Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


La 'clase política' que tenemos

14/03/2021

Recuerdo que a Alfredo Pérez Rubalcaba, a quien ahora se añora más que nunca, le molestaba que los periodistas hablásemos de 'clase política'; entendía que no todos los políticos son iguales y que, por tanto, no cabía utilizar términos despectivos u hostiles generalizando. Estoy básicamente de acuerdo con el fallecido líder socialista, que lo fue casi todo menos presidente del Gobierno. Pero no me negará usted que esta semana que concluye ha desbordado el vaso del desprestigio de la política y de los políticos con muy escasas, si es que hay alguna, excepciones. No queda otro remedio, pues, que retomar la globalización que supone eso de 'clase política' para hablar de la vergüenza que nos anega ante la desvergüenza con la que todos han actuado. Sí, incluso esos que callan, no vaya a ser que nos fijemos en su grado de participación en el esperpento.

Creo que no más tarde de la semana próxima Inés Arrimadas habría de hacer algo que debería haber consumado hace ya tiempo, desde que abandonó Cataluña, donde había ganado unas elecciones en 2017, para venir a Madrid, teóricamente para rectificar la desastrosa trayectoria de su antecesor, Albert Rivera: dejar la política. Como la tuvo que dejar el propio Rivera, o como Rosa Díez, que más bien fue abandonada por la política que el revés. Y tantos otros, aunque siempre menos de lo que convendría y no solo en esa franja del centro político.

Digo que tiene que marcharse porque cometió el pecado de alentar una conspiración política sin motivo suficiente --¿el 'vacunagate' murciano merecía todo esto?-- en una época inadecuada, en la que todos pensábamos en la anhelada inyección que nos inmunice. Y porque ha mentido tanto acerca del desarrollo de la fallida operación, truncada por el secretario general del PP Teodoro García Egea, como sobre el grado de implicación de La Moncloa en el 'putsch' autonómico fallido. Ya no se puede creer a Inés Arrimadas. Ha destrozado lo que quedaba de un partido que hubiese podido ser una bisagra moderadora de gobiernos y ha precipitado un terremoto político que se extiende de Murcia a Madrid, otro epicentro de ebulliciones políticas absurdas, pasando por Castilla y León, donde el socialista Tudanca se ha empeñado en otra moción que le estallará en la cara. Y que podría haber afectado a Andalucía si no fuese porque allí ha imperado la cordura, tanto la del presidente de la Junta como la del vicepresidente.

Lo peor de todo, empero, es que tanto en Murcia como en Valladolid o en Madrid se incentiva la aparición de tránsfugas que, cual nuevos Tamayos --aquel tipo, recuerda usted, que en 2003, acompañado de otra colega, traicionó a su partido para que Esperanza Aguirre siguiese al frente de la Comunidad madrileña--, se vendan por una parcela de poder, incluyendo, claro, el poder económico. Un triste reflejo de la bajísima calidad moral de la política española, que enloda desde los escaños más secundarios en los Parlamentos autonómicos hasta los despachos más importantes.

Y eso, claro, conviene denunciarlo: la propia moción en Murcia, la compra de diputados de Ciudadanos para hacer fracasar esa moción, las 'conversaciones' bajo la mesa en la Junta de Castilla y León para desbancar al 'popular' Fernández Mañueco --eso les va a salir mal, me parece, a los estrategas del PSOE--, las maniobras con control remoto desde La Moncloa, desde Ferraz, desde Génova, desde las sedes naranja y morada. Todo se ha convertido en una inmensa conspiración para hacerse con nuevas parcelas de poder, para alterar el deseo de los ciudadanos expresado en su voto y malinterpretado por una legislación electoral absolutamente inconveniente.

Todos creen ser protagonistas de Borgen o del ala oeste de la Casa Blanca, genios de la conspiración, ivanes redondos en potencia. Y mientras a este lado del Ebro se lucha por un escaño del color que sea, por tener un chofer oficial y un sueldo no menos oficial, del lado de allá crece el porcentaje de influencia del independentismo, que se ha hecho absolutamente con el Parlament catalán donde, semana tras semana, los españoles en general sufriremos disgustos y provocaciones.

Ahora, de aquí al 4 de mayo, todos los círculos en el calendario son para mal: constitución del nuevo Govern catalán, la previsible campaña electoral madrileña más salvaje de la ya salvaje historia política de esta Comunidad, nuevas sesiones de 'basura Bárcenas' y algunas que nos llegarán de 'inmundicias Villarejo'... y el camino hacia un otoño en el que España registrará, quédese con el dato, siete millones de parados. A ver qué Gobierno central, incluso aunque estuviese bien avenido, resiste eso. Bueno, de momento se conforman con subirse los sueldos y los gastos, que eso une mucho: un setenta por ciento apenas en dos años. Hay que aprovechar, que el poder no dura eternamente, aun cuando se consiga con la honesta ayuda de los votos, que ya se ve que no siempre es el caso en esta clase política, lo repito, que nos ha tocado en mala suerte. Ya decía aquel que estaba hasta no sé dónde de todos nosotros, y se refería, claro, a ellos.