Cinco vallisoletanos optan hoy a ganar un Premio Max

Óscar Fraile
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Cristina Calleja, María San Miguel, Lucía Miranda y Teloncillo (Ana Gallego y Ángel Sánchez) podrían hacerse hoy con una de las preciadas manzanas en una gala que se celebrará en el Calderón y en la que Concha Velasco recibirá un Max de Honor

Cinco vallisoletanos optan hoy a ganar un Premio Max - Foto: Jonahtan Tajes

Habrá pocas ocasiones como la de este lunes para decir, sin ningún miedo a equivocarse, que Valladolid será la capital del teatro. Al menos durante 24 horas. No solo por la celebración del Festival Internacional de Teatro y Artes de Calle (TAC), sino porque esta cita coincidirá el día 20 con la gala de entrega de los Premios Max en el Teatro Calderón. Y hay más. El actor vallisoletano Fernando Cayo será el maestro de ceremonias en una fiesta en la que Concha Velasco -Pucela en las venas- recibirá un Max de Honor. Además, otros cinco profesionales de las artes escénicas podrían llevarse a casa el preciado trofeo con forma de manzana diseñado por Joan Brossa.

Dos de ellos son Ana Gallego y Ángel Sánchez, corazón y alma de la compañía Teloncillo, especializada en teatro para niños. Están nominados en la categoría de Mejor espectáculo infantil, juvenil o familiar por la obra La Granja, un espectáculo para bebés de más de seis meses en el que se hace un recorrido por los animales, sus sonidos y los alimentos «como base de una alimentación sana». Y con la música y la poesía como hilos conductores. «Invitamos a los niños y a sus acompañantes a pasar un día en la granja de Maruja», explica Gallego.

Y todo ello con la dificultad que implica acercarse al mundo de los más pequeños con la necesidad de captar su atención. Pocos profesionales conocerán tan bien esta fórmula como Teloncillo, una compañía que el año pasado celebró su 50 aniversario. «Hay una tendencia a pensar que a los niños hay que hablarles de una forma especial; pero no, hay que hacer teatro normal, adecuado a sus intereses y conocimientos», apunta Sánchez.

Quizá en la normalidad esté la forma de ganarse a un público transparente, capaz de expresar su aburrimiento en mitad de la obra si así lo siente. «Los espectáculos para estas edades son muy cortos, pero están llenos de pequeñas cosas que hacen que se enganchen poco a poco, ya que si un niño gira la cabeza y mira hacia otro lado, ya le has perdido», añade.

Gallego sostiene que los niños tienen la misma capacidad que los adultos para discernir si lo que les están enseñando es bueno o malo. Y responden en consecuencia. Un factor que se añade al orgullo profesional de Teloncillo, que implica la máxima dedicación y exigencia para cada montaje. Y con la responsabilidad de sembrar en los niños un gusto por el arte que estimule su inquietud en los siguientes años de su vida. «Para muchos es su primera vez en el teatro, y, si tienen una mala experiencia, les costará volver», dice Sánchez. Será la segunda ocasión en que la compañía opte a un Max, después de haber sido finalista en 2015 con Nidos.

Un caso diferente al de María San Miguel, que estrenará ataque de nervios en su ciudad natal, aunque ella se confiesa enamorada del País Vasco. De hecho, Viaje al fin de la noche, obra con la que opta al Max al Mejor espectáculo revelación, cierra una trilogía en la que aborda el conflicto político que salpicó de violencia esta tierra durante décadas. Una representación a cargo de la compañía Proyecto 43-2 en la que ella interpreta el papel de la hija de una víctima de los GAL, y su compañero Alfonso Mendiguchía se mete en la piel de un hijo de una víctima de ETA. Ambos, bajo la dirección de Pablo Rodríguez.

Esta tercera entrega es una «radiografía del presente» en el País Vasco en la que, como en las dos obras anteriores, se hace una decidida apuesta por la palabra y el diálogo como única vía de resolución de conflictos. Y todo ello pese a que esta fórmula resultó ser casi la más revolucionaria en determinados momentos de este enfrentamiento. «Los tres espectáculos trabajan el encuentro con el otro, aunque a veces parezca imposible lograrlo, y en Viaje al fin de la noche los hijos víctimas de los GAL y de ETA están obligados a convivir», explica San Miguel.

Estos dos personajes representan una generación obligada a reconstruir un presente herido de metralla, torturas y amenazas. Y de asegurarse de que sus hijos seguirán adelante con este trabajo.

La obra también es fruto del exhaustivo trabajo de documentación de San Miguel. Periodista de formación, durante mucho tiempo recorrió el País Vasco entrevistando a todos los actores, desde víctimas a terroristas. Y cuando no era nada fácil aparecer por allí con una cámara y una grabadora hablando de ciertos temas. «Todo lo que se dice en la obra es verdad, aunque haya algunas licencias poéticas que también parten de declaraciones reales», dice.

Por su parte, Lucía Miranda opta al Max a la Mejor Autoría por Fiesta, fiesta, fiesta, una obra de teatro documental que gestó utilizando la técnica verbatim, es decir, llevar al escenario el relato casi textual de las entrevistas que hizo a alumnos, madres, profesores y personal no docente de un instituto de Secundaria. «Los actores trabajaron con los audios de las entrevistas», explica. Y todo para crear una radiografía de un centro educativo cualquiera. «A nivel personal el espectáculo me ha aportado muchas cosas, he conocido a gente maravillosa y una realidad en la que trabajo a menudo, como es la educación», prosigue. Además, también ha podido investigar sobre su forma de escribir y sobre el método verbatim. «Llevo haciendo teatro toda la vida, soy de La Salle y era la típica pesada que desde niña salía en todas las funciones y organizaba las obras de final de curso», recuerda. Aunque por motivos de trabajo Miranda ha estado en Nueva York en los últimos días, el lunes estará en la gala, con todas las ganas del mundo de ‘recolectar’ su manzana.

También quiere hacerse con ella Cristina Calleja, finalista en la categoría de Mejor espectáculo de calle con Flotados, junto a David Moreno. La actriz y bailarina vive unos días de intensa actividad ya que, aparte de esta nominación, inaugurará el TAC de este año con el espectáculo El comediante. Esencia, y representará Flotados, dentro del TAC, los días 23, 24 y 25, a las 23.00 horas, en San Pablo.

«Este proyecto ha sido un reto enorme porque, aparte de trabajar como intérprete, actriz, trapecista y bailarina, he estado desde el minuto cero en la parte creativa, ya que es una idea de David y mía», explica. Calleja empezó a trabajar a los 16 años, cuando acudía a la academia de baile de Manuela Gutiérrez y pudo colaborar con la compañía Perfiles. A los 17 ya estaba en la compañía La ventanita, de Juan Ignacio Mirallés, más conocido como ‘Licas’.

 

Concha Velasco: «El teatro es el amante fiel que me permite envejecer con dignidad»

Concha Velasco será una de las principales protagonistas de la gala al recibir un Max de Honor por su «vasta trayectoria» como intérprete. El Comité Organizador ha valorado su aportación como «figura pionera del teatro musical español» y su compromiso con la figura femenina. Además, lo recogerá en ‘su’ Valladolid. «Amo la ciudad, aunque no haya vivido allí, y ahora está tan bonita y hay tanto teatro y cultura...», señala a El Día de Valladolid. La actriz dice estar «encantada» con este premio y recuerda que ella estuvo entre el grupo de profesionales del teatro que ayudó a crear estos galardones hace 22 años. Ya tiene preparado su traje rojo para una gala en la que echará de menos especialmente a una persona: «A mi gran amigo Tomás Rodríguez Bolaños, pese a que no pude ir a su funeral porque estaba en Canarias y no llegué». Velasco también destaca su buena relación con De la Riva y con el alcalde, Óscar Puente, al que confiesa que «adora». Será el momento para recordar también su participación en musicales como Hello, Dolly!, Mamá quiero ser artista y La truhana, y de derrochar su amor por el teatro, en general. «Es el amante fiel que me permite envejecer con dignidad», señala Velasco, que el 29 de noviembre cumplirá 80 años.