La insumisión escolar llega a Valladolid

A. G. Mozo
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Alejandro tiene 5 años y por ahora no volverá al colegio. Sus padres no quieren riesgos y serán ellos los que asuman su educación mientras la evolución de la pandemia sea negativa: «No es aprensión ni alarmismo, es una cuestión de probabilidad»

Pedro, el padre, durante una ‘clase’ a su hijo Alejandro. - Foto: D.V.

La irrupción de la segunda ola de esta pandemia ha convertido la vuelta al cole en una especie de carrera de obstáculos, plagada de retos que los niños deben sortear en forma de distancia social, mascarillas, gel hidroalcohólico, clases burbuja, patios con fronteras, entradas y salidas escalonadas... Una carrera cuyos riesgos no están dispuestos a asumir algunos padres, tildados de insumisos por la sociedad, pero que ellos prefieren definirse solo como prudentes. No hay datos muy precisos de cuántas familias se han unido a una incipiente corriente que canaliza a través de Facebook y Telegram la plataforma Derpa (Derecho a Enseñanza sin Riesgo en Pandemia), que cuenta con unos 300 miembros en Castilla y León.

Pero la insumisión no solo se gesta entre grupos organizados que comparten legislación, información y experiencias, sino también en la intimidad de una familia que este año no quiere correr más riesgos de la cuenta por precipitar la vuelta al cole. Alejandro tiene 5 años y es uno de esos niños que no ha vuelto a clase este septiembre. Pedro y Pilar, sus padres, han asumido por ahora el papel de profesores y serán ellos los que se encarguen de que vaya aprendiendo lo que dicen sus libros de 3º de Educación Infantil –curso no obligatorio todavía–, mientras observan desde la trinchera como evoluciona una pandemia que les ha empujado a sacar a su único hijo del colegio. «Alejandro está escolarizado como el resto de sus compañeros», señalan sus padres, «y la idea es que se reincorpore a las clases una vez que se empiece a ralentizar el ritmo de contagios, pero ahora la situación es objetivamente preocupante».

Tomaron la decisión hace un mes en base a la mala evolución de la pandemia y la edad del niño, ya que creen que «pese a las medidas tomadas por las autoridades y por el centro escolar, es prácticamente imposible que niños tan pequeños cumplan con el distanciamiento social; es que es difícil incluso entre adultos», apostillan los padres.

educación no obligatoria. «No contemplamos poner en riesgo la salud de un niño de cinco años y, por extensión, de nuestra familia, puesto que, desafortunadamente, tenemos familiares cercanos que son población de riesgo. Además, la edad de escolarización obligatoria es de seis años y en el colegio no nos han manifestado inconveniente alguno», apostillan Pedro y Pilar, que son conscientes de que ahora «se detectan más casos porque se están haciendo más pruebas, pero la curva de hospitalizaciones está subiendo, y la tendencia apunta una evolución negativa». «Valladolid ha retrocedido a fase 1 y la vuelta a las aulas, por pura lógica, generará más contagios. Esto no es aprensión ni alarmismo, es una cuestión de probabilidad», reflexionan.

La decisión está muy meditada: «El niño hace dos años tuvo dos bronquitis agudas que provocaron su hospitalización y creemos que esta afección está superada, pero no queremos asumir un riesgo que a día de hoy vemos innecesario», explican Pilar y Pedro, que, además, han padecido «bastantes casos de contagios entre familiares y amigos y alguna de las personas que lo han superado, aun siendo muy jóvenes, mantienen, aún hoy, preocupantes secuelas». «Creemos que procede ser cautelosos y aplicar un criterio de prudencia», insisten, pese a ser conscientes de que «el porcentaje de niños que presentan síntomas graves es reducido, pero se trata de un peligro real que es conveniente evitar».

conciliación laboral. Los dos (él es empleado de banca y ella, de un despacho profesional) han conseguido «un importante grado de conciliación laboral», gracias a la «total sensibilidad» demostrada por sus empresas, si bien también cuentan con apoyo familiar y en el colegio les han facilitado los libros del primer trimestre y ellos harán «un esfuerzo adicional» para que el niño «no pierda ritmo».

Otra cosa es el posible déficit de socialización que puede afectar a Alejandro, un «inconveniente» que  también les hizo dudar, pero que ven «perfectamente asumible»: «Los niños tienen una extraordinaria capacidad de adaptación, es una medida temporal y seguro que no tendrá ningún problema cuando vuelva con sus compañeros». «A día de hoy no pregunta por el colegio y, bajo nuestra supervisión, con mascarilla y distancia, se relaciona con otros niños. Por mucho que se esfuercen y muchas medidas que se tomen, es imposible que un solo profesor controle a casi 20 niños por aula; de hecho, estamos poniendo a estos profesionales en una tesitura muy compleja», añaden Pedro y Pilar, quienes recuerdan que su hijo «se adaptó perfectamente al confinamiento». «Conocemos a más padres que han decidido lo mismo y estamos convencidos de que es lo más prudente».

Más dudas les entran cuando se les cuestiona sobre qué harían si su hijo tuviese un año más y el colegio fuese ya obligatorio: «La respuesta no es nada sencilla. Entendemos a los padres que llevan a sus hijos al colegio. A nadie le apetece que su hijo se ausente del colegio, pero se tome una decisión u otra, nunca deberíamos estar condicionados por amenazas legales que vemos injustas y desproporcionadas».