Lugar de encuentro, tapas y mucho más

M.B
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Ángel Martínez nos abre las puertas de uno de los clásicos del tapeo de Valladolid, con sus tostada de gambas con ajitos o el bocadito de solomillo al roquefort; o algunos nuevos, como la carrillera con manzana

Lorena, Pedro y Montse, en la cocina de La Tasquita. - Foto: Jonathan Tajes

La historia de La Tasquita se empezó a escribir a principios de los 80 del pasado siglo. Y arrancó con La Tasca, un restaurante típico castellano que se ubicaba en la calle Doncellas. Allí comenzó Ángel Martínez apostando por esos fogones tradicionales y por algo que por entonces era una novedad en estas tierras, el tapeo en barra. Con influencia del País Vasco, Ángel fue uno de los primeros en introducir ese concepto en Valladolid. Hijo de Faustino y Ángela, la familia y el apellido es hostelero de toda la vida. Casa Tino, La Tasquita, El Corcho, El Peso... tienen todos el mismo apellido, Martínez; aunque diferente nombre de la mano de sus hermanos. 

«La Tasca estaba situado en un local grande y en 1986 abrimos uno más pequeño, en Calixto Fernández, con lo que le pusimos el nombre de La Tasquita.Comenzó como restaurante también pero pronto lo cambiamos, por la tendencia que se veía de grupos de personas que venían a tomar un vino, a local de pinchos», recuerda hoy Ángel Martínez, hijo, al frente del negocio. La Tasquita abrió en esa nueva ubicación en 1986, manteniendo conjuntamente La Tasca hasta 1995. En 1989 crecieron e inauguraron un nuevo establecimiento en la calle Peso. Así que a uno le llamaron La Tasquita 1 y al otro La Tasquita 2. 

Unos años más tarde, en 1999, por unas obras de acondicionamiento de la Plaza Mayor, el de la calle Peso se trasladó a la calle Caridad, su actual ubicación. La Tasquita 1 y La Tasquita 2 trabajaron conjuntamente hasta 2010, cuando unificaron plantillas y oferta en un mismo establecimiento.

«¿Qué es La Tasquita? El clásico sitio de tapas de Valladolid, por donde debería pasar todo el mundo», apunta su encargado, Vidal Oliveros, remarcando lo de clásicos: «Somos clásicos». «Es un lugar de encuentro, de quedar con los amigos a tapear», apoya Ángel Martínez.

Porque este restaurante mantiene muchos de los clásicos manjares que han acompañado a varias generaciones de vallisoletanos en las últimas cuatro décadas, como la tostada de gambas con ajitos o el bocadito de solomillo al roquefort, dos de los que arrancaron en los inicios y nunca fallan. Pero junto a ellos la oferta es amplia y pocos serán los lugareños y visitantes que no hayan probado el bocadito de tartar de solomillo a la pimienta, el crêp de rape con salsa de carabinero o la carrillera con manzana. «Cuando hablamos de una tapa o un canapé lo hacemos de algo que se debería consumir de dos bocados», señalan sobre esas opciones que rondan los 3 euros. 

Su éxito radica en la calidad del producto, el precio y el personal. Así lo deja claro Ángel Martínez hablando de las tres ‘p’: «Es importante el producto que usamos, cuidar el precio (sin ser muy barato ni muy caro) y el servicio –ahora con unas 12 personas, y 4-5 en cocina».

Con una capacidad para 90 personas, sin restricciones; y una terraza para otras 24, la apuesta de La Tasquita se ha ido transformando. No solo por la pandemia, ya que su idea venía de antes. «Viendo la tendencia, queríamos mantener nuestros clásicos dándole un toque al mediodía, que se pueda comer o un plato de cuchara o algunas raciones en formato tapa... digamos mini-cocina», aclara Ángel Martínez ante el cambio, incluso físico, que se encuentran ahora los clientes, sin la parte del restaurante al uso que tenía antes y con mesas altas, favoreciendo ese tapeo del mediodía y la rotación de clientela. La idea es dar las dos opciones, el del clásico tapeo y el que se acerca a comer, con la opción de sus canapés, sus raciones o incluso ese plato más elaborado. Con la pandemia también apostaron por el reparto a domicilio y la comida para llevar, un sistema consolidado y que mantendrán a través de su web. 

La Tasquita es, como dicen ellos, un clásico en la ronda de tapas, como el Corcho, el Jero, La Sepia, La Cárcava... pero es algo más... mucho más y adaptado a los tiempos.