Un 'aitona' cosecha del 35

M.B
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El vallisoletano Isaías Granado lleva cuatro décadas disfrutando del atletismo puro y al aire libre. Hoy, con 84 años, es el protagonista de un documental de su vida que se gestó en la Behobia-San Sebastián

Isaías Granado. - Foto: Jonatan Tajes

«Soy del 35. Apunta». Y apunto. «Una doctora me dijo una vez que cuántos años tenía y le dije que siempre respondía igual, que soy del 35, para que la gente trabaje la cabeza». Y uno empieza a hacer sus sumas y apunta en el papel, 84 años. ¿Quién no conoce en el mundo del atletismo a Isaías Granado? Eterna sonrisa. Siempre vestido de deporte. Dispuesto a echar un cable en la organización de una prueba. O a correrla. Porque sí, porque a sus 84 años sigue al pie del cañón. Bueno ahora está recuperándose de una lesión producida en una carrera a finales del pasado año. «Me rompí el hombro y después me vieron una fisura en la cadera... pero ya me apetece volver, aunque ahora ando un poco flojo». Y lo dice después de haberse hecho una sesión de gimnasio, vestido de deporte de arriba a abajo y en su hábitat natural, el Pinar de Antequera.

Isaías Granado es cosecha del 35. Es noticia por sí solo. Por seguir corriendo a sus 84 años. Por mantener vivo el espíritu del deporte sin fijarse en el DNI. Pero lo es también porque es el protagonista de un documental con el título ‘Aitona Tiempo de Sueño’. Un film de Iván García Martín sobre la experiencia vital y deportiva de este ‘joven atleta veterano’ vallisoletano. «Aitona es un canto a la vida, y una oda al running porque al director del documental también le apasiona este deporte», se señala en la web eljerseydeepi.es.

«Todo empezó hace cinco años. En la Behobia-San Sebastián, que cumplía 50 ediciones. Es la prueba que más me ha gustado por la animación que hay», recuerda el propio Isaías. 

En 2014 acudió a la mítica carrera, curiosamente el mismo año que cumplía sus Bodas de Oro con Siri Pelayo. Allí le hicieron un homenaje y corearon su nombre como ‘aitona’ (abuelo en euskera). «No sabía lo que significaba ni lo que era», se ríe hoy Granado. Ahí comenzó a fraguarse el documental, que ya ha sido estrenado -a finales de marzo vio la luz en el Centro Cívico José María Luelmo- y que próximamente volverá a exhibirse. En el mismo se cuenta su historia, la historia de un atleta veterano, que empezó a correr tarde pero que ha dejado huella. 

Mariano Haro, Martín Fiz, Mayte Martínez, Jose Carlos Hernández o Juan Carlos Granado hablan de Isaías y del atletismo a lo largo de la hora y veinte minutos del documental. «La verdad es que me emocioné viéndolo», añade el propio Granado. 

Pariente de Octavio Granado -«mi padre y el suyo eran primos carnales», concreta-, natural de San Llorente del Valle, su idilio con el atletismo comenzó tarde, pasadas las cuatro décadas.

«Siempre me había gustado el deporte, la pelota, el tenis, el frontenis...», reconoce. Y así, un día con 40 años, relata cómo comenzó todo: «Estábamos en el frontón y dijeron de salir a correr para no quedarnos fríos. Hicimos unos 800 metros o un kilómetro... y dejé a todos atrás». Sin entrenar, sin preparación física, ganó una carrera de entre 5 y 6 kilómetros en FASA, donde trabajaba en Motores, haciendo el seguimiento de piezas.

A partir de ahí el atletismo e Isaías Granado son un binomio inseparable. «Hicimos un grupete para salir a correr, en el que estaba África Lesmes. Un día hablamos para reunirnos en el Pinar y crear un club... barajamos Correpinares y al final nos quedamos con Trotapinares», añade sobre cómo nació uno de los clubes con más solera de Valladolid el único fundador que queda vivo del Cross de San Antón, cuya salida y meta estaba antes dentro de FASA pero que siempre ha tenido el Pinar como el centro neurálgico: «Estrené un Renault-11 para ir a Campaspero a por las pastas del cross».

Cada frase suya es en sí una historia. «Me gusta echar una mano en todo lo que puedo», aunque ahora está ‘parado’ por aquello de la lesión: «Fue en la Carrera del Cáncer del año pasado. Me empujaron en la esquina de Paseo Zorrilla con San Ildefonso y sufrí esa rotura de hombro». 

Pero ya anda con ganas de volver a trotar. Superó un cáncer de estómago en 2017 y ahora descuenta los días para calzarse las zapatillas, «para correr, nada de running». 

«Del deporte lo que más me ha llenado son las amistades que he hecho», sentencia. Y mientras lo dice le saludan dos aficionados al atletismo a grito de «¡Isaías, campeón!».

el tercer tiempo. En el atletismo, como en otros deportes, hay tercer tiempo: «El primero es correr; el segundo, la ducha; y el tercero, el desayuno».

Posa en El Pinar de Antequera, en su segunda casa, en manga corta, en manga larga... «los pinos ya saben cómo me llamo».

«Mi mujer dice que hasta cuando duermo hago gimnasia»

Desde aquella primera carrera en Fasa hace 40 años, Isaías Granado ha completado 24 maratones y más de un centenar de medias maratones. «Todos en España porque a mi mujer no le gusta salir», señala. Con 50 años hizo 2:42 en la maratón, su mejor marca en los 41 kilómetros; y ha sido campeón de España de los 20 kilómetros en su categoría, con un crono de 1:16. 

Aunque su vida no solo ha tenido deporte. Estuvo en los hermanos de San Juan de Dios en Palencia, llegando a hacer el noviciado en Santurce, donde se aficionó por el deporte de la pelota. Le destinaron al Asilo de San Rafael de Madrid, donde estuvo tres años cuidando de los más pequeños. Allí conoció a Gento o Puskas, que les daban entradas para ver partidos de fútbol. Quería ingresar en la Facultad de Medicina, para ser ATS, «pero no me dejaron». Así que volvió a Palencia, aunque al Sanatorio Psiquiátrico. Fueron años duros y se volvió al pueblo, a ayudar a su padre con una tienda. «Seguía con la idea de ser ATS y me vine a Valladolid a estudiar Bachillerato al IES Zorrilla», aunque al poco, a primeros de los 60 se fue a Alemania, «sin contrato ni nada». De hecho le costó obtener el pasaporte por una anécdota con unos pollos en su pueblo que casi acaba en comisaría. Al final lo obtuvo y terminó en Stuttgart, donde trabajó en una fábrica relacionada con gafas. Se volvió tras 16 meses en tierras germanas y al año entró en FASA, «hasta que me prejubilé» hace ya 29 años.

Poco después de entrar en FASAcomenzó su idilio con el atletismo... hasta hoy. «¿El truco? Llevar una buena vida. No he fumado y he bebido poco. Llevo una vida sana, aunque como decía Mariano Haro, el cocido es la mejor alimentación». Y sonríe. Y repite con la sonrisa cuando habla de lo que comenta su mujer, Isidra: «Siempre me dice que hasta en la cama hago gimnasia». Ella, sus hijos, Rocío y Juan Carlos; sus nietos, Jessica y Erica; y si biznieta, Coraima, son sus otros motores: «A mi mujer no le gusta que corra tanto. Siempre dice que un día me quedaré en el Pinar. Prefiero eso a que me lleven a un hospital».