Aprender a enseñar

Óscar Fraile
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Carmen Domínguez y Sara Medina, dos profesoras de la UVa con casi 40 años de diferencia de edad, defienden que los nuevos docentes adopten los métodos lectivos de los más experimentados

Aprender a enseñar - Foto: Jonathan Tajes

Carmen Domínguez empezó a dar clase en la Universidad de Valladolid (UVa) en el curso 1975-76, un año después del polémico cierre de la institución académica por parte del Gobierno de Franco. Por entonces ella era una recién licenciada en Biología que sabía que su futuro iba a estar ligado a dos vocaciones: la investigación y la docencia. Primero lo hizo como interina y no fue hasta 1979 cuando obtuvo su plaza fija vía oposiciones.

A sus 70 años, es una de la profesora más veteranas en plantilla de la institución académica, al haber ejercido su derecho de prolongar su vida laboral hasta los 70, en lugar de jubilarse a los 65, como hace la mayoría de los docentes. «Mi vida ha sido siempre la universidad y jamás me planteé retirarme a los 65», reconoce. Lo hará, obligatoriamente, cuando acabe el presente curso.

Sus 45 años de carrera docente le han servido, entre otras muchas cosas, para ir modelando sus métodos docentes. «Cuando eres joven tiendas a transmitirlo todo de una forma un poco encorsetada, pero la experiencia te va diciendo qué es lo que llega y no llega a los alumnos, y al final lo más importante es que se queden con los conceptos», reconoce. Los conocimientos de la materia son fundamentales, por supuesto, pero eso no lo es todo. Hay que aprender a enseñar.

En este sentido, Domínguez reconoce haber tenido «mucha suerte», puesto que encontró en el profesor Benito Herreros a su mentor, un prestigioso catedrático de Bioquímica fallecido en 2002 y al que está dedicado el edificio del Instituto de Biología y Genética Molecular (IBGM). Cuando ella solo era una aprendiz, pedía consejo a Herreros. Además, acudía a sus clases para tomar apuntes de cómo enseñaba a sus alumnos. «Antiguamente nosotros teníamos un ‘mecenazgo’ de profesores formados que nos enseñaban, y yo aprendí de Benito Herreros, que era un magnífico investigador y docente», recuerda. Algo que, según lamenta esta profesora del Área de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Medicina, ya no sucede. «Como ahora nos jubilamos y no tenemos repuesto, la gente joven entra y se encuentra desorientada porque no tiene nadie que le dé directrices», se queja.

Domínguez incide en que lo más importante que deben saber los profesores que comienzan su carrera es que «la vocación de docente va mucho más allá de la mera transmisión de conocimientos, porque hay que analizar qué les llega a los alumnos, además de ser riguroso, imaginativo y entusiasta».

Sara Medina está en el lado opuesto. A sus 31 años, es una de las profesoras más jóvenes de la UVa. Esta licenciada en Filología Inglesa siempre tuvo claro que se quería dedicar a la docencia, y, en parte, eso influyó para elegir la carrera que eligió. «Me gusta mucho el ambiente universitario y la idea de dar clases a adultos sobre algo especializado», señala.

Empezó a dar clases como investigadora predoctoral en 2015 y actualmente imparte las asignaturas de Lengua Inglesa y Literatura Inglesa en la Facultad de Educación, entre otras. Medina reconoce que los principales miedos al empezar en esta profesión, que en su caso asegura que no fueron muchos, es que los alumnos tengan la sensación de que el profesor no está preparado para dar clase. Padecer lo que se conoce como el ‘síndrome del impostor’, un malestar emocional que sufren los que no creen merecer el puesto que ocupan.

Pero lo cierto es que cinco años después de empezar a dar clase, su experiencia ha sido «muy buena» con todos los grupos con los que ha estado. Para ella, lo mejor de su trabajo es conseguir «hacer despertar el interés al alumno por una asignatura» y lo peor es que la universidad, a la hora de promocionar, «no valore la calidad de la docencia», sino otros aspectos, como los años de experiencia. Medina también reconoce que al principio se apoyó mucho en los profesores veteranos. «Mis compañeros, muchos de los cuales habían sido antes mis profesores, me ayudaron mucho», finaliza.