La covid mata. Vivir en la calle, también

SPC
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Toni, Hugo y Luis Alberto no tienen un techo donde dormir cada noche y acuden al centro de Cáritas en Valladolid a ducharse y desayunar, tiempo que aprovechan los voluntarios para conocer sus problemas

La covid mata. Vivir en la calle, también - Foto: Ical

No tener casa mata’. Es el mensaje de un cartel que ven a diario las cerca de 40 personas que acuden al centro de atención a personas sin hogar de Cáritas Valladolid. Una frase que utilizó la organización vinculada a la Iglesia en la última campaña de la organización con motivo del Día de Personas Sin Hogar, que se celebró el pasado 25 de octubre, que buscaba denunciar la realidad de muchas personas sin hogar o de personas que habitan en infraviviendas, lugares poco salubres y dignos para poder vivir con cierta seguridad. También, era una manera de alertar a las administraciones que este colectivo no podía cumplir con las medidas de prevención decretadas por las autoridades sanitarias para hacer frente a la pandemia de la covid-19.

Da fe de ello Antonio, más conocido como Toni, de 65 años, que se considera un ciudadano del mundo aunque su acento argentino le delata. Por «ciertas circunstancias» en las que no quiere profundizar, lleva viviendo en la calle desde hace cuatro meses, después de estar en el albergue municipal cuando llegó hace un año a Valladolid, aunque ya ha cumplido 17 años en España. «Duermo en el cajero de una entidad bancaria, que por un tema de publicidad no puedo decir su nombre», cuenta entre risas a la Agencia Ical.

En una situación similar se encuentra el madrileño Hugo, de 45 años, quien también «por eventualidades» se encuentra en la calle, con una mochila como única pertenencia, después de haber vivido en una habitación de un piso subarrendado. «Pagaba el alquiler a las personas con quien compartía la vivienda, sin que lo supiera el propietario. Al final, me he visto en la calle después de que la dueña haya cambiado la cerradura y sin mis cosas», relata. Desde entonces, vaga por la ciudad y duerme en la calle.

Hugo confiesa que «nunca» se había visto en una situación así ni pensó en verse en la calle. «Es muy duro», asegura, además de recordar que al riesgo de sufrir un contagio de covid están sus problemas de salud, al ser diabético, haber padecido dos infartos y tener dificultades para acceder a su medicación. «En definitiva, un desastre por que está en juego mi vida», sentencia. 

Este joven está a la espera de cobrar la prestación del paro después de haber trabajado unos meses, pero, de momento, los 118 euros que le ha pagado el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) no le dan para una vivienda. Además, tampoco puede acudir al albergue municipal, habilitado en La Victoria.

Son dos ejemplos de las cerca de 40 personas que tiene controladas Cruz Roja en Valladolid, que recorre la ciudad con una ambulancia durante las noches para ofrecer una bebida caliente y mantas a los sin techo, que viven en portales, bajo los puentes, cajeros de bancos y lugares abandonados. El toque de queda, decretado a las 22 horas, ha supuesto, paradójicamente, un «alivio» ya que les ha permitido buscar la «invisibilidad» más temprano, con la posibilidad de refugiarse en un cajero o en un portal antes para descansar y dormir. 

La visita al centro de Cáritas de José María Lacort también sirve para charlar con Luis Alberto, de 58 años, y su hermano José Ramón, ambos de Santander. Luis Alberto lleva 11 años en Valladolid, aunque los últimos dos años y medio estuvo en la prisión de Villanubla, por delitos relacionados con atentado a la autoridad y peleas. Mientras encuentran un piso de alquiler, asegura que viven en casa de un amigo, aunque acuden a las instalaciones de la ONG para ducharse, asearse y tomar un café caliente. «Nos gusta estar tranquilos y que la vivienda esté limpia, algo que no ocurrió con la última persona con quien compartíamos casa», precisa.

Pasar de 240 a 35 cafés

El centro de atención a personas sin hogar de Cáritas Valladolid está abierto, en la actualidad, de lunes a jueves con dos turnos de ducha y desayunos. A diario, desde su reapertura a principios de noviembre, acuden unas 15 personas al aseo y 35 a tomar un café caliente para combatir el frío de estas fechas. La crisis sanitaria ha supuesto un impacto brutal en la actividad de estas instalaciones porque en ese lugar, en tiempos normales, ya se han llegado a servir 240 cafés por la mañana, tal y como apunta Salu, una de las voluntarias.

Se refiere a las personas sin hogar o sin una vivienda digna que acuden al centro como sus «niños» y reconoce que aprende mucho de ellos, por que tienen el denominador común de haber tenido una vida difícil y llena de obstáculos. «La calle quema y mata a la gente», sentencia. Es por ello que Salu valora la importancia de organizaciones como Cáritas para estar con los sin techo y escucharles. «Aquí, sirvo cafés pero también hago de psicóloga», añade.