"El arte tiene los números de lotería que no sabemos leer"

S. López Lamata (EFE)
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Mallorquín de nacimiento, Barceló figura entre los artistas españoles más cotizados y unánimemente reconocidos en todo el mundo. Dotado de una formidable fuerza creativa, su obra abarca desde inmensos murales hasta esculturas de terracota y cerámica

"El arte tiene los números de lotería que no sabemos leer" - Foto: CATI CLADERA

Miquel Barceló lleva meses «pintando muchísimo», encerrado en el taller que tiene en un tejar de su Mallorca natal, desde que comenzara la pandemia. Antes de eso le había dado tiempo a terminar el más de medio centenar de acuarelas que ilustran La transformación, de Franz Kafka, para una nueva edición de Galaxia Gutenberg que se publica el próximo día 4. Barceló realiza ahora una «relectura paralela» de este clásico de la literatura universal que considera premonitorio y que leyó siendo un adolescente, con la que confiesa que se ha divertido.

Ilustra La metamorfosis de Kafka, que en esta edición cambia de título por La transformación, para ajustarse léxicamente al título original (Die Verwandlung) y al sentido que la crítica atribuye a la narración ¿qué opina del cambio?

Me parece muy bien. Creo que siempre está bien repensar las cosas y traducir también es repensar. De hecho, cuando me propusieron en París hacer La metamorfosis, al principio creía que se referían a la de Ovidio y dije que sí, pensé que sería divertido. Después de muchos meses me di cuenta de que era la de Kafka y pensé pues mejor.

Ha ilustrado la Divina comedia de Dante, el Fausto de Goethe, y ahora una obra del siglo XX, ¿el abordaje de las ilustraciones ha sido distinto por ser contemporánea?

Todos son clásicos, en el sentido de que son intemporales y parece que nos anuncian lo que está pasando. Cuando Kafka escribió La metamorfosis, en Europa se estaban moviendo las piezas de lo que después sería el gran desastre y la Gripe Española estaba acechando. Las obras de arte son premonitorias siempre de todo. Es su condición, contienen los números de lotería que ganarán y que nosotros no sabemos leer.

Dice que cuando la leyó por primera vez, a los 14 años, le pareció perturbadora pero también divertida.

Sí, es que Kafka es un humorista, terrible pero un humorista. En el ámbito centroeuropeo algunos han seguido esta gran broma metafísica de la mortalidad y de la risa de las calaveras, de esto viene. Es finísimo cómo usa el lenguaje y también en sus dibujos intenta llevarlo todo a esa especie de sarcasmo. La primera lectura de Kafka creo que no deja a nadie indiferente, a mí me perturbó mucho y me llevó a leer todo lo que pude encontrar de él, sobre todo los cuentos. Edgar Allan Poe y Kafka fueron las dos lecturas que más me motivaron en la adolescencia. Encontré en uno de mis cuadernos que mi plan era ir a Palma para buscar todos los libros de Kafka que pudiera encontrar, porque en la biblioteca de mi pueblo no había ninguno.

En esa misma época adolescente también realizó su primera visita al Museo del Prado, ¿todo eso influyó en lo que sería después?

A esa edad todo es trascendental y casi todo lo haces por primera vez. También me acuerdo mucho de la primera vez que fui al Louvre y al British Museum, y al Museo del Prado, desde luego. La primera lectura de Kafka es algo que se te queda como un día señalado.

Al ilustrar teniendo un escarabajo como protagonista, parece de antemano que el negro debe predominar, pero no es así.

No tengo ningún pensamiento simbólico con el color. Claro que he usado el negro, pero a veces el escarabajo es verdoso metálico o rojo. Lo imaginaba como un adolescente, con el cuerpo cambiando, cuando se sienten monstruosos porque todo crece, pelos y sexo. Me imaginaba los colores totalmente artificiales, el reloj implacable, la angustia de tener que estar en el trabajo...

¿Dónde pintó La transformación?

La acabé, el año pasado en el sur de Tailandia, en un lugar muy vacío, sin nadie. Antes pasaba temporadas en África, lejos de todo, y ahora he encontrado un lugar parecido en el sur de Tailandia. Me gustaba el contraste de llevar a Kafka al pleno sol, con los cocoteros.

¿Cómo le ha afectado el tener que encerrarse por la pandemia?

Como a todos. Llevo mucho tiempo sin moverme de aquí, que está muy bien. En mi gremio, lo del confinamiento es dar nombre a lo que yo ya hago de natural. Lo que pasa es que yo tenía tendencia cada varios meses de irme a otra parte y ahora no, pero casi mejor. Comparto la inquietud general.

¿Esta situación le cambia la perspectiva como artista?

Nos cambia a todos mucho. Creo que todavía no somos capaces de saber cómo nos va a cambiar. Cometí la imprudencia de leer un libro sobre la Gripe Española y es muy curioso ver hasta qué punto cambió la vida, la arquitectura, las formas de relacionarse... muchas cosas de las que ya no somos conscientes, y esto mismo está sucediendo ahora.

¿Qué proyectos tiene entre manos?

La Ilíada es un trabajo en curso, me gusta tener algunos libros en marcha siempre. Estoy pintando muchísimo, en estos últimos nueve meses no he hecho otra cosa prácticamente. Hay una exposición mía en varios museos de Japón. No sé si podré ir, espero que sí. Y en el Museo Picasso de Málaga hay una muestra que debería abrir también y que se ha pospuesto. Es un buen momento para ver retrospectivas. Yo estuve viendo una de Matisse y casi no había nadie, que es una maravilla.

En Mallorca su obra se puede ver en la Fundación March, en Es Baluard, en la Catedral, ¿se siente profeta en su tierra?

No me siento profeta en ninguna parte, antiprofeta o falso profeta me pega más. Estoy contento de que se pueda ver alguna cosa mía.