Con más de un siglo de vida en La Cistérniga

M.B
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Ángel Manzano nos abre las puertas de la cocina de El Portazgo, que fue casa de comidas, carnicería, vivienda particular y restaurante

Ángel Manzano, en la cocina de El Portazgo. - Foto: Jonathan Tajes

Fue casa de comidas, carnicería, vivienda particular y restaurante. Estuvo ubicado en varios sitios diferentes dentro de La Cistérniga, donde 101 años después sigue dando batalla... y dando de comer. Adaptado a las actuales circunstancias y buscando también adaptarse a los nuevos gustos y paladares, pero siempre desde la comida tradicional y casera. 

El Portazgo, hoy así a secas, ya no cobra el peaje de entrada, como lo hizo en sus inicios y de ahí su nombre, allá por 1919. Solo cobra por esas viandas que prepara Ángel Manzano y su equipo de seis personas en los fogones del local ubicado la Plaza Mayor, 29, de La Cistérniga. Ahora para recoger o llevar a domicilio... aunque espera que pronto para poder consumir en su establecimiento.

Ángel lleva 26 años al frente del restaurante, aunque en su camino hasta llegar a la cercana localidad de la capital hubo mucho aprendizaje prácticamente desde la mayoría de edad, cuando ya tuvo el bar La Terraza en Pajarillos. Tras dos años, y después del servicio militar obligatorio, se fue a Fuerteventura, donde aprendió de la mano de las cocinas de los mejores hoteles del lugar: «Hice todos los cursos de formación que salían, pasando por todas las cadenas». Regresó a Valladolid, pasó por la cocina del NH Ciudad de Valladolid y de La Galera hasta aterrizar en El Viejo Portazgo, con Ángel Díaz y Ascensión Arenas: «Me acogieron como a su hijo». De hecho, el local sigue siendo de su propiedad. Ángel Manzano se ha ido adaptando a los diferentes momentos en estas tres décadas. Primero con grandes banquetes, luego con el boom de los menús diarios, luego con comida a la carta –donde destacaba su arroz con bogavante que, por supuesto, mantiene en sus cartas–, para pasar a ser un restaurante familiar, adaptado para ello. «Con la llegada de la pandemia hemos dado un vuelta más. A los pocos días del cierre y del confinamiento, llamé a mis trabajadores y les dije que no íbamos a volver a ser como antes, que había que adaptarse otra vez», señala relatando lo que ahora se considera: «Creo que somos el embrión de un nuevo concepto de restaurante. La hostelería está cambiando, se está cambiando la forma de trabajar y aquí somos un laboratorio social y gastronómico». Lo que él busca es adaptar la cocina casera, tradicional, a las necesidades de cada comensal, incluida la forma de llevársela (en estos tiempos de pandemia).

«¿Por qué no poner una salsa césar a una ensalada castellana? ¿O hacer unas lentejas con espinacas y magro de cerdo en vez de chorizo? Hay que adaptar la cocina a los nuevos paladares», apostilla con dos ejemplos de lo que hacen entre fogones. Habla de comida sana, saludable... de pizzas veganas o de quinoa...

Incluso ha cambiado su local, dejando atrás ese viejo mesón y el siguiente restaurante familiar, para crear un nuevo espacio.En la entrada dando facilidades al que llega a recoger la comida. Dentro, preparándose para abrir para un máximo de 30 comensales (cuando antes tenía capacidad para 110: «Ya no me atrevería a dar de comer a más de 30». Ya tiene prevista su carta, mucho más corta, con unos 20 platos, que puedan actuar de primeros o segundos, tipo carne guisada con verduras, aunque en principio, al menos dentro del local, sin menú del día. Seguirá haciendo sus arroces, el de bogavante y otros seis tipos;y ofertando ese pollo asado con el que lleva ya tiempo triunfando.

Ángel Manzano es, además, reivindicativo: «Creo que es un momento de oro para que nos reciclemos, y nos pongamos a bien con la materia prima y el personal». Y con ello se refiere a comprar productos locales y a cumplir a rajatabla con los convenios. Internet y las redes sociales son, hoy por hoy, unos aliados imprescindibles.