El primer condenado

Leticia Ortiz (SPC)
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David Oubel, que asesinó brutalmente a sus hijas de nueve y cuatro años con una sierra radial, 'estrenó' la máxima pena en 2017

El parricida de Moraña nunca mostró signos de arrepentimiento por su doble crimen - Foto: Salvador Sas

Con premeditación y sin motivo aparente. Así fue el doble crimen que llevó a David Oubel a convertirse en el primer condenado en España a prisión permanente revisable después de asesinar brutalmente a sus hijas de nueve y cuatro años.

No fue un acto de locura transitoria. El parricida planificó los asesinatos cuidadosamente hasta el punto de escribir dos cartas -para una prima suya y para su novio- que debían ser entregadas a la misma hora en la que él estaba matando a las pequeñas Amaia y Candela. Un día antes de aquel trágico 15 de julio de 2015, Oubel compró la sierra radial con la que pensaba cometer el crimen y, también en las jornadas precedentes, se hizo con los medicamentos relajantes que utilizó para adormecer a las niñas y evitar aún más una posible resistencia. Además, la noche antes del doble asesinato, avisó a su pareja de que no pensaba ir a trabajar el día siguiente porque se encontraba mal.

Con la sangre fría propia de un psicópata, como le definieron en el juicio los psiquiatras que le evaluaron, el parricida salió a dar un paseo por Moraña con sus dos hijas. Sobre las 11 de la mañana, llegaron a casa, momento que aprovechó para sellar todas las puertas (para evitar que nadie pudiera interrumpirle) y elevó el sonido de la música para ocultar los ruidos a los vecinos. En algún momento, además, llamó a su exmujer para contarle sus terribles intenciones. 

Primero atacó a la niña pequeña. Con la sierra, según la sentencia, le produjo «varios cortes muy profundos a la altura del cuello y unos instantes después finalizó la incisión en el cuello con una arma blanca  (tipo cuchillo de cocina), con lo cual le ocasionó el degüello y la muerte inmediata por una hemorragia masiva y el shock hemorrágico consiguiente». Después fue a por la mayor, a la que tuvo que atar con cinta americana porque los sedantes no le hicieron efecto e, incluso, forcejeó con su padre. Para matarla empleó la misma técnica que con su hermana de cuatro años: primero la sierra radial y luego el cuchillo de cocina.

Él mismo, después del doble crimen, se hizo unos cortes en las muñecas con la intención, al parecer de suicidarse, aunque los médicos que le atendieron dudaron de ello por la escasa profundidad de las heridas.  «No se quería suicidar. Lo único que le importa es él y nada más. Su mundo y su historia», apuntó meses más tarde el que era su pareja. Una opinión compartida por uno de sus primeros compañeros de celda, que destacó de Oubel su frialdad y su narcisismo: «Si pasas una hora con él, sales aterrado. No siente ningún remordimiento por lo que hizo. Es un monstruo. Y duerme a pierna suelta. Si un día sale de prisión volverá a matar. No quisiera verle cerca de mis hijas. Es un disparate que quieran derogar la prisión permanente revisable».