Su centro de reuniones

M.B
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El jugador del Recoletas Atlético Valladolid revela sus diez lugares favoritos de Valladolid, apuntando La Catedral, el colegio San Viator o el polideportivo Huerta del Rey como algunos de ellos

Su centro de reuniones - Foto: Jonathan Tajes

Colegio San Viator (Paseo de Juan Carlos I). Roberto Pérez estudió en este centro escolar junto a sus tres hermanos, Fran, Rubén y Adrián. Allí paso años, conoció amigos y disfrutó: «Es de donde más recuerdos tengo de mi infancia. Allí iba con mi mami y mis hermanos al colegio; y jugaba a todo lo que podía, las canicas, el frontón, columpios, ajedrez, judo... y por supuesto, a balonmano, que es donde empecé y de donde di el salto al BM Valladolid, cuando nos cogió Jota y Raúl». Además pasó un verano en su piscina, porque allí trabajó su madre: «Íbamos mañana y tarde. Y es donde más amigos he hecho».

Polideportivo Huerta del Rey (calle de Joaquín Velasco Martín, 9). Como jugador de balonmano no puede evitar elegir el templo de este deporte en Valladolid. Allí jugó y juega, debutó en la Asobal, hizo y hace amigos. «El recuerdo más fuerte que tengo fue el día que debuté en Asobal y estaba allí mi familia viéndome, pero también recuerdos de categorías inferiores». Además apunta a una de las zonas del pabellón, el gimnasio, que considera «un foro de culturas, gente y edades». En Huerta del Rey, asegura, ha aprendido cosas del deporte y de la vida: «Recuerdos que van aumentando porque aún paso allí muchísimo tiempo».

La Cúpula del Milenio. La cercanía con el río y con el centro le hace especial, pero Pérez destaca el punto de modernidad que da a la ciudad: «Se hacen conciertos, exposiciones, eventos... y, además, paso por delante de ella en un sinfín de ocasiones. Es una especie de faro de luz al lado del río». Tampoco olvida los cambios de color que le hacen una especie de monumento diferente cada vez.

La Catedral. «Si San Viator era el patio de mi colegio cuando era pequeño, ahora donde quedo con mis amigos, a hablar y a divertirme es en la zona de la Catedral». Así resume el porqué de este lugar el jugador de balonmano, que añade que, para él, «es el verdadero centro de Valladolid, que representa mucho a la ciudad, de lo que fue, no fue y de lo que es, al estar inacabada, es una historia que me gusta, y me parece de lo más bonito de esta ciudad». 

La estación del Norte (Campo Grande). La puerta de salida y entrada a la ciudad. El integrante del Atlético Valladolid habla de la estación como «uno de los edificios más bonitos por fuera y con más encanto por dentro». Recuerda la ilusión de cuando preparas un viaje «y sabes que cuando estás en ella ya está en marcha». Y concreta que «cuando vuelves de un viaje, y tienes ganas de regresar a casa, es la puerta llegada». También le vienen recuerdos de la infancia, cuando iba con su familia a Venta de Baños porque su madre trabajaba y vivía allí.

Río Pisuerga. En toda su extensión, con sus puentes, paseos, parques, recovecos... «Todo el río porque, como buen vallisoletano, tengo millones de historias entorno al trayecto, a todo el transcurso del río», refleja y detalla algunas, como cuando llegaba tarde a entrenar e iba corriendo cruzándolo por el puente o cuando le subieron al primer equipo y era un teenager y los veteranos le hacían correr en la playa más que nadie o cuando pasaba en bus y volvía de entrenar. «O la época en la que tenía muchos amigos en la Rondilla o el parque Ribera de Castilla, que me marcó mucho cuando empecé a jugar más en serio con el primer equipo. Me ponía nervioso, no me podía dormir y me iba allí con la bici a dar vueltas. Y la desembocadura del Esgueva me tranquilizaba... muchos recuerdos», continúa relatando. 

Mercado de la plaza España. «Me gustan todos los mercados de Valladolid, pero éste me gusta un poco más por lo que representa. Es itinerante, lo montan por la mañana y lo desmontan; y es natural porque tiene fruta, verdura y lo que más me gusta, las plantas y las flores. Siempre que las regalo las compro allí», señala sin vacilar, seguro del porqué de este mercado. Además, añade, que le encanta la plaza, «con la bola del mundo y la iglesia de al lado, con su fachada».

Zero Café (calle San Blas, 11). La música es una parte importante de su vida y, por ello, su paseo por Valladolid le lleva a este templo: «Es el que más me gusta la música que ponen». Momentos divertidos, de celebración, se agolpan en su mente. A destacar también que es uno de los bares con más personalidad de Valladolid, «por su fachada, música y decoración».

El Penicilino (plaza de la Libertad, 5). En el otro lado estaría el Peni. Para él, el bar con más historia de Valladolid. «Es opuesto al Zero porque no tiene ni música, pero es de mis sitios favoritos. La libertad que tiene, que da cabida a cualquier tipo de persona, ideal, conversación... la forma de atender y de estar sentado en la plaza. Es de los rincones con más carisma de la ciudad», reflexiona.

Túnel de Las Delicias. Vive en Las Delicias y este túnel es «la puerta para salir o entrar en el barrio, sobre todo para ir al centro». No tiene ninguna duda de que si alguien es de las Delicias le tiene afecto a este lugar.