Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


Diez años

16/10/2021

El miércoles se cumplen diez años del adiós de ETA. El 20 de octubre de 2011, la banda terrorista más sanguinaria de la historia de España anunciaba el cese definitivo de la actividad armada. Hoy sabemos que aquella vez no mentían, pero los que sufrieron en sus carnes la sinrazón etarra recuerdan que ellos no se fiaban de aquel anuncio.

«Es que habían mentido tantas veces...», reconoce el hoy presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo de Castilla y León. Sebastián Nogales fue atacado en Pamplona, el día del 'Chupinazo' de los sanfermines de 2002. Él era un policía trabajando de paisano, infiltrado en el ambiente radical de la época haciéndose pasar por un simple técnico de Telefónica. Pero la banda había descubierto su profesión real y no dudó en señalarle para volver a asesinar. Un despiadado comando de seis jóvenes veinteañeros de la 'kale borroka' le acorraló, le encerró en un portal y le dio una paliza con palos y barras de acero que no le mató «de milagro». El objetivo era su vida, la de un policía nacional en el día grande de una de las fiestas más internacionales. Estuvo en coma y después necesitó más de 500 días para recuperarse, pero sobrevivió a ETA.
Hoy reconoce que aquellos días no podía imaginar que nueve años y pico después de su atentado llegaría el adiós de ETA. También admite que no se lo creyó por las reiteradas mentiras de unos terroristas que ponían y quitaban treguas a su antojo.
Como tantas otras víctimas de la banda terrorista, alberga un poso de desconfianza perenne hacia una organización que mató a más de 800 personas durante cuatro décadas, que no dudó en extender el terror al conjunto de la sociedad española y que sigue teniendo acólitos que, impúdicos, aplauden y reciben con honores a sus 'gudaris', olvidando que en realidad son simples asesinos.
Héroes son los que sobrevivieron a ETA, como Nogales. Y los huérfanos que supieron superar su sed de venganza y continuar con una vida a la que le arrancaron de cuajo a un padre. Y las viudas, heroínas que despertaron una mañana con el coche-bomba o el tiro en la nuca de su esposo por el simple hecho de ser policía, guardia civil, militar, profesor o concejal de pueblo. Héroes que van cayendo en el olvido por una sociedad que parece que no se conforma con pasar página, sino que quiere cerrar el libro y quemarlo.