La nueva vida del comercio

M. R. I. / Ó. F.
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Los establecimientos de menos de 400 metros han optado por ir reabriendo progresivamente sus puertas durante esta semana

Los pequeños comercios de la capital vuelven tímidamente a funcionar. La escasa actividad comercial en estos locales menores de 400 metros cuadrados, que pueden abrir con cita previa en la Fase 0, se atribuye a la «incertidumbre» e «indefinición» entre los comerciantes, pero también los clientes. Después de dos meses con sus persianas bajas, esta semana los empresarios han ido abriendo progresivamente sus establecimientos, que se han tenido que adaptar a las estrictas exigencias sanitarias para evitar los contagios por coronavirus.
Hay muchas dudas, en algunos casos, sobre la aplicación de las directrices sanitarias fijadas por el Gobierno, pero también sobre los ERTE, a los que se han acogido la mayoría, o a las subvenciones públicas, que no saben si podrán recibir o cuándo estarán disponibles. Mientras, los locales se amoldan, como pueden, para garantizar la distancia mínima de seguridad dos metros entre clientes, y en los establecimientos más pequeños, en los que no es posible mantener esa separación, se permitirá únicamente un solo cliente. Una situación más fácil de controlar en la Fase O porque los negocios solo pueden atender mediante cita previa, pero que se complicará en la Fase 1, con libre acceso. 
Menos dudas hay en la aplicación de la medidas de limpieza en cada negocio. En el sector textil, todas las tiendas consultas por El Día de Valladolid, tienen listo el sistema a aplicar si un cliente se prueba una prenda. Así, se higienizará por varios medios el artículo y los probadores, que solo se utilizarán por una persona, se limpiarán y desinfectarán tras cada uso. La normativa también prohibe ofrecer productos de prueba como cosméticos o perfumería y, además, no autoriza el uso por los clientes de los aseos del comercio.
Todas estas medidas tratan de dar la «máxima seguridad» a los posibles compradores para que poco a poco se animen a volver a las tiendas. La llamada de auxilio del comercio de proximidad es unánime, y piden a los ciudadanos que no se olviden de ellos. Recuerdan que generan empleo de calidad. «El 70% del empleo del pequeño comercio es estable y de calidad», apunta Alejandro Pellitero, presidente de Avadeco. Pero también tiran de la imagen de las calles vacías para explicar a sus vecinos que «el comercio da vida a la ciudad y que con los negocios vacíos es un espectro», reiteran.

 

Mila González (complementos): «Necesitamos apoyo. Esta crisis ha llegado en un momento muy malo y justo nos pilló con el cambio de temporada»

Esta veterana diseñadora vallisoletana ha decidido reabrir su tienda, ubicada en Héroes de Alcántara, para atender la clientela fija que le ha ido solicitando cita previa. De momento, ha asumido el reto en solitario y ha decidido mantener en ERTE a sus tres empleadas, aunque según cómo evolucione la demanda irá incorporándolas poco a poco. «Ahora todo es un poco raro. Están viniendo los clientes de siempre, que ya saben lo que quieren porque lo han visto en las redes sociales. Pero va poco a poco. Le temporada está perdida», detalla Mila González. Eso sí, aprovecha estos días para ajustar las medidas de seguridad que aplica en su negocio. En la entrada hay gel hidroalcohólico y cada producto que se prueban se desinfecta luego correspondientemente. «La seguridad es los primero. Y las rutinas de higiene se repiten cliente tras cliente», detalla. Eso sí, la reapertura no mitiga la preocupación por el futuro, que ahora se presenta muy incierto. «La gente tiene que darse cuenta que el pequeño comercio es una parte muy importante de la ciudad y que con los negocios cerrados estaba muerta». Aunque la incertidumbre no ha impedido que la diseñadora apueste por el color en su nueva colección y en la decoración de la tienda. «Es importante y atrae a la gente. Además, está funcionando muy bien en las redes sociales», concreta.

 

María Rodríguez (Amber): «Estaría bien tener una plataforma común para que podamos asumir el servicio a domicilio»

La preocupación es visible en la cara de la propietaria de Amber, María Rodríguez. Este pequeño comercio de ropa y regalos ha reabierto sus puertas esta semana con cita previa. Y aunque la respuesta de los clientes habituales es «buena»y van llamando para pedir hora, la incertidumbre de cómo funcionará la desescalada no se va de la cabeza de la dueña. «Los gastos fijos han seguido corriendo estos meses y tengo que seguir invirtiendo en productos para tener surtido en la tienda y que eso atraiga a los clientes», explica. De momento, mantiene a la empleada que tenía en un ERTE y asume en solitario el trabajo de la tienda, que aunque con menos clientela sigue siendo intenso por las labores de desinfección que se repiten cíclicamente. «La gente tiene que estar tranquila y saber que puede venir a comprar porque estará segura». Además, está volcada en las redes sociales, en las que apunta que tiene bastante repercusión, y vende tanto por la web como por teléfono o Whatsapp. Aunque apunta el problema que suponen los costes del envío a domicilio. «He llamado al Ayuntamiento para proponer que intenten llegar a un acuerdo con una empresa de transportes y que asuma las entregas de los pequeños comercios en Valladolid. Eso sería de gran ayuda porque a nivel individual el coste de reparto es muy alto».

 

Eva Martín (librería Moiras): «Damos cita previa, no puede haber más de una persona al mismo tiempo en la tienda y no puede tocar los libros»

Moiras es una librería técnica universitaria especializada en varias materias científicas, como Medicina, Ingeniería y Economía. Aparte del confinamiento, otro de sus problemas ahora es que la actividad académica está ‘a medio gas’ y los estudiantes se nutren de mucho material que los docentes envían online, por lo que la demanda de estos libros ha bajado. «Ahora estamos vendiendo más novelas y cuentos infantiles», explica Eva Martín, la responsable. Este negocio abrió sus puertas el pasado día 4, aunque atiende a los clientes con cita previa. «Teníamos pedidos pendientes de estos días a través de las redes sociales, donde nos hemos movido mucho, así que era mejor abrir y... si vendes cuatro libros, pues eso que vendes», añade. Eso sí, todo adaptado a las circunstancias actuales. Los clientes tienen que concertar una cita previa en unos teléfonos expuestos en el escaparate, no está permitido que haya más de uno a la vez en la tienda y tienen prohibido tocar los libros. Si quieren hacer una consulta, es la propietaria la que lo enseña. «Cuando pasemos a la fase 1, el límite será de dos personas», reconoce la propietaria. Respecto a la afluencia de compradores, Martín asevera que «hay un goteo». También recibe muchas llamadas de personas interesadas en saber si ya ha abierto.

 

Javier Cepedello (Cascanueces): «El apoyo al pequeño comercio es básico. Damos vida a la ciudad. La gente puede venir tranquila.  Estarán seguros»

Cascanueces fue uno de los primeros comercios del centro en abrir sus tiendas y levantar el ERTE que tenía sobre sus 10 empleados. Sus dueños han adaptado esta tienda de ropa, complementos y regalos a las exigencias de la nueva situación sanitaria, con menos productos expuestos y más espacio en sus pasillos para «ordenar» la circulación. Sus clientes comenzaron a acudir con cita previa desde el lunes, y se animaron tanto a probarse ropa como a realizar las primeras compras después de dos meses de confinamiento. «Hemos invertido más de 2.000 euros en medidas de higiene: geles, guantes, mamparas, mascarillas para el personal,...», explica Javier Cepedello, uno de los propietarios del negocio. Todo para evitar los posibles «recelos» de sus clientes y asegurarles que pueden volver a comprar en el local con tranquilidad. «La ropa expuesta y que se toca se higieniza con un pulverizador. Yla que se prueban, además, le aplicamos un tratamiento de ozono y la sometemos a cuarentena», detalla. Este comercio ha mantenido una actividad intensa en sus redes sociales durante los dos meses que ha estado cerrado, además de tener operativa su propia tienda online. Pero ahora han decidido dar un paso más en la atención a sus clientes y con el servicio de cita previa también ofrecen una atención «personalizada» ya sea en la tienda o por videollamada. Todo en medio de la incógnita de futuro, pero reivindicando la importancia del pequeño comercio para la ciudad.

 

Javier Ortiz (ferretería Ortiz): «Tenemos muchos clientes particulares porque hemos estado dos meses cerrados y había arreglos pendientes en  las casas»

Aunque ferretería Ortiz también abrió el día 4 de mayo, su actividad no ha parado durante el confinamiento. «Al ser proveedores del Ejército, la Policía, los hospitales y otros profesionales esenciales, hemos podido seguir trabajando, aunque fuera a puerta cerrada», señala Javier Ortiz. Además, reconoce que en la primera semana de apertura «la cosa ha ido muy bien» y no han notado un descenso de clientes pese al confinamiento. «Tenemos muchos clientes particulares porque hemos estado dos meses cerrados y había pequeños arreglos pendientes en casa», dice. Eso se ha unido a la demanda generada por el coronavirus, tanto por las empresas como los particulares. Es decir, mamparas, pantallas de protección facial, mascarillas y guantes, especialmente. Todo lo que llega tarda unas horas en venderse. «Además, todo se pide con mucha prisa, aunque el material llega a cuentagotas», señala. Aunque en un principio empezaron a funcionar con cita previa, ahora ya no lo hacen porque resulta muy complicado determinar cuánto tiempo se va a dedicar a cada clientes. Puede ser 20 segundo o diez minutos, depende de lo que necesite. Eso no significa que no se hayan tomado medidas de seguridad. Cuando tienen mucha afluencia, solo dejan estar en la tienda al mismo número de clientes que dependientes disponibles.

 

Susana Margarida (zapatería Berretes): «He tenido que limpiar absolutamente todo con lejía para desinfectar, desde el escaparate hasta los almacenes»

La zapatería infantil y juvenil Berretes abrió el primer día que se permitía hacerlo bajo la condición de que se funcionase con cita previa. «Tengo la suerte de que vivo cerca del negocio y puedo atenderlo de esta forma», reconoce la dueña, Susana Margarida. De momento no ha tenido que hacer desplazamientos de un sitio a otro cada vez que venía un cliente. Ha estado de forma permanente en la tienda realizando un intenso trabajo de limpieza. «He tenido que limpiar absolutamente todo con lejía para desinfectar, desde el escaparate hasta los almacenes», señala. Margarida reconoce que la mayor parte de las citas previas que le han llegado son de clientes habituales de la tienda, casi todos vecinos de la zona. Y a través de Whatsapp, porque el negocio no tiene ningún sistema de venta online. Ella recibe los pedidos, los apunta en una libreta e incluso lo lleva algunas veces a domicilios. Este contratiempo ha llegado en el peor momento para esta pequeña empresaria, dado que estaba inmersa en un proceso de liquidación para ampliar sus productos, abandonar unas marcas y ofrecer otras más económicas, además de abordar el mercado de las «zapatillas de señora». Para ello necesita liquidar sus existencias, un proceso que se ha demorado por el cierre impuesto. Un periodo en el que también se le ha pasado por la cabeza cerrar definitivamente.