Regreso a la clandestinidad

M.R.Y. (SPC)
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El Estado Islámico ha perdido su califato, pero no ha llegado su final como organización; los milicianos volverán a esconderse en el desierto para intentar resurgir de sus cenizas

Regreso a la clandestinidad

El autoproclamado califato del Estado Islámico (EI) no ha llegado a los cinco años de vida y su derrota en Siria, sumada a la que ya vivió en diciembre de 2017 en Irak, obliga a los yihadistas a volver a las sombras de la clandestinidad.

Nacido el 29 de junio de 2014, cuando Abu Bakr al Bagdadi proclamó desde Mosul «la instauración de un Estado Islámico» con él «como califa», el grupo extremista ha visto cómo perdía sus dominios -que llegaron a extenderse hasta 54.000 kilómetros cuadrados- en un tiempo récord.

Sin embargo, la hecatombe militar del EI no significa que sus milicianos no sigan formándose desde sus escondites para buscar un resurgimiento en el futuro, aprovechando la inestabilidad en la zona.

Estados Unidos y la coalición internacional, así como los expertos en terrorismo yihadista, son unánimes al asegurar que el EI sobrevivirá a la pérdida de territorios, al menos durante un tiempo. Porque, por el momento, ha llegado el final del Estado Islámico como organización que controla ciudades y las administra, pero no como grupo extremista.

La caída de Mosul, que llevó a la derrota en Irak en 2017, sirve de ejemplo. La organización se debilitó y se redujo su número de integrantes, pero después consiguió resurgir. De hecho, en los últimos meses, su presencia es cada vez más patente, con numerosos atentados, pese a los esfuerzos de las autoridades por acabar con los radicales.

Este precedente sirve para hacer una estimación de lo que ocurrirá, seguramente, en Siria. Un país con una inestabilidad política tal, sumido en una guerra desde hace ocho años, al que ahora se suma la retirada de las tropas de Estados Unidos, que se convierte en un territorio idóneo para que los yihadistas campen a sus anchas. Y, aunque hayan perdido sus territorios, no es descartable que puedan iniciar una reconquista en breve o, por lo menos, establecerse en el desierto -donde sigue controlando algunas zonas- para llevar a cabo operaciones puntuales antes de lanzarse a recuperar su dominio.

Extendido por otros países. Además, desde el EI aseguran que el califato ha retrocedido en algunas localidades, pero se ha extendido en otras. Más allá de Siria o Irak, los yihadistas tienen presencia en países como Afganistán, Egipto, Somalia, Yemen, Nigeria o Libia, aunque no han instaurado un Estado Islámico como sucediera en 2014.

Lo que es cierto es que esta expansión no hace sino aumentar las tesis de que la organización yihadista como tal no está abocada a desaparecer. Más aún teniendo en cuenta la amplia presencia de combatientes extranjeros enrolados en sus filas y que ahora pueden ser expatriados a sus naciones de origen.

Y, sobre todo, reside el temor de que las ideologías radicales del grupo extremista siguen calando hondo lejos de Asia o África, como ya ha quedado patente en atentados sucedidos en Occidente, cuyos autores fueron ciudadanos nacidos en Europa o Estados Unidos que han atacado a sus vecinos, inducidos por unas creencias que se propagan a través de retornados o de internet.

Además, los captados por las redes yihadistas cuentan con un hándicap a la hora de la reinserción: la falta de arrepentimiento. Así quedó claro, por ejemplo, cuando cayó  el último reducto sirio, Al Baguz, donde los capturados gritaban que el EI continuará. Es por ello que las milicias kurdas no han dudado en exigir a la comunidad internacional que se cree un tribunal especial para juzgar a estos soldados del califato y se pueda tratar una posible repatriación. Porque ahora Siria intentará recuperarse, aunque sea por un tiempo, del horror yihadista.