15M: una década de la gran explosión social

M.Rodríguez
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Diez años después, poco o nada queda del movimiento de los indignados, que tomó las calles y las plazas para mostrar su decepción con el sistema bajo el lema 'No nos representan'. Algunos de sus protagonistas analizan su efecto

Manifestación conmemorativa del segundo aniversario del 15M. - Foto: Ical

La onda expansiva de la explosión social que supuso el movimiento 15M removió los cimientos de la sociedad española. Una década después, poco o nada queda de las protestas de los bautizados como indignados, pero con los que se identificó, de una manera u otra, gran parte de la población. La crisis económica y la falta de conexión con las instituciones llevó a miles de jóvenes, parados, trabajadores, jubilados y amas de casa a tomar las calles y plazas de Valladolid para pedir una nueva política bajo el lema ‘No nos representan’.  

Un grito de auxilio para frenar los recortes, minimizar el paro, disminuir la precariedad o frenar los desahucios. Pero fue una catarsis colectiva fruto de la incertidumbre general y la decepción de muchos con sus gobernantes, que justo en ese momento estaban inmersos en una campaña electoral para renovar los gobiernos autonómicos y locales en las elecciones del 22 de mayo.

Las convocatorias iniciales llegaron a Valladolid de la mano de la plataforma Democracia Real Ya, que concentró a un grupo de 200 personas en Fuente Dorada para protestar por el desalojo de los manifestantes acampados en la Puerta del Sol, donde germinó el movimiento. Esta plataforma no estaba vinculada a ningún partido político. «Yo estaba en la JOCE y una amiga, Raquel Antón, me habló de  la convocatoria y quedamos un grupo para hablarlo. Y allí se formó un poco el germen del movimiento en Valladolid», explica Virginia Hernández, en aquel momento estudiante de quinto año de Filología y actual portavoz de Toma la Palabra en la Diputación. Hernández abre el baúl de los recuerdos para rememorar las reuniones preparativas de la primera manifestación con grupos como Valladolid sin futuro, el colectivo del Malestar y Alternativa Universitaria. «Los dos días antes estuvimos pintando pancartas en el Penicilino y por las noches repartiendo flayers por bares y en coches», apunta.

Cientos de personas convocados por el Movimiento 15M se manifiestan en ValladolidCientos de personas convocados por el Movimiento 15M se manifiestan en Valladolid - Foto: IcalUnos preparativos que desembocaron en la convocatoria de la manifestación, que partía de Colón. «Quedamos 45 minutos antes en el bar Ancón para ver cómo iba a funcionar. Y cuando diez minutos antes de la hora vimos que comenzaba a llegar muchísima gente fue emocionante», rememora con nostalgía. Hernández recuerda que acudió gente de todo tipo, que se sentía identificada con lemas que mostraban la queja por el «desapego» de las instituciones con la calle.

De la manifestación se pasó a las concentraciones en Fuente Dorada y más tarde a la acampada. «En nada, todo creció», reconoce Hernández. La plaza se convirtió en la referencia del movimiento, que se organizó en grupos de trabajo para coordinar las protestas, siempre con el escenario de fondo de unas elecciones  que consideraban que no eran más que un trámite mientras los partidos políticos no emprendiesen reformas estructurales en el sistema. «El descubrimiento de lo colectivo fue una sensación muy fuerte. Vimos que no estábamos solos y que había mucha gente con las mismas inquietudes para formar una reclamación conjunta», recuerda Jorge Castrillón, uno de los portavoces del colectivo en 2011.  

 

Fuente Dorada.

Este estudiante, que ahora vive en Uruguay, recuerda que no estuvo en el germen inicial, pero que llegó a Fuente Dorada tras  el éxito de la manifestación del día 15. «Había buen rollo, ironía en las pancartas y nos fuimos a casa con la sensación de que algo pasaba». Un éxito que recalca supuso la crisis del sistema bipartidista. «La gente joven estaba poco politizada, pero algo se gripó», apunta.

Tanto Hernández como Castrillón destacan la transversalidad del movimiento. «Había gente de todas las edades y las asambleas nos sirvieron para aprender a escuchar y tomar conciencia de muchos temas, como los derechos de las mujeres», recalca. Algo que Castrillón entiende contribuyo a su éxito. «Al principio había escepticismo, pero cuando se popularizó, se vio que no íbamos bajo ninguna bandera, tuvo la aceptación general».

Durante varias semanas las asambleas de Fuente Dorada, símbolo del movimiento en la capital, conseguían congregar a centenares de personas que apuntaban su indignación contra la clase política que veían blindada contra la ciudadanía. En ese tiempo se convocaron nuevas manifestaciones, que consiguieron sacar a la calle, en alguna ocasión, a más de 6.000 personas, para exigir «una democracia participativa y el fin de la dictadura de los bancos».

Unas demandas que fueron la semilla para el nacimiento de un nuevo partido: Podemos. «El PP y el PSOE nos veían como extraterrestres, pero su gran error fue no escuchar nuestras peticiones», recalca Castrillón.

 

Política.

En este movimiento participó Charo Chávez, actual concejala de Comercio e Innovación en el Ayuntamiento, pero que en 2015 fue la candidata de Podemos a la Alcaldía. En 2011, Chávez acababa de regresar del extranjero y recuerda que se encontró una España en crisis. «No había oportunidades laborales aunque tuvieras experiencia y conocimientos. Monté un bar en Cantarranas. Alrededor de él y de otros de la zona se gestó el movimiento», explica. Destaca que le sorprendió positivamente que la gente joven tomara el relevo en el activismo social. «Aportaban maneras frescas y el discurso se compartía más allá del activismo social», recuerda. Chávez considera que esa masa social forzó el fin del bipartidismo y el nacimiento de nuevas formaciones, como la que ella encabezó años después. «El lenguaje y la retórica  no servían para expresar las necesidades de ese momento», recuerda. Aunque también reconoce que los partidos han evolucionado poco a día de hoy y la sociedad se ha polarizado.

Ahora Chávez forma parte del equipo del socialista Óscar Puente, que recuerda el 15M como un movimiento de catarsis y esperanza, aunque apunta que ninguna de sus reivindicaciones cuajó. Eso sí, reconoce su efecto en la política y considera que el partido que más espabiló fue el PSOE, que pasó a la oposición porque el PP ganó las elecciones generales por mayoría absoluta. «Es curioso que después llegaron los mayores episodios de corrupción del PP y al PSOE le surgió un partido por la izquierda, que nos puso las pilas», apunta. 

El actual alcalde de Valladolid, que asegura que ha pasado página de aquella etapa, entiende que el principal hándicap del movimiento fue que cristalizó en un partido «que no supo aprovechar esa inercia social». Además, Puente no defiende la tesis de ‘indignados’ como Castrillón que defienden que el 15M frenó la llegada de la extrema derecha a España. « Creo que siempre han existido, otra cosa es que ha estado camuflada o integrada dentro del PP, que sufrió un desgaste político importante y decepcionó a una parte de su electorado, que se mudó a las filas de Vox. No creo que el 15M fuera un antídoto», recalca.

Eso sí, recuerda que en su cierre de campaña en el año 2011, que se saldó con un mal resultado, mostró su aspiración de que los jóvenes que estaban en las plazas se incorporaran a su partido. «Quería que se sintieran representados en el PSOE. Y he sido consecuente con eso y entiendo que lo hemos logrado a nivel municipal a tenor de los resultados», concluye.

En plena campaña electoral estaba también María Sánchez, portavoz de Valladolid Toma la Palabra (VTLP) y actualmente concejala de Medio Ambiente. «Me pilló de campaña para las municipales de 2011, las que me llevaron al Ayuntamiento por primera vez tras un proceso de primarias abierto en 2010, pionero en el país. Ni podía sumarme como una ciudadana más, ni seguir la campaña como si nada: nos acercábamos a las asambleas en un discreto segundo plano y en silencio y cerrábamos nuestra caseta electoral como muestra de respeto», detalla. Sánchez, considera que el 15M fue un cortafuegos para que el descontento social no alimentara a la extrema derecha, al contrario de lo que defiende su socio de Gobierno, Óscar Puente. «Permitió que se canalizara hacia la reivindicación de democracia real e igualdad. Diez años después, en ese cortafuegos ha comenzado a crecer la maleza. Para conjurar el discurso del odio y del sálvese quien pueda, bien nos vendría volver a llenar las plazas», apuesta.

Una visión distinta tiene su compañero de partido y en aquel momento subdelegado del Gobierno, Cecilio Vadillo. Desde su cargo detalla que vivió una situación contradictoria porque entendía que la crisis y el plan de austeridad «impuesto» por Europa hacían que la situación general fuera «complicada». Vadillo entiende que había un caldo de cultivo para el movimiento social, pero recalca que desde el Gobierno fue «difícil» porque tenían que mantener la seguridad. Eso sí, insiste que en Valladolid todo se desarrolló bien. «Intentamos mantener el equilibrio y se evitaron los enfrentamientos», recuerda. Aunque hubo momentos complejos, como cuando se decidió levantar la acampada de Fuente Dorada.  «Al final salió bien porque todos entendimos que la situación estaba agotada y ya no tenía sentido mantenerlo», concluye».