En casa de los hijos de Deo y María

M.B
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Los hermanos González Lara, del restaurante Los Chopos, nos abren las puertas de su cocina tradicional

En casa de los hijos de Deo y María - Foto: Jonathan Tajes

«Nuestra gastronomía es tradicional. Lo que hacemos es lo que hacían nuestros padres cuando empezaron». Manuel resume así el tipo de cocina que se puede encontrar en Los Chopos, uno de esos clásicos del paladar en Valladolid, alejado del centro, situado en la Urbanización La Cumbre, en la calle del mismo nombre, los Chopos. Allí los padres de Manuel, Esther, Carlos y Teresa, los cuatro hermanos que hoy están al frente del negocio, abrieron este restaurante en la década de los 60 del pasado siglo –«quizá incluso antes», hablan mientras piensan en esa fecha exacta–.

Porque Los Chopos es la casa de Deogracias, más conocido como Deo, González y María Lara, y hoy la de sus hijos. Procedentes de Cigales, siempre estuvieron en contacto con el vino. Regentaron La Cigaleña, en la calle doctor Cazalla, «una bodega de picoteo», y a finales de los 50 se decidieron por un terreno en lo que eran las afueras de Valladolid. «La verdad es que no sabemos cómo acabaron aquí», señalan Manuel y Esther casi al unísono.

Al principio abrieron solo un bar en lo que hoy es la entrada del establecimiento: «Había una terraza de cañizo y mucha gente venía a merendar». El restaurante no tardía en llegar. Fue un bar con un salón comedor, cocina y una bodega subterránea para almacenar vino. «Yo tengo 52 años y siempre lo he recordado», apunta Manuel. Precisamente él está en la cocina junto a Teresa, mientras que Esther lleva la sala y Carlos, la sala y las finanzas: «Llevamos toda la vida aquí. Vivíamos aquí al lado y ayudábamos siempre que hacía falta o en la cocina o en la barra».

Los Chopos es, casi con toda seguridad, el restaurante con más años de historia tras La Goya. Y para los cuatro hermanos es «un lugar de encuentro de familias. Son generaciones y generaciones de padres y de hijos... y casi de nietos». Porque su clientela es fija. Se podría decir que los hermanos González Lara conocen a la mayoría de ellos, por no decir a todos, por nombres y apellidos. «Es verdad que a veces reconoces a algunos solo por la voz», bromea Esther.

Aquí se comieron los últimos cangrejos de río (los autóctonos, que ya se han extinguido), se chupaban los dedos los clientes con las ancas de rana y se mantienen como uno de sus clásicos los caracoles: «Ahora en marzo, con las primeras lluvias, volveremos a tenerlos. La temporada suele durar dos meses». Junto a ellos, carnes, pescados, marisco, lechazo por encargo «y productos de temporada. Ahora en invierno, los guisos; en abril y mayo, los espárragos de Tudela...». Y en carnavales, las torrijas.

Sin olvidar clásicos como calamares, gambas al ajillo, chuletillas o las almejas salteadas.

Cierra los lunes y las tardes del domingo (además de las del martes y miércoles en invierno). Aunque no cuenta con menú diario, su carta es de sobra conocida por una clientela que puede pagar unos 40 euros de media. 

Con capacidad para cerca de 80 comensales en su comedor, uno de sus principales ‘fuertes’ está en la terraza de verano, donde se pueden juntar un centenar de vallisoletanos en la época estival a la hora de las cenas. 

Hace cuatro años acometieron la tercera reforma desde que abriese sus puertas: «Antes era más de estilo castellano». Aunque lo que sí que mantienen es muchos de los hábitos que cogió su padre, Deo, que falleció hace justo un año. «Mantenemos a la mayoría de proveedores que tenían nuestros padres», reconocen. El propio Deo bajaba todas las tardes a ver cómo había ido el día y a disfrutar con la que fue su casa. 

La familia y la tradición se dan la mano en la cocina y en un restaurante, Los Chopos, que puede presumir de ser uno de los últimos clásicos.