El Gallo más conocido en la Rondilla

M.B
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Manuela Martín Bóveda, nieta de uno de los primeros dueños del Penicilino, nos abre las puertas del restaurante El Gallo, donde la musaka y la ensalada de cecina se entremezclan con el arroz con bogavante, entre otros

Javi Casas, Jaru, en la cocina de El Gallo. - Foto: J. Tajes

En La Rondilla hay un gallo muy conocido y reconocido. Un Gallo con mayúscula. Lleva más de medio siglo en la misma ubicación, la calle Democracia, 4. Primero como bar de tapas, de cafés y vinos. Y desde hace doce años, como restaurante, algo que se ha convertido en su línea de negocio desde hace tres. 

El restaurante El Gallo se llama así por su anterior dueño, Manuel Gallo. Él abrió un bar hace 52 años. Un bar de barrio de los de toda la vida. Veinte más tarde llegaron la sevillana-vallisoletana Manuela Martín Bóveda, nacida en el barrio de Triana aunque criada aquí en tierras castellanas; y su marido, Carlos, asturiano de Cangas de Narcea. Ambos se encontraban en Madrid en diferentes negocios. Carlos en La Arganzuela en la hostelería y Manuela, o Manoli, como la conoce mucha gente, en el comercio. «Llegó un momento en el que decidimos venirnos para Valladolid. Conocíamos a Manolo El Gallo y al saber que iba a dejar el local nos decidimos», recuerda Manoli, añadiendo que no tuvieron dudas de mantener el nombre del bar, porque ya era conocido en el barrio y en la ciudad. Era 1989 y mantuvieron la misma esencia, de bar de tapas de barrio. A pesar de que el abuelo de Manoli, Juan Martín Calvo, fue uno de los primeros dueños del Penicilino y que parte de su familia pasó por el mítico local de la plaza de la Libertad, ella no se había dedicado a la hostelería hasta su llegada a El Gallo. 

Hace unos 12 años decidieron dar una vuelta de tuerca al negocio, ampliándolo con un local aledaño y empezando a dar más importancia a la cocina: «La llegada de Javi tuvo mucho que ver». Ahora, tras el fallecimiento de Carlos hace tres años, solamente cuentan con servicio de restaurante.

De hecho, abren a la hora de las comidas, alrededor de las dos de la tarde; y de las cenas, «siempre que tengamos servicios», de martes a domingo. Con una capacidad para máximo 35 comensales, no paran de trabajar y tienen mucho movimiento, no solo del barrio o de Valladolid. «Este año nos ha sorprendido la cantidad de gente que ha venido de fuera, de Andalucía o Cataluña», reconoce la dueña del restaurante mientras prepara el menú del día cortando un poco de cebolla.

Su reclamo es sencillo. Y lo explica Javi Casas, más conocido como Jaru, que junto a Manoli y Daniela Rodríguez -especializada en los arroces- se encargan de la cocina: «Tenemos mucho producto de temporada, nos adaptamos al mercado, con un precio asequible. Pero sobre todo nos adaptamos a los clientes, a los que nos gusta escuchar, sin cerrarnos a nada». Así, la ensalada de cecina, uno de sus platos estrella, se mezcla con la musaka, que siempre está en su menú: «Hacemos cocina tradicional y moderna. Unos garbanzos con callos o esa musaka».

El menú diario es la base de su éxito. Por 12 euros (aunque están valorando ajustar un poco el precio a partir de este diciembre), los comensales pueden elegir entre 4 primeros y 4 segundos (dos carnes y dos pescados), bebida y postre: «El postre es individual salvo el coulant de chocolate, que es para compartir dos personas». También ofertan el menú por las noches y los fines de semana, adaptando un poco el precio.

Además, tienen menús cerrados para grupos o por encargo, como el arroz con bogavante, por 18 euros/persona; la fideuá de gambas, langostinos y chipirones; el cocido; buñuelos de bacalao o croquetas de jamón y huevo: «Las mejores de Valladolid».

Gracias al empeño de Jaru, que estudió cocina en el Diego de Praves y pasó por los fogones de Don Bacalao o La Raíz, cuando estaba en la calle San José, hay muchas opciones siempre para vegetarianos, como esa musaka de berenjena, boletus y calabacín, que nunca puede faltar en un menú que no tiene un guion preestablecido y que van ajustando en función de las peticiones de los comensales, muchos amigos ya por las veces que acuden al local.

El Gallo ya ha superado los 50 años de existencia en la misma zona, en la misma calle del mismo barrio. Y lo que le queda...