Una historia de vino, un resultado de éxito

Juan López/ ICAL
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La DO Rueda cumple mañana 40 años, con un notable cambio en la producción y elaboración de blancos producidos con Verdejo y un futuro por recorrer

Una historia de vino, un resultado de éxito

“Si Rueda ha sido algo, ha sido un éxito; qué duda cabe”. Francisco Hurtado tiene claro que tras un difícil camino, los vinos de la Denominación de Origen más importante de blancos del país solo pueden crecer, tanto en conocimiento como en calidad. Junto a Antonio Sanz y Félix Lorenzo Cachazo conformó la mesa de fundadores, que integraban diez bodegueros de la zona, entre los que figuraban la Cooperativa La Seca, que tuvo un papel imprescindible de defensa de los viticultores, Vinos Sanz, Álvarez y Díez, Marqués de Riscal o González Yllera; y que constituyeron el 12 de enero de 1980 la DO, cuyo sello formal se plasmó en el Boletín Oficial del Estado, la primera reconocida de Castilla y León. Y así nacieron los vinos de Rueda, para el que hubo que votar incluso el nombre, y que mañana cumple 40 años: una historia de vino, un resultado de éxito.

 

Los tres recuerdan a Ical al primer presidente, Pedro Llorente, fallecido en accidente de tráfico en junio de 2018, y que siempre calificó a Rueda de su “niño pequeño” a pesar de su vinculación con otras áreas vitivinícolas españolas. Hoy en día, se trata de la DO “más potente de vino blanco”, según destaca el director general del Consejo, Santiago Mora, con un 40 por ciento de cuota de mercado de este sector de calidad de España, con 18.000 hectáreas de viñedos, y con la variedad autóctona Verdejo en la cúspide de este logro. En 1980 no se superaban las 3.000 hectáreas.

Una historia de vino, un resultado de éxitoUna historia de vino, un resultado de éxito

En total, 92,8 millones de botellas comercializadas en 2019, con un incremento del 13 por ciento respecto al año anterior y un uno por ciento más que el anterior récord, que databa de 2017, cuando se superaron ligeramente los 91 millones. La producción el pasado año se situó en los 115 millones de kilos, inferior a los 130 registrados hace dos años, cuando se obtuvo la cantidad más alta lograda de su historia de cuatro décadas.

 

Y con varios retos de cara al futuro, tal y como plantea la presidenta del Consejo, Carmen San Martín, la única mujer que hasta el momento ha presidido el órgano gestor en un mundo que hasta no hace mucho estaba copado mayoritariamente por hombres. “Veo el futuro en dos vertientes”, detalla. Por un lado, a nivel de comercialización, donde admite que Rueda tiene que “exportar más y ocupar el lugar que se merece en los mercados internacionales”. “Hemos tenido un éxito tan grande en España que quizás hemos puesto poco empeño en darnos a conocer fuera. El esfuerzo exportador es clave y se ha potenciado en otras zonas desde mucho antes. Es un trabajo lento y tarda en verse los resultados, pero tenemos que demostrar nuestras cualidades y potencial fuera”, relata San Martín a Ical. No obstante, actualmente se desarrollan actividades de promoción en 28 países, entre ellos Estados Unidos, en conjunto con Ribera, y en China.

 

En segundo lugar se refiere a la versatilidad de la variedad Verdejo, que “está por dar a conocer al gran público”, aún con un gran margen de mejora. A su juicio, el triunfo del tipo Rueda-Verdejo joven “ha sido tan relevante” que la DO se ha centrado “demasiado en él sin prestar tanta atención a espumosos, dorados, pálidos, vinos de crianza biológica, los fermentados en barrica…, muchos de ellos incluidos en el nuevo pliego”, que abre la puerta a la experimentación con variedades blancas como la Viognier y Chardonnay, que dan otras posibilidades al elaborador, siempre manteniendo la mezcla de al menos el 50 por ciento de la uva autóctona. “Se trata de buscar “perfiles de cata diferente para ese consumidor que le gusta explorar cosas nuevas”, incide la presidenta.

 

“Un esfuerzo colectivo”

San Martín recuerda que el éxito actual de la DO Rueda es el resultado de un “esfuerzo colectivo” de cuatro décadas, empezando por quienes decidieron apostar por su constitución en los últimos años de la década de los 70. “Podemos mirar hacia atrás con orgullo en cada momento, porque en 40 años muchos han aportado lo mejor de cada uno y gracias a la suma de todos ello estamos hoy aquí”, ensalza.

 

Entre los hitos de este periodo, la presidenta destaca la incorporación de vendimia mecanizada del Verdejo en 1992 y los sistemas de frío, que supusieron una “auténtica revolución por el control de temperaturas en la bodega frente a la fermentación en depósitos de hormigón “de forma descontrolada”. “Un antes y un después a nivel de viticultura y de elaboración”, desliza. “Son los dos pilares fundamentales de porque esta DO ofrece vinos de tan alta calidad a precios competitivos”, defiende San Martín.

 

Actualmente, las bodegas de Rueda cuentan con “tecnología puntera y con profesionales muy formados fuera”. “La mejora de equipos y el capital humano se traslada a la calidad de elaboraciones”, opina. Otro punto de inflexión fue también la entrada del riego por goteo.

 

Rueda siempre estuvo presente en las celebraciones de la Casa Real, tanto de los actuales Borbones como en épocas históricas de España. Así, se eligió un Rueda Superior para los banquetes de las bodas de las infantas Elena y Cristina, en 1995 y 1997, respectivamente, así como en el enlace del actual rey, Felipe VI, cuando aún era príncipe, en 2004. Y en 2009 se patrocinó por primera vez a un equipo de deporte, el equipo de baloncesto de Valladolid en Liga ACB, al que se otorgó el nombre de Blancos de Rueda.

 

Margen de crecimiento

Santiago Mora, que lleva cinco años en el consejo, contaba con nueve años en 1980, cuando estudiaba en los Escolapios de Salamanca. La primera vez que tomó un Verdejo lo hizo con 20 años y fue en 1998 cuando de verdad fue consciente de “lo que significaba” Rueda, ya que hasta entonces “los blancos eran menos tradicionales”. A día de hoy representa el 28 por ciento del consumo en España, frente a 65 de tinto y el 6,3 de rosado. “Si alguno salva la situación, es el blanco, pues el consumo de vino o baja o está estancado en España”, asevera.

 

Por ello, coincide con la presidenta en que al vino blanco todavía le queda recorrido “para hacer elaboraciones especiales con la Verdejo”. “El cliente pide productos diferentes y de mayor valor añadido, y ese el reto de Rueda. Año a año sigue copando liderazgo, con clientes fieles y los que se suman”, sostiene. A ellos se añaden los vinos dorados, los frescos del año o su capacidad de envejecimiento. “Es una uva todavía por descubrir que no se puede deslocalizar. Hay que aprovecharlo: medio rural, tradición, mil años de experiencia de elaboración y que genera riqueza en las familias”, sentencia.

Por ello, durante el año 2020 se celebrarán actividades que sean un “tributo al consumidor, que es el que ha apoyado a Rueda estos 40 años y ha elegido sus vinos como los preferidos por todos”. Además, contará con un acto central aún por concretar.

 

Los inicios

Mora rememora que fue el 6 de agosto de 1977 cuando se publicó una nueva orden de Agricultura por la que se reconoció la DO Rueda y se le facultó para constituir un consejo con carácter provisional y que desarrollara un reglamento propio para su funcionamiento. Ese órgano se reunió por primera vez el 16 de diciembre de 1977, presidido por el malogrado Pedro Llorente, y significó el “punto de partida” para el reconocimiento de los vinos de calidad del resto de Castilla y León.

 

En ese momento se empezaron a sumar los elaboradores locales y se redactó un reglamento para discutir el objetivo, que ya definía las zonas geográficas y sobre todo daba importancia a “mantener el origen y la calidad”, un ejemplo que ya se encontraba consolidado en Francia.

 

Pero casi medio siglo antes ya se registró otro intento previo de creación de la DO, concretamente en 1932, en la II República, cuando se constituyó un estatuto del vino que reconoció como protegidas una serie de zonas vinícolas de España y la única que “aparece de Castilla y León es Rueda”, aunque en ese momento no tenía un nombre concreto. “Establecía la posibilidad de desarrollar un reglamento para articular el funcionamiento de la DO. Pero por la inestabilidad política de la época se frenó”, explica Mora.

 

Durante el último milenio, la Verdejo ha sido la uva autóctona de la zona, a donde llegó del norte de África en el S.X y desde donde se extendió por la cuenca del Duero. Su punto álgido en la historia, además de en la actualidad, se alcanzó durante el reinado de los Reyes Católicos, con Medina del Campo y Madrigal de las Altas Torres, actualmente dentro de la DO Rueda. “Era el vino que se servía en la corte. Eran los llamados dorados, los que más recuerdan a la época medieval, y de ellos también se habló en la constitución de la DO Rueda en 1980”, sostiene.

 

De hecho, Miguel de Cervantes ha nombrado los vinos de esta comarca en muchos de sus libros, con referencias históricas continuas. Antes de la llegada de la filoxera, en los años 70 del siglo XIX, se calcula que había 90.000 hectáreas de viñedo en los pueblos que se ubican en la actual delimitación de Rueda. Ahora, con 18.000 hectáreas, se trata de la DO “más potente de vino blanco”.

 

A partir de los años 70 del siglo XX, también con la mediática llegada del enólogo francés Emile Peynaud, “entre todos convirtieron una zona en la que se arrancaba viña de forma masiva en un área de producción por excelencia, gracias a la uva autóctona Verdejo, que nos ha puesto en el mapa”. A los diez bodegueros del principio se han unido otros con diferentes filosofías. “Ahora han venido de Rioja, Ribera del Duero, Cataluña o Andalucía, que han puesto sus ojos en Rueda”, asiente Mora, quien añade que debe ser un proyecto de “todos juntos para adelante”, como sucedió en 1980, cuando “se dejaron de lado intereses personales y particulares para apostar por la creación de la DO, por el bien común de la zona”.

 

A día de hoy, admite que este factor “es complicadísimo” y tras 40 años “sigue siendo un problema continuo ir todos de la mano”. Por eso, prosigue, tiene un “gran mérito” que aquel avance se produjera “en el medio rural castellano”.

 

Una historia real

Es una mañana fría de enero. Esa en la que Francisco Hurtado, de Marqués de Riscal, recuerda aquellos inicios como uno de los fundadores, cuando contaba con 33 años. “Es adentrarse en la noche de los tiempos. Por el tiempo transcurrido y todas las circunstancias que concurrían en aquellos momentos”, subraya. Se nota que sabe de lo que habla y admite que al no existir una DO “había bodegas que trabajaban con uva que adquirían fuera y que era absolutamente legal”.

 

No esconde que era un momento en que la plantación de viñas en Rueda “no estaba nada clara, estaba en duda incluso que la vid fuera un cultivo rentable”, por lo que se manejaba básicamente Jerez, Palomino y Viura, y el Verdejo “era minoritario”. “Imagínate que difícil fue convencer a la gente de que plantara viñas, y encima Verdejo, cuando habían arrancado muchas hectáreas en la década de los 70”, rememora ahora. Entonces, “se les intentó convencer de que la viña era una excelente salida para el tipo de tierra de la zona porque la mayor parte eran terrazas del Duero, muy pobres, que sólo valían para la viña, porque los cereales eran poco rentables”.

 

Por ello, se comenzaron a desarrollar experiencias con el Ministerio de Agricultura, con injertos y formas de cultivo como la espaldera, que no era conocida en Rueda en ese momento. En el 78 la gente “empezó a entrar muy poco a poco”.

 

A ello se sumó otro problema añadido: el bajo consumo de vino blanco, en una gastronomía dirigida a los tintos. “En Madrid solo lo ofrecían una docena de marisquerías, nada más”, narra. El escenario político y social de España de aquellos años, tras la muerte del dictador Franco, cambió con la apertura de la sociedad. “Se regeneraron muchas cosas; también la gastronomía, que pasó de abusar del lechazo y el chuletón a ensaladas y comidas menos pesadas. Ese cambio de costumbres dio lugar a cambios en los vinos y la entrada del blanco, donde había que competir con algo de Rioja, que no solo tenía tintos, y Cataluña, pues en Galicia aún no había nada”, subraya.

En la misma línea, Félix Lorenzo Cachazo, bodeguero de la DO y donde sus hijos continúan con la tradición. Tenía 38 años cuando se creó el Consejo y participó desde el principio en las primeras reuniones celebradas en Medina del Campo y Valladolid. “Desconocíamos lo que eran las DO, entonces sin nombre, y de ahí partieron las iniciativas sobre los vinos que queríamos elaborar, totalmente diferentes a lo actual”, sostiene.

 

Recuerda la “ilusión de las bodegas de todos los pueblos”, que tenían “mucha fe” en la uva Verdejo, en una época en la que el consumo de blanco era residual. Hoy se contabilizan alrededor de 70 bodegas, en ligero aumento desde la creación de la DO, cuando se produjo un “cambio brusco” y se empezó a elaborar con fermentación controlada, con frío, que “influyó bastante”.

Lorenzo Cachazo recuerda que viajaba a Madrid, Levante o Andalucía para buscar distribuidores y “a la gente le sorprendía lo que era Rueda, no lo habían oído; cuando raro es que hoy nadie cuente con ellos”. “Costó mucho introducirlo en el mercado”, admite, para presumir de haber vivido los cambios, ya que perteneció al grupo de elaboradores de la bodega subterránea, “cuando no se separaba el mosto y se buscaba vino de grado; y ahora ha visto las bodegas nuevas”.

 

Por último, Antonio Sanz, otro de los fundadores, que tenía 33 años y que es la quinta generación de elaboradores, tanto por parte de su madre, de la localidad de Rueda, como de su padre, de La Seca. El propietario de Agrícola Sanz, también creador de Palacio de Bornos, recuerda las reuniones en la Villa de las Ferias y en la calle Santuario de Valladolid, en una de las cuales, exclama entre risas, se decidió el nombre de la DO en una terna en la que figuraban ‘Vinos de Medina’, ‘Vinos de La Seca’ o ‘Vinos de Nava’, entre otros, y donde por votación venció la denominación ‘Rueda’.