¿Qué han significado estas cuatro décadas para el municipalismo?

Son 40 años en los que las ciudades han avanzado muchísimo y eso es tangible. Quizá en el ámbito urbano será donde es más perceptible el desarrollo y avance que ha tenido la sociedad española. Hay ciudades que han cambiad por completo su fisonomía, aunque conservando su patrimonio, y se han modernizado con unos servicios públicos a la altura de los mejores del mundo.

Parece que hay cierto estancamiento y no se ha avanzado en esa segunda descentralización reclamada por los ayuntamientos, sobre todo en financiación y competencias.

Sí, una cosa es destacar lo positivo, que es que ese cambio se ha producido. Todo esto se ha hecho a pesar de. Las herramientas con las que han contado los municipios no han sido las mejores y no se ha avanzado gran cosa, al revés. En algunos aspectos en estos 40 años, y especialmente en estos últimos, se ha retrocedido y se ha perdido una parte importante de la autonomía municipal con la famosa Ley de Sostenibilidad Presupuestaria. Sigue pendiente esa segunda descentralización en la que los municipios gestionen y reciban una parte más importante de los recursos, como pasa en otros países como Francia donde un 23% del presupuesto público lo gestionan los ayuntamientos frente a un 13 o 14% que se gestiona aquí. Me temo que esta será la asignatura pendiente durante bastante tiempo.

Pedro Sánchez propuso apostar por el municipalismo con una reforma constitucional. ¿Se incluirá esta propuesta en el programa electoral del PSOE?

En el programa municipal no podemos incluir cuestiones que excedan su ámbito, pero sí debería ir en el nacional. En todo caso es una propuesta que demuestra que  muchas de las soluciones no pueden venir de la mano de un solo partido. Es necesario el consenso porque sino es muy difícil una reforma constitucional, un cambio de financiación y de competencias. No puede ser una propuesta de un único partido.

¿Hay que recuperar la forma de hacer política de hace cuatro décadas donde imperó el consenso y el espíritu de servicio público?

Sí, lo que pasa es que la política hoy es muy diferente. Hay una competencia muy grande, muchas marcas y mucho cortoplacismo. El marco es muy diferente. En aquel momento la política se estaba empezando a hacer, había más altura de miras y más necesidad de que la democracia funcionara. Y ahora hay más partidismo y más dificultad de alcanzar acuerdos.

¿Los alcaldes deberían tener más peso en el Gobierno nacional y estar en el Senado?

En un artículo reciente me remetía a la doctrina de Benjamin R. Barber en su libro Si los alcalde gobernaran el mundo que habla de esa necesidad de que los alcaldes pasen a ocupar un papel con más peso en las decisiones políticas globales. Lo decía muy claro: los problemas de hoy son trasnacionales por la globalización (terrorismo, inmigración,...) y no se solución por parte de los estados-nación, que son estructuras concebidas hace 400 años y pensadas para problemas internos, de estados soberanos independientes entre si. Ahora la soberanía es un concepto que se ha ido diluyendo y, al final, la mayor parte de los problemas ocurren en las ciudades y allí hay que solucionarlos. Sí que sería importante que los alcaldes, tanto a nivel nacional como global, contasen más a la hora de tomar decisiones.