Sin rastro de los bebés robados de Valladolid

A. G. Mozo
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Una veintena de familias denunció sus casos en 2011 y 2012, pero todos acabaron sobreseídos. Ahora el Gobierno quiere impulsar las investigaciones con equipos de archiveros, para lo que negocia con la Conferencia Episcopal el acceso a sus registros

Río Hortega, y primitiva Residencia Onésimo Redondo, en 1986. - Foto: Archivo Municipal

Denuncias en la Fiscalía, exhumaciones, pruebas de ADN en laboratorios privados, peregrinaje por hospitales y las morgues de los anatómicos forenses... Ilusión. Y desilusión. Un millar de familias de toda España aguardan expectantes la última intentona anunciada por el Gobierno para reabrir sus casos de niños robados, en su mayoría cerrados en falso o muertos por la inanición de la escasez de pruebas. En el registro de víctimas que abrió el Ministerio de Justicia figuran 876 expedientes por supuestos robos de bebés, de los que apenas trece son de Castilla y León, a pesar de que entre los años 2011 y 2012, solo en Valladolid hubo una veintena de casos que se llegaron a denunciar y que, eso sí, acabaron archivados por falta de pruebas.

Casos que, en su mayoría, tienen su origen en la década de los 60 y 70, primero concentrados en la Residencia Onésimo Redondo -lo que después sería el Río Hortega- y luego en el Hospital Provincial de Valladolid, en la Maternidad de lo que luego pasaría a ser el Clínico. Unos casos que tenían demasiadas similitudes entre sí, en los que las o bien eran madres primerizas y muy jóvenes, o bien en los que había partos múltiples y los médicos terminaban anunciando que uno de los dos bebés (o incluso ambos) había muerto.

El caso de Claudio, en cambio, fue posterior, en el Río Hortega del año 84. A él y a su mujer jamás les cuadró que su hijo sietemesino no solo hubiese nacido muerto, sino que, tal como les dijeron, llevase así dos meses cuando la madre «le notó hasta el día del parto». Él fue uno de los que denunció y hasta logró exhumar los restos -porque no estaban en una fosa común, como ocurría en los años 60 y 70 con estos bebés que morían nada más nacer-, pero, tal como recuerda, «no se pudo sacar el ADN porque estaban en muy mal estado». En aquellos años 2011 y 2012, Claudio era el delegado de la asociación SOSBebés Robados, de la que se fue desvinculando, con la desilusión de llegar a vía muerta.

Encarna es la actual delegada y no es optimista, y admite que «se ha perdido el contacto entre la gente de la asociación». «En su día todos se fueron archivando, incluso hubo alguna exhumación y se acudió al banco de ADN, pero no logramos nada», explica.

La esperanza para estas familias llega ahora a través del anuncio del Gobierno de iniciar contactos con la Conferencia Episcopal para que les dejen acceder a sus registros y que un equipo de archiveros que se contrataría ex profeso asuma unas investigaciones que podrían aclarar una etapa tan oscura como la que se relata en la veintena de casos que se denunciaron en Valladolid, bebés supuestamente robados a los que la falta de pruebas consiguió dejar sin rastro para hastío de las esperanzadas familias.

«Usted es muy joven y muy fértil, no pasa nada porque se muera su primer hijo», le espetó un médico a una mujer en 1964, en la Residencia (Onésimo Redondo), horas antes de que, en efecto, le comunicasen que había fallecido. Mismo patrón, y mismo hospital, que se repitió al menos en otra ocasión ese año y en 1961, y en 1967, 1968 y 1969 y 1972. Bebés que eran enterrados en una fosa común del cementerio de El Carmen, anotando tan solo el sexo, ni nombre de los padres ni ningún otro dato. Casos que llegaron a SOS Bebés Robados y a la Fiscalía y que terminaron sobreseídos.

En los años setenta, la sospecha se traslada al Hospital Provincial y se atisba un cambio en el modus operandi, puesto que varias de las presuntas sustracciones se vinculan con los partos múltiples. En el 73, María da a luz a dos bebés, pero le niegan la existencia de uno, «pese a que casi le dieron a elegir el sexo», tal y como recuerda Julia, la gemela de aquel alumbramiento.

Dos años más tarde se registran dos supuestos muy similares en un intervalo de solo cinco días. El 24 de junio nacen dos mellizas, pero, presuntamente, una fallece poco después, a pesar de que aquello no se hizo constar en ninguna parte; ni el nacimiento ni el óbito. El 29 de junio nacen dos gemelos de una madre soltera y que acudió sola al hospital. Eran prematuros, ella recibió el alta y ellos se quedaron... días después le dijeron que ambos habían muerto. La madre jamás lo creyó, pero la trama, si la hubo, consiguió borrar las pruebas. Sin rastro.