Plaza de la Universidad: entre incertidumbres y leones

Jesús Anta
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Jesús Anta descubre los secretos de la céntrica plaza vallisoletana

Plaza de la Universidad: entre incertidumbres y leones - Foto: Jonathan Tajes

Fue el centro neurálgico  de la villa del conde Ansúrez. Aquí levantó la  Colegiata llamada Santa María la Mayor que se consagró en 1095. Eso parece que está claro, pero el rincón poblado de cipreses en el que se levanta parte de la torre que llegó a tener la Colegiata ansuriana,  y en el que se ven los restos de la iglesia gótica que la sustituyó, guarda muchos interrogantes sobre los que debaten historiadores, arquitectos y arqueólogos. 

Cierto es que al menos la parte inferior de la torre formó parte de la Colegiata en la que entonaron el tedeum Ansúrez y su esposa Eylo. Pero ¿se levantó al torre completa en vida de los condes o fue una obra ya avanzado el siglo XII?

¿Cómo era la Colegiata ansuriana, de una, tres naves? y ¿de qué tamaño?

En cualquier caso, en este rincón que parece que en el futuro se va a abrir al público, está el resto visible más antiguo de Valladolid y un importante fragmento de su historia. Un espacio un tanto atávico que nos pone en comunicación con la pequeña aldea que fue creciendo entre las esguevas, uno de cuyos brazos, el interior, lamía lo cimientos de la Colegiata.

La torre de Santa María la Mayor, y la de Santa María de la Antigua que se ve entre los cipreses, ofrecen una de las vistas más bellas que se pueden obtener de Valladolid, junto a esa especie de caos arquitectónico en el que se ha convertido la inacabada catedral de los tiempos de Juan de Herrera.

La plaza de la Universidad,  antaño se conocía como plaza de Santa María, y se convirtió en el epicentro de la villa: en ella se asentó el primer mercado que le fue concedido a Valladolid, y al parecer en las dependencias de la Colegiata se reunía el Concejo, e incluso cierta tradición histórica sostiene que en la colegiata se estableció el embrión de la Universidad hasta que comenzó a tener edificio propio en el siglo XV… y de ahí que aquella plaza de Santa María terminara por mudar su nombre por el de Universidad. 

Muchos avatares ha conocido el edificio de la Universidad que preside la plaza, hasta el punto de que en 1909 se decidió derribarlo por completo excepto la fachada, que es a todas luces el testimonio  más importe del barroco vallisoletano. Una fachada levantada en piedra de Campaspero en la que destacan en la cornisa las esculturas que representan a los reyes que protegieron la Universidad, las  imágenes de las disciplinas que se estudiaban: desde la Retórica hasta la Astrología, pasando por media docena de saberes imprescindibles en su momento. 

El escudo de la Universidad, y en lo más alto la  representación de la Sabiduría, que los clásicos no encontraron mejor manera de representarla que en forma de matrona pisando a una pequeña criatura (la ignorancia). 

Un atrio, acotado mediante dieciocho columnas rematadas con veinte figuras de leones, termina por dar forma a este  histórico monumento vallisoletano. 

Frente a la Universidad,  y presidiendo la plaza, se levanta la escultura de Miguel de Cervantes, realizada por Nicolás Fernández de la Oliva en 1877.  Hecha en hierro, se fundió en una de las empresas que había en la dársena del Canal de Castilla: Fundiciones del Canal, tal como reza bajo los pies del escritor. Esta escultura está aquí instalada desde 1889, pues antes lo estuvo frente a la casa de Cervantes. 

No debe pasar desapercibido el conjunto arbolado de la plaza, sobre la que se proyecta la imagen de la única torre de la Catedral, en el que destacan los 17 cipreses que parece que representan los pilares que sujetaban la cubierta de la colegiata,  y los pinos, alguno de los cuales rebasa los 20 metros de altura.

En un rincón de los jardines, sin uso ya, se conserva una de aquellas fuentes en forma de cubo de piedra de los años 50 (esta, concretamente de 1952). Y una broncínea escultura  de tres metros de altura, representando una pluma en su  tintero,  con un breve texto de Zorrilla, recuerda la extinta Fundación Camino de la Lengua Castellana: uno de esos inventos turístico-culturales que apenas tuvo una vida de media docena de años.