Jerónimo de Ayanz, genial inventor

Jesús Anta
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Jerónimo de Ayanz, genial inventor

Hablamos de uno de los más importantes ingenieros e inventores de toda la historia de España. Fue un hombre polifacético: militar, cortesano, ingeniero, inventor y también cosmógrafo. Residió en Valladolid mientras aquí estuvo la corte de Felipe III.

Este fantástico ingeniero, que nació en 1553 y falleció en 1613, descendiente de nobles familias navarras muy ligadas al servicio de Carlos I y Felipe II, del que fue paje en su pubertad. Precisamente le salvó de sufrir un atentado por un francés que se infiltró en la corte. Desde joven se dedicó a la milicia. Significa esto que su formación técnica la adquirió en el ejército y eso le permitió dedicarse a la invención mecánica y desempeñar el cargo de administrador general de las minas del reino. Cabe destacar, también, que intervino en importantes misiones militares.

A Ayanz y Beaumont se le considera uno de los inventores que tuvo más patentes registradas (supera la cincuentena). La mayoría de sus inventos tuvieron que ver con la metalurgia , molinos hidráulicos y de viento, máquinas de vapor, bombas para achicar el agua de los barcos,  balanzas de precisión, destilación de agua de mar, la navegación bajo el agua,  etc. Varios de sus inventos los acometió para mejorar la seguridad en la minas en lo que tiene que ver con la renovación del aire, y la construcción de ingenios para poder respirar en ambientes contaminados y bajo el agua.

Esto nos lleva a recordar que precisamente fue en las aguas del Pisuerga, frente al palacio de la Ribera (junto al Puente Mayor), donde en agosto de 1602 se realizó la famosísima primera inmersión en el agua de un hombre protegido por una escafandra ideada por Jerónimo de Ayanz, en presencia de Felipe III.

Fueron sus servicios al monarca lo que hizo que Ayanz residiera frecuentemente en Valladolid entre los años 1601 y 1606. Sabemos que vivió con su familia y criados en las calles Cadena, Teresa Gil, Pasión y Panaderos (calle por aquel entonces se llamaba Zurradores).

Durante su estancia en Valladolid  escribió sus ‘discursos’, es decir, la descripción de sus inventos. Y también en este tiempo es cuando concibió y probó la mayor parte de ellos.

Mas, si la prueba de la escafandra fue muy importante para toda la humanidad, no menos curiosa es la invención del precursor del aire acondicionado, del que disfrutaba  en su propia casa de la calle de la Cadena: en el sótano, una bomba de calor emitía aire por una tubería que se enfriaba haciéndolo pasar por entre el hielo o una estancia fresca y húmeda, y llegaba a las dependencias  de la casa a través de un jarrón.

Como se ha podido observar, de Ayanz sabemos muchas cosas. Menos como era físicamente, pues no se ha encontrado ningún retrato de él. Dice Nicolás García Tapia, una autoridad en  tecnología del Renacimiento español,  que  el dibujo que ilustra este artículo acaso represente a  Jerónimo de Ayanz, pues lo pintó Juan de Arfe, experto en tratamiento de metales y piedras preciosas, cuando Jerónimo estuvo en Valladolid, y dado que eran amigos cabe suponer que la escena representa al genial inventor en su laboratorio de la calle de la Cadena, a tenor de los objetos que le rodean.