Un país, dos mundos

M.R.Y. (SPC)-Agencias
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La Historia de la nación asiática se reparte entre dictaduras militares y conatos de democracia que siguen dividiendo a una población donde la incertidumbre ante el futuro parece haberse convertido en la mayor de las rutinas

Min Aung Hlaing y Aung San Suu Kyi

En un país donde su propio nombre genera debate -Myanmar o Birmania, he ahí la cuestión-, la división es una constante y los cambios de régimen, militar o democrático, parecen una alternancia irremediable. 

Ante la duda, Myanmar es el nombre impuesto por el Gobierno castrense surgido de un golpe de Estado en 1988 que gobernó hasta 2010. Birmania es el que dieron los colonos británicos, nunca aceptado por la dictadura militar y utilizado por la oposición democrática.

Se trata, pues, de una cuestión política que divide al país asiático, destinado a no vivir en paz ante el constante pulso del Ejército a las instituciones.

El último fue el pasado lunes, cuando las Fuerzas Armadas tomaron el poder, asestando una nueva puñalada a la ya de por sí frágil democracia birmana, cuyos líderes fueron inmediatamente detenidos en un acto de represión que recuerda a lo sucedido en los años 80.

Pese a la condena unánime de la comunidad internacional, en la nación el golpe no fue rechazado de manera unánime dentro de las fronteras, donde la población vive polarizada entre los que apoyan a los militares y los que rechazan cualquier atentado a la libertad.

No es, sin embargo, el único punto de fricción. La actitud laxa y sumisa del Gobierno, liderado por Aung San Suu Kyi en la sombra, con las actuaciones del Ejército en asuntos como el genocidio de la minoría rohinyá -condenado por la ONU y en el que la Nobel de la Paz defendió el proceder de los militares- han dividido, incluso, a los defensores de la democracia.

Bloqueo de internet.

El descontento de parte de la población se tradujo ayer en una manifestación en la que miles de personas tomaron las calles de Rangún, la ciudad más poblada del país, para protestar por el golpe de estado con consignas a favor de la democracia, la liberación de los detenidos y en contra de la dictadura. Un movimiento que desencadenó un apagón digital de toda Birmania después de que el Ejército bloqueara el acceso a internet a escala nacional. 

Todas las operadoras recibieron la orden de cortar el acceso a la conexión de datos con el pretexto de impedir la divulgación de «noticias falsas» y garantizar «la estabilidad y el interés» de la nación. Los militares ya habían tratado desde el levantamiento de bloquear las redes para tratar de torpedear los diferentes movimientos que aún continúan llamando a la desobediencia civil.

 

Min Aung Hlaing. Jefe de las Fuerzas Armadas

De líderar un supuesto genocidio a acabar asesinando la democracia

El general Min Aung Hlaing, acusado de liderar el supuesto genocidio contra la minoría musulmana rohinyá, ha acabado sin disparar un tiro con la frágil democracia de Birmania a pocos meses de su décimo aniversario.

El jefe del Ejército, que tenía previsto retirarse al cumplir 65 años el próximo julio, se ha asentado en el poder después de dar un golpe de Estado, detener a la líder de facto del país, Aung San Suu Kyi, y declarar un estado de emergencia de un año. 

Justifica la asonada en un supuesto fraude electoral cometido en las elecciones del pasado noviembre que dieron una victoria aplastante a la Liga Nacional para la Democracia (LND), unas acusaciones desmentidas por la Comisión Electoral y los observadores internacionales.

De carácter reservado y con ambiciones, se ha labrado una carrera bajo la sombra durante muchos años del poderoso jefe de la anterior junta militar entre 1992 y 2011, Than Shwe.

Acérrimo nacionalista, proclamó que los rohinyá no son una minoría étnica del país, sino inmigrantes de Bangladesh, justificando que se les negara la ciudadanía y otros derechos. En 2017, tras el ataque de un grupo guerrillero rohinyá, el Ejército lanzó una campaña contra este grupo en Rakáin, por la que Birmania fue acusada de presunto genocidio ante el Tribunal de La Haya.

Suu Kyi, que llegó al poder en 2015, se cuidó de mantener un equilibrio para gobernar sin molestar al Ejército. Su lealtad llegó al punto de que encabezó la defensa de las Fuerzas Armadas en La Haya, lo que hundió su reputación a nivel internacional. Min Hlaing no le ha pagado con la misma moneda y le ha arrebatado el poder.

 

Aung San Suu Kyi. Líder política y premio Nobel de la Paz

La ‘madre de la nación’ condenada a vivir amenazada y encerrada

Cuando ya quedaban lejos sus largos años de arresto domiciliario y estaba a punto de iniciar un segundo mandato como líder de facto del Gobierno, Aung San Suu Kyi ha sido defenestrada y detenida de nuevo por los militares en un golpe de Estado.

La vida de la Dama estuvo marcada por su padre ausente: el héroe de la nación, Aung San, asesinado por rivales políticos meses antes de que Birmania obtuviese en enero de 1948 una independencia que él había negociado con los británicos.

Desde los años 60 vivió fuera de su país, al que no volvió hasta 1988. Su llegada a Rangún coincidió con un levantamiento popular que exigía el fin del régimen del general Ne Win, quien había instaurado una dictadura militar tras tomar el poder en 1962. La considerada madre de la nación pronto se convirtió en la líder del movimiento prodemocrático.

Las protestas forzaron la dimisión de Ne Win, pero el Ejército sofocó la movilización a costa de 3.000 muertos e instauró una Junta militar que gobernó 23 años.

Desde 1989, y durante 15 años, Suu Kyi estuvo en arresto domiciliario, lo que le impidió recoger el Nobel de la Paz en 1991 en los que aumentó su popularidad.

Puesta en libertad en 2010, con el inicio de la transición democrática, arrasó en las elecciones de 2015 y, desde entonces, dio prioridad al proceso de paz con las guerrillas etnonacionalistas.

Eso sí, desde el exterior se ha ganado críticas por su estilo autoritario; también por el hecho de que el proceso democratizador se haya estancado y por su tibieza ante las atrocidades cometidas contra los rohinyás. Ahora vuelve a estar arrestada. No se sabe por cuánto tiempo.