Mil riñones, mil vidas

A.G.M.
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El Hospital Clínico alcanza el millar de trasplantes renales después de 25 años de evolución de una técnica con un «elevado grado de supervivencia»

Mil riñones, mil vidas

Una llamada activa todo. Hay un posible donante y tiene que ponerse en marcha una maquinaria en la que están implicadas más de veinte personas, además de los dos pacientes seleccionados; el titular y el suplente. Una vez que se haga la extracción, el riñón deberá estar trasplantado en su nuevo cuerpo antes de 24 horas y «no se puede desaprovechar ninguno», recuerda el doctor José Ramón Cortiñas, jefe de Urología del Hospital Clínico de Valladolid, por lo que «si surge algún problema con el paciente número uno, tiene que estar preparado el dos». Terminada la intervención,  la medicación inmunosupresora se encargará de ayudar al cuerpo a aceptar su nuevo órgano, a que ese riñón alargue la vida del paciente y le permita desprenderse del lastre de la diálisis. «Tenemos gente que se ha pasado más de treinta años trasplantado. Tenemos un elevado grado de supervivencia», detalla el doctor Cortiñas, alma mater del trasplante renal del Clínico, uno de los dos centros de referencia en la materia de Castilla y León, que arrancó con este tipo de trasplante hace 25 años y que acaba de hacer el número mil.

Era 1995 y Cortiñas ya estaba en el servicio de Urología: «Yo estoy desde el minuto cero. Recuerdo que cuando empieza el programa, todo el mundo es nuevo y, claro, arrancas muy despacito, con unos casos testimoniales (dos el primer año, uno el segundo, cuatro en 1997, 15 en 1998...), con expertos que venían a operar con nosotros». En 2000 se hicieron 28, en 2001 se llegó a 34 y en 2002, a 46. Y en 2006 se alcanzó un récord, con 66 casos, que acaba de dilapidarse en 2018, al llegar a 80 trasplantes. «Desde el punto de vista tecnológico, no ha habido grandes cambios, puesto que, por ejemplo, las técnicas de sutura de vasos vasculares se fijó a principios del siglo XX, y es algo que permanece casi inalterable, pues un trasplante no es más que conectar arteria con arteria, vena con vena y luego el uréter y vejiga», recuerda Cortiñas, quien apunta que «lo que sí ha variado en los últimos años es la mejora de los medicamentos inmunosupresores, que es lo que permite hacer viable el trasplante», remarca. «Si no eres capaz de fijar una muy buena inmunosupresión, el organismo produce un rechazo y se va a cargar el órgano», apostilla el jefe de Urología del Clínico.

CRITERIOS DE SELECCIÓN

El proceso para llegar al trasplante se habrá iniciado con la selección del «candidato idóneo» y si hay varios, «ya se tira de lista de espera para dárselo al más antiguo». «Además del grupo sanguíneo, claro, que es la primera compatibilidad que se mira, intentas equiparar edades y tamaños corporales de donante y receptor», detalla Cortiñas a El Día de Valladolid, quien apunta que «la lista de espera es baja», de entorno a ochenta, aunque «nunca se sabe el tiempo exacto»: «Hay quien va a entrar en diálisis y le suena la flauta y le llega un riñón sin empezar ni tan siquiera, y hay quien puede estar dos o tres años esperándolo. Todo depende del caso, del grupo sanguíneo por ejemplo; si tiene un grupo sanguíneo raro, pues es raro que haya un donante, claro, y se van a tener menos oportunidades», explica.

Cortiñas recuerda que, «en 1995, cuando se empezó los trasplantes de riñón en Valladolid, había más limitación en los pacientes añosos y no se hacían a pacientes de 75-80 años. Sin embargo, hoy en día, si se cumplen los requisitos, si hay una insuficiencia renal crónica y se está apto para ser trasplantado desde el punto de vista físico, ya no hay ningún límite de edad».

«Normalmente, se trasplanta a quienes tienen una insuficiencia renal de origen médico, aunque también hay casos de pacientes trasplantados con cáncer renal, si bien eso es algo que requiere que haya pasado un tiempo de espera suficiente para que no tengas una recidiva. Cualquier enfermedad que destruye la función renal y que te obliga a entrar en tratamiento de diálisis, te convierte en candidato a un trasplante de riñón», resume el jefe de Urología, quien añade que «en corazón e hígado existen las urgencias vitales que, claro, tienen prioridad», mientras que «en riñón son los pacientes que arrastran problemas de hiperinmunización los prioritarios» y «en cuanto hay un órgano apto, la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) se lo manda de la comunidad que sea».

DONACIÓN ENTRE VIVOS

Los mil trasplantes hechos en el Clínico han sido todos de donante muerto, mientras que las donaciones entre vivos son cosa de Salamanca, el otro hospital de la región que hace trasplante renal: «Es un proceso que tiene ciertas ventajas porque, aparte de que lo quitas y lo pones inmediatamente y no hay isquemia fría, suele haber menos rechazo, ya que el donante es un familiar y que está perfectamente sano. Esto solo se permite a familiares directos, no vale con un vecino».

LOS CASOS

Alfonso San José (59 años, 13 trasplantado): «Me avisaron una noche a las diez y a la una de la madrugada ya empezó el trasplante»

Alfonso San José no solo descubrió que sufría una grave insuficiencia renal, sino también que había nacido con un solo riñón «y con un soplo y con unas cuantas cosas más de estar medio hecho», bromea, antes de explicar que fue sietemesino. «Fue el Día del Espárrago de Tudela, que me dijo mi padre que me fuese al Clínico porque tenía mala cara. Entré con una tensión de 24/20 y hasta me pusieron la pastilla porque pensaban que era un infarto. Al día siguiente, a diálisis; a un mundo desconocido. Recuerdo que el médico entró y le dijo a mi mujer: ‘¿Sabe que su marido ha venido casi muerto?’», explica San José, quien, además de uno de los mil trasplantados de Valladolid, es también presidente de Alcer, la Asociación de Lucha Contra las Enfermedades del Riñón.

«Yo tenía una empresa de la construcción pequeñita y ya se sabe cómo es ese mundo: cenas, bebidas... la hostia... y, de repente, a diálisis, sesiones de hasta tres horas y media, tres veces por semana», recuerda. «No fue muy duro porque, al tener de siempre la tensión muy alta, las aguantaba bastante bien y, claro, porque, por suerte, yo estuve poco tiempo en diálisis, catorce meses», apostilla Alfonso San José.

«Me llamaron una noche a las diez para avisarme de que podía haber un riñón. A las dos horas me dijeron que sí era compatible y a la una de la madrugada ya  empezaron con el trasplante, que acabó a las seis de la mañana», rememora. «Yo, con el riñón, no he tenido ningún problema, ha ido desde el principio muy bien porque hasta salí orinando del Hospital Clínico», añade San José, quien vive tomando 18 pastillas diarias, «pero es lo de menos».

«No sé de quien sería el riñón, sé que vino desde el hospital de El Bierzo y que el grado de compatibilidad era del 50%, que no era muy alto, pero fue bien», no así, el que iba a ser su gemelo de riñón, que también era leonés, pero que terminó rechazándolo solo unas horas después el trasplante.

José Sánchez (69 años, 16 trasplantado): «No es ninguna frase hecha, cuando te trasplantan es como que vuelves a nacer»

cuando descubrió que sus riñones estaban dejando de funcionar, tras una de sus escasas visitas al médico. «Me encontraba mal, muy cansado», recuerda José Sánchez. Trabajaba en la tienda junto a su mujer y su vida era normal hasta que se vio en diálisis. «Nunca había estado enfermo y ni sabía que era aquello de la hemodiálisis, que pensaba que eran pastillas... Fue un shock, como que te cae una losa de 300 toneladas», rememora.

«La vida, de repente, se convierte en un laberinto muy oscuro y, claro, te das con todas las paredes». Después de «62 meses y medio» en diálisis -José lo dice como quien ha sido condenado- al fin consiguió el ansiado trasplante, después, eso sí, de llevarse dos «grandes decepciones»: «Fue a la tercera. Me llamaron dos veces antes para trasplante, pero hubo otros enfermos que eran más compatibles que yo y se los pusieron a ellos. Eso te provoca una obsesión que no se te pasa, cada vez que suena el teléfono piensas que puede ser una llamada del Clínico». Hasta tal punto que en el verano de 2002, después de que no hubiesen ido de vacaciones desde que en 1997 se le detectara la insuficiencia renal, decidieron que ese año mirarían «algo en Vigo»: «Nos íbamos el domingo y el viernes a la noche me llamaron para decirme que había un riñón». Era 10 de agosto. Y José volvió a nacer. La primera fue un 4 de febrero del 50 y la segunda cuando tenía 52. Y él y su «gemelo de riñón» lo celebran cada verano «con un buen cuarto de lechazo» junto a un tercer amigo. «No es ninguna frase hecha, cuando te trasplantan es como que vuelves a nacer», apostilla José Sánchez.

A partir de ese momento en su cuerpo hay tres riñones, los dos malos y el bueno, pero se dejan atrás las tres sesiones semanales de diálisis que, en su caso, fueron parte de su vida durante más de cinco años. «Tienes que tomar inmunosupresores para siempre y hay que llevar una vida sana y relajada, pero yo no he tenido ningún problema. Estar trasplantado no te quita de nada, pero hay que tener presente que está ahí», concluye.