Alice B. Gould, una intensa vida

Jesús Anta
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Llegó a España en 1911 y unos manuscritos de Simancas llamaron su atención. Creyó que esa investigación sería cosa de unos meses, y ahí comenzó su intensa relación con el Archivo de Simancas

Alice B. Gould - Foto: Cedida por la Asociación de Mujeres de Simancas

La bostoniana Alice Bache Gould-Quincy, afincada en Simancas, falleció el 25 de julio de 1953, con 85 años de edad, al pie del Archivo en el que tantas horas invirtió para convertirse en una importante y respetadísima investigadora. Está enterrada en el cementerio británico de Madrid.

Había sido educada en los más selectos colegios y universidades de EEUU e Inglaterra, y su ingente tarea investigadora sobre los viajes de Colón, sus tripulaciones y el descubrimiento de América comenzó en Puerto Rico, donde Alice fue a parar en 1903 por razones de salud. Mas, a la vista de la situación en aquel país, terminó por implicarse en el establecimiento de un fondo de ayuda a los maestros portorriqueños y, además, montó una escuela de enfermería. Ahí fue cuando su faceta de historiadora ganó a la de matemática, ciencia en la que también tenía formación universitaria, pues no en vano su padre, Benjamín, era un reputado astrónomo. A este respecto, Alice financió la Fundación Benjamín Gould para el desarrollo de la Astronomía.

Recaló en España en 1911 camino de Roma, pero unos manuscritos de Simancas llamaron su atención. Creyó que esa investigación sería cosa de unos meses, y ahí comenzó su intensa relación con el Archivo de Simancas y de Indias (en Sevilla) que la llevó todo el resto de su vida. De hecho, se instaló definitivamente en Simancas en 1925.

Sea porque el gobierno le conminó a marcharse de España, o por iniciativa propia, el caso es que el periodo de la Guerra Civil lo pasó en su tierra natal y, cuando regresó a Simancas se encontró con que su despacho había sufrido un incendio y tuvo que volver a documentar y escribir las biografías de los primeros tripulantes de las naves de Colón. Y hablando de guerras, Alice trabajó como voluntaria en la oficina de espionaje de la embajada de EE.UU de España durante la I Guerra Mundial.

Producto de su rigurosa tarea investigadora fue que en 1942 sería la primera mujer en ingresar en la Real Academia de la Historia, al parecer con la oposición de los académicos más conservadores, que seguramente tendrían noticias de que Alice era una decidida defensora de los derechos civiles de las mujeres.

El Gobierno de España le concede en 1924 la gran cruz de Alfonso XII, y en 1952 se le impuso el lazo de la orden de Isabel la Católica. Esta distinción, un año antes de su fallecimiento, fue gracias a la iniciativa conjunta de los responsables de los Archivos de Indias y de Simancas. En ambos archivos se había convertido en la decana de los investigadores. También habían solicitado la gran cruz de Alfonso X el Sabio, el máximo galardón que se concede en España a un científico.

Su infatigable espíritu investigador la llevó a abordar, también, las biografías de Santa Teresa de Jesús y de Isabel I, de la que se convirtió en una experta.

Alice resumió su propia vida en una entrevista de prensa en la que dijo que un microbio había hecho mella en su espíritu y creado un afán desmedido por la investigación; que se equivocó en el plazo de dos años que se había dado para investigar en los archivos y que ni en cuarenta años había podido terminar su tarea. Su obra se ha catalogado como la más importante del siglo XX sobre asuntos colombinos.