso.

La vigencia de los valores que defendió Delibes se mantiene hoy en día. Basta releer el discurso que escribió para su ingreso en la Real Academia Española, que posteriormente se publicó bajo el título ‘El sentido del progreso desde mi obra’. Esta pieza singular de la producción del escritor aborda temas que parecen plenamente vigentes en el debate social y político, 45 años después: la defensa del medio ambiente, del humanismo y del medio rural, desde una perspectiva amplia y minuciosamente documentada, en colaboración con su hijo Miguel Delibes de Castro, como su denuncia de que no podía existir progreso si éste suponía supeditar la naturaleza a una «tecnología desbocada».  «Hoy en día, si retiráramos las referencias temporales y posibles anacronismos, este texto podría estar incluido en cualquiera de los discursos habituales de actualidad sin resultar, a pesar de sus 45 años de edad, antiguo en absoluto», defienden desde la Fundación Delibes.

 

  «Amo la naturaleza porque soy un cazador. Soy un cazador porque amo la naturaleza. Son las dos cosas. Además, no sólo soy un cazador, soy proteccionista; miro con simpatía todo lo que sea proteger a las especies»