Valladolid es la que peor ha salido del estado de alarma

A. G. Mozo
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Desde el 9 de mayo, la incidencia acumulada ha descendido en todas las provincias, excepto en Ávila, Palencia y Valladolid. La pandemia lleva dos semanas creciendo, el cambio llegó a los 11 días de reabrir el interior de los bares en la capital

Terrazas de la Plaza Mayor, llenas por el buen tiempo. - Foto: Jonathan Tajes

La pandemia en Valladolid va mal. Nada alarmante por ahora, pero sí dibuja una tendencia preocupante al menos. Tres semanas después de la reapertura del interior de los bares y restaurantes de la capital, y del fin del estado de alarma (y de las restricciones sociales más severas), la tasa provincial de incidencia acumulada (IA) vuelve a bordear el umbral de 150 casos por 100.000 habitantes, que indica riesgo ‘alto’ de contagio y que se había dejado atrás el pasado 4 de mayo.

Precisamente ese día era cuando la Junta desactivaba las medidas extraordinarias que afectaban a la capital vallisoletana desde hacía cuatro semanas, tras comprobar que el coronavirus volvía a estar bajo un relativo control a orillas del Pisuerga. El regreso del interior de la hostelería no tenía un efecto inmediato, como tampoco lo tuvo inicialmente el final del toque de queda, de la limitación a cuatro personas de las reuniones y del cierre perimetral, medidas todas ellas que desaparecieron al decaer el estado de alarma cinco días después de la reapertura hostelera.

Pero era cuestión de tiempo que llegase un repunte en los contagios que elevase una incidencia que ya llevaba descendiendo 16 días y que, a fecha 13 de mayo, se situaba en 100 casos por 100.000, en el que era el mejor dato desde finales de marzo. Aunque ya no iba a seguir bajando... El punto de inflexión se anotaría precisamente en medio del puente de San Pedro Regalado (festividad en la capital y en Laguna), puesto que el 14 de mayo, la IA ascendía un par de puntos, torciéndose nuevamente la ‘curva’ para iniciar en ese instante una escalada que continúa buscando su techo y que ha catapultado la tasa provincial de incidencia.

De este modo, se repite el patrón mostrado en las desescaladas de las dos anteriores olas en Valladolid, ese que decía que el coronavirus siempre había repuntado a la dos o tres semanas de desactivarse las restricciones a la hostelería; entre los 16 y los 20 días, para ser precisos. Pero esta vez, la cosa ha ido incluso más rápido, puesto que solo fueron necesarias once jornadas para que la ‘curva’ de la incidencia se torciese y empezase a mirar hacia arriba de un modo evidente. La diferencia es que ahora se añadió a este complejo ‘cóctel’ ingredientes como el fin del estado de alarma y ese aumento del ocio que se registró en el marco del puente de San Pedro Regalado.

22 CONTAGIOS MÁS CADA DÍA

El empeoramiento registrado en la segunda mitad de mayo se plasma en un incremento de los contagios del 58%, pasando de los 36 diarios que se venían contabilizando hasta el ecuador del mes, a los (casi) 58 de esta última parte. Se trata de 22 positivos más (de media) cada día que conducen a esta provincia a registrar el peor comportamiento de las nueve de Castilla y León, tras el decaimiento del estado de alarma.

El análisis efectuado por El Día de Valladolid desvela que desde el pasado 9 de mayo, la IA 14 días ha descendido en todas las provincias de la Comunidad, excepto en Ávila, donde la tasa ha crecido un 13%; Palencia, con un incremento en su tasa provincial de incidencia del 8,7%; y Valladolid, con un repunte de casi el 21% durante este mismo periodo. En León, en cambio, se da un descenso del 25%, que llega al 36% en Salamanca.

Y el hecho de que sea la que peor ha salido del estado de alarma, no significa que sea la que peor está en este momento, pero sí la que tiene un comportamiento más preocupante. Burgos y Segovia aún reportan tasas de incidencia más elevadas (189 y 148, en cada caso) que Valladolid, mientras Palencia se mueve en cifras similares, pero Salamanca, Soria y Zamora están ya en dos dígitos y con tendencia a la baja.

Por ello, desde la Junta de Castilla y León todavía se mantiene un discurso de moderado optimismo con la evolución de la pandemia en conjunto de la Comunidad, pues se entiende que es solo «un pequeño cambio de tendencia» que esperan que «se estabilice». «Vamos bien, pero debemos de seguir siendo precavidos hasta que la campaña de vacunación avance y se logre la inmunidad de grupo», decía esta semana la consejera de Sanidad, quien señalaba, en todo caso, que los datos de positivos diarios no se encontraban todo lo bajos que se desea.

Verónica Casado reconocía que esta situación de rebrote entraba dentro de sus planes, siempre que ello no salpique a los hospitales, el verdadero termómetro de esta pandemia y que ahora parece que no sufren los picos de contagios, como en anteriores olas: «Estamos subiendo un poco, que era algo de esperar porque ha habido mucha movilidad y mucho contacto social... más de lo que era deseable», decía.

La consejera ponía el acento en la importancia que la vacunación tenía en el moderado incremento de los contagios pese a la relajación de las restricciones y, sobre todo, en el hecho de que los infectados de estas últimas semanas no terminan en la cama de un hospital o de una UCI: «Lo importante es que no aparezca enfermedad moderada y grave, que es lo que lleva a ingresar», afirmaba una Casado, quien insistía en la idea de que «el estado de alarma ha decaído pero no la pandemia». «Si la incidencia acumulada crece a costa de la enfermedad leve o muy poco sintomática, gracias a la vacunación, pues no será un problema, pero sí lo será en caso de que empiece a subir el número de ingresados».

Esto es algo que por ahora no está ocurriendo, a pesar del claro incremento de los contagios en provincias como Valladolid. Por ejemplo, en enero, casi el 20% de los enfermos covid de Castilla y León acababa en una cama de hospital, mientras que ahora no llega al 11%.