El 16% de los universitarios deja la carrera en dos años

Óscar Fraile
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La tasa de abandono más alta se registra en las ingenierías, con el 31,2 por ciento, sobre todo entre los alumnos que no tienen una base sólida en matemáticas y física

El 16% de los universitarios deja la carrera en dos años - Foto: Jonatan Tajes

Una de las decisiones más importante a las que se tienen que enfrentar los adolescentes que quieren ir a la Universidad es qué carrera elegir. Además, deben empezar a pensarlo en torno a los 16 años, cuando no siempre el nivel de madurez es el adecuado para una decisión de ese calado. Más allá de sus perspectivas personales y laborales, hay factores externos que influyen. Desde las expectativas que tienen los padres a las posibilidades de encontrar un puesto de trabajo en el futuro, pasando por el prestigio social de la titulación. Una suma de factores que, si no se gestiona de forma ponderada, puede derivar en una decisión errónea. Y de ahí a la frustración académica hay solo un paso.

Según los datos que maneja la Universidad de Valladolid (UVa), el 16,2 por ciento de los alumnos que empieza una carrera la abandona en los dos siguientes años. Un porcentaje que varía ostensiblemente en función de las ramas del conocimiento. Mientras que en iencias de la salud se reduce al 8,4 por ciento, en las ingenierías y arquitectura se dispara hasta el 31,2 por ciento. Son datos de matriculaciones del curso 2014/15 y del seguimiento que se hace posteriormente de esos alumnos en el 2015/16 y 2016/17. En el 2013/14 la tasa de abandono fue ligeramente inferior: un 13,8 por ciento.

Son múltiples los factores que pueden llevar a un estudiante a dejar la carrera, pero el más habitual es que esos estudios no cumplan las expectativas que él tenía previamente. Un desencanto que deriva en una falta de vocación y, habitualmente, en malos resultados académicos. La pedagoga Sara Lorena Villagrá, profesora ayudante del Departamento de Pedagogía de la UVa, asegura que la mayor parte de estos casos son consecuencia de una «mala orientación profesional». Los centros de educación secundaria disponen de departamentos de orientación educativa que tienen una «importantísima labor que hacer para que los estudiantes descubran quiénes son y qué profesionales quieren ser en el futuro». Pero Villagrá lamenta que «se dedican muy pocos recursos públicos» a garantizar el buen funcionamiento de los mismos. «En los últimos 30 años se ha hecho un esfuerzo grande por incorporar profesionales a estos equipos, pero siguen teniendo que atender anualmente a un montón de alumnos, y hacer un seguimiento real para ayudar a descubrir sus habilidades y carencias no es una cuestión baladí», añade.

Si este trabajo no se hace bien, es más probable que los estudiantes tengan sorpresas desagradables. Y no solo en las ingenierías. «En todas las carreras ves casos en los que hay falta de vocación e incluso de información sobre en qué consiste el grado en el que se están matriculando», añade.

Eso sí, Villagrá incide en que estas experiencias no hay que tomarlas como una «derrota personal», sino como «una oportunidad» para encontrar la verdadera vocación. «Con 18 años uno no tiene siempre claro cómo va a ir su futuro, y en esos momentos es cuando se necesita orientación», señala. Eso, siempre que se tenga la posibilidad de cambiar de carrera, porque la profesora de la UVa recuerda que hay personas que no pueden hacerlo por el coste económico que supone.

Evidentemente, la dificultad es otro factor que suele influir en que las ingenierías tengan una tasa de abandono tan elevada. «Son carreras donde se requiere una base sólida en materias como matemáticas y física», dice. Para solucionar estas carencias se suelen organizar ‘cursos cero’, en los que se refuerzan estos conocimientos.

Casi todos los grados con la tasa de abandono más elevada son de la rama de Ingeniería y Arquitectura, aunque en la lista se cuelan algunos de Ciencias. El de Ingeniería de Tecnologías de la Telecomunicación se sitúa en primera lugar, con una tasa del 50 por ciento, seguido de Ingeniería Informática (45,3), Ingeniería Agrícola y del Medio Rural, en el Campus de Palencia (44,4) e ingeniería en Tecnologías Industriales (43,8). En el otro extremo se sitúan las dos carreras con una tasa de abandono del cero por ciento: el grado conjunto en Publicidad y Relaciones Públicas y Turismo, del Campus de Segovia, y Criminología. 

Hay otros factores que influyen en el hecho de que las ingenierías y las carreras de Ciencias tengan una tasa mucho más alta. Por ejemplo, cierta ‘presión social’ que hace que muchos estudiantes las elijan en base a las salidas que supuestamente ofrecen en el mercado laboral, aunque no tengan vocación para ellas. Al menos eso es lo que opina el director del Centro Transdisciplinar de Investigación en Educación de la UVa (Cetie), Bartolomé Rubia. «Hay una tendencia social a decir que se necesitan más ingenieros que trabajen en la I+D+i de la que tanto hablamos, es algo que repiten los políticos, los expertos y los tertulianos», explica. Una teoría en la que abunda Villagrá. «Las ciencias siempre han estado mejor valoradas en la sociedad y es algo que progresivamente hay que cambiar», señala.

Cambio de carrera.

En la mayor parte de esos casos, el contacto con la universidad acaba en frustración y, por ende, en abandono o en un cambio de carrera. Porque esta es otra opción para los estudiantes que no ‘aciertan’ a la primera. Según los datos del Anuario de Indicadores Universitarios del Ministerio de Educación, el 9,2 por ciento de los estudiantes de la UVa cambian de carrera después del primer año, un porcentaje que se reduce al 7,5 por ciento en la Universidad Europea Miguel de Cervantes. La tasa de cambio de estudio de todas las universidades públicas españolas es del 8,5 por ciento.

«En la mayor parte de los casos, los cambios de carrera no tienen que ver con lo leonino que sea ese grado, sino con los gustos personales», asevera Rubia. En estos casos, las ingenierías, Informática, Matemáticas y Estadística también están entre los grados más ‘cambiados’, con más de un 20 por ciento de los alumnos en todos los casos. «Hay alumnos que están muy preparados para sacar una ingeniería industrial, pero resulta que eso no les hace feliz», añade.

Por otro lado, tener en cuenta la tasa de inserción laboral de cada grado para elegirlo puede ser un factor peligroso, puesto que estas tendencias cambian cada cierto tiempo. «El aumento de ingenieros está haciendo que haya mucha gente que ahora trabaja con esa titulación, pero en todos los nichos laborales hay profesionales que en un determinado momento dejan de tener espacio», avisa el director del Cetie.

Por eso recomienda que los estudiantes se fíen más de su vocación que de otros factores. «Con todos los estudios se necesita hacer un esfuerzo para buscar un acoplamiento laboral, porque ese periodo que vivieron nuestros padres, cuando lo normal era acabar una licenciatura en junio y estar trabajando en septiembre, se ha acabado», señala.

Dificultad de ingenierías.

¿Realmente son las ingenierías tan difíciles como la fama con la que cargan? La directora de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicación, Patricia Fernández, explica que «no hace falta ser un superdotado» para aprobarlas, ni «el alumno más brillante de Bachilerato», pero sí «que sean alumnos trabajadores y perseverantes», porque «es una carrera que, con dedicación y horas de estudio, se saca».

Según ella, la vocación por las ingenierías ha descendido en los últimos años, especialmente la de telecomunicaciones. «Ha dejado de estar un poco de moda», dice. De hecho, en los años 90 la nota de corte era mucho más alta porque los alumnos con mejores expedientes eran los que elegían esta titulación. «Ahora los mejores se van a Medicina y la nota de corte en las ingenierías ha bajado», señala. Tanto, que se ha situado en un cinco para acceder a la ETS de Ingenieros de Telecomunicación. «Las notas con las que llegan ahora los alumnos no son las mismas que hace diez años, y eso hace que los estudiantes que no tienen conocimientos sólidos en Matemáticas y Física se puedan estrellar durante el primer curso», explica. De hecho, la directora asegura que los alumnos que no progresan suelen ser «los que llegan con menos nota».

Fernández también reconoce que las principales razones por las que se eligen estas carreras son sus salidas laborales. «Ahora estamos en un momento en el que no somos capaces de dar a las empresas todos los titulados que necesitan», señala. De hecho, hay estudiantes que son contratados en los últimos cursos, incluso antes de graduarse.

Para intentar reducir la tasa de abandono, esta escuela impulsó en el curso 2015/16 el proyecto MENTUm, mediante el cual los alumnos veteranos orientan a los nuevos, no solo en el ámbito académico, también en el personal y profesional.