La moral de los políticos

M.Rodríguez
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Pedro Herrero, concejal del Ayuntamiento de Valladolid, ha investigado la competencia moral de los ediles españoles. Los resultados de su tesis desmiente creencias arraigadas y aportan propuestas para frenar la corrupción

Pleno del Ayuntamiento de Valladolid. - Foto: Europa Press

Los políticos son protagonistas habituales de muchas de las conversaciones de barra de bar o de las comidas familiares, y casi nunca para bien. A nivel popular, su moralidad se cuestiona desde siempre, aunque sin evidencia científica. Una carencia que trata ahora de cubrir precisamente un político, en su vertiente de investigador universitario. ¿Hay razones objetivas que justifiquen que se conciba sistemáticamente a la política y a las personas que se dedican a ella como un problema, cuando son los responsables de gestionar gobiernos, crisis y combatir la corrupción? 

El concejal Planeamiento y Desarrollo del Ayuntamiento de Valladolid, Pedro Herrero, ha estado cuatro años investigación lo competencia moral de los concejales españoles para poder responder esta cuestión. Y las conclusiones son llamativas porque contradicen ese sentir general. «Los políticos, al menos los locales, son un mero reflejo de la sociedad a la que representan», concluye en su tesis doctoral que ha leído esta semana en la Universidad de Valladolid. Una idea que sirve de base para apelar a que se fijen unas expectativas «ajustadas a la realidad» sobre este labor, desde el punto de vista moral, y plantear soluciones que sirvan «para promover una buena gobernanza y prevenir la corrupción». Y se fija el reto de encontrar pistas para saber cómo elegir a los mejores y cómo formarlos.

Un punto básico en política dado el elevado nivel de desafección social que hay actualmente, atizado por los escándalos de corrupción y estafas corporativas. A esto se suma la arraigada creencia sobre la falta de capacidades y de preparación de los político. Todo esto hace que las encuestas, una y otra vez, consideran que «los políticos en general, los partidos políticos y la política son uno de los problemas estructurales del país».

Reflejo social.

El trabajo de campo de esta tesis se ha realizado con 625 ediles de toda la geografía española. Una elección que se basa en que los ayuntamientos son la parte del Estado más cercana a la ciudadanía y que los concejales están más expuestos al escrutinio social. A pesar de eso, la puntuación media en competencia moral que obtiene no difiere «significativamente» de la obtenida en otros estudios con población adulta. 

La investigación también apunta que los concejales tienen unos niveles «más altos» que la media en habilidad política (astucia social, influencia interpersonal, capacidad de trabajo en red y aparente sinceridad) y liderazgo auténtico (conciencia de sí mismos, transparencia en las relaciones, procesamiento equilibrado y moral internalizada). «Es decir, estarían más preparadas para el ejercicio de la política entendida como actividad consustancial a la gestión de las organizaciones». En esta línea, la tesis rebate la validez del uso del argumento de autoridad moral basado en la experiencia, ya sea por la edad o por el propio bagaje profesional o político. Al igual que desvincula la moral de si se ejercen labores de gobierno o de oposición. 

Llama la atención que el género, en contra de lo esperado, sí ha demostrado en el estudio guardar relación con la inteligencia emocional y con el liderazgo auténtico. «Las concejales sí estarían mejor capacitadas para el ejercicio de la política», apunta. Pero, sin embargo, unos determinados estudios académicos o pertenecer a un sector profesional concreto, no capacitaría más o menos moralmente para el ejercicio del cargo. «Acuden a nuestra mente ejemplos reales de los que han triunfado (supuestamente gracias a su habilidad política y liderazgo) en el sector privado y han fracasado en el sector público, y a la inversa (el fenómeno conocido como puerta giratoria)». 

Tampoco el contexto social y cultural no ejerce ninguna influencia sobre la competencia moral. Y también se desmiente la idea de que la moderación ideológica, es decir, el distanciamiento de la polarización (con independencia del signo político), es decir, el también llamado 'centrismo' ayude a tener más moral. 

Maquiavelismo.

Esto lleva a Herrero a plantear una pregunta compleja y que apunta directamente a los ciudadanos. «Si consideramos a los políticos como uno de los problemas más importantes del país y resultan ser, al menos en este ámbito local objeto de estudio, nuestro propio reflejo moral ¿no deberíamos, acaso, afrontar una reflexión como sociedad?». De hecho, el trabajo se basa en la demanda social de cargos públicos con alto nivel de competencia moral, pero también deja abierta  la necesidad de contrastar la competencia moral de la propia ciudadanía como soberana, o al menos sus expectativas reales sobre las de sus cargos públicos. Y plantea la hipótesis de que la mayor parte no demanda, al menos de forma significativa, que sus dirigentes sean o no competentes desde el punto de vista moral, sino que sus expectativas de beneficio derivadas de sus decisiones sean satisfechas. «En el caso de que sea así cobrarían sentido algunas victorias electorales protagonizadas por formaciones políticas o candidaturas a las que se les atribuye baja reputación moral». 

Y aquí aparece la opción de la asunción social del maquiavelismo como una habilidad política más, controvertida pero inherente. Lo que implicaría dar por sentado que la política es útil y necesaria aunque resulte utópica su vinculación a la moralidad. «La confirmación de este planteamiento serviría para explicar, en buena medida, el estado de opinión pública predominante sobre esta cuestión».

Medios.

En la tesis también se resalta el valor de la información veraz. «Sólo un exhaustivo escrutinio público puede dar pie a desenmascarar los engaños, especialmente la impostura moral, que podría considerarse la más grave de todas». Y defiende el derecho de acceso a la información, el pleno ejercicio de transparencia y la independencia de los medios como primordial para promover la competencia mora. 

Otra propuesta es incluir  la competencia moral en el currículum escolar y formar a los políticos en competencia moral. «Hay que aplicar el entrenamiento en discusión de dilemas morales, con el cual no estamos en absoluto familiarizados. Los dilemas a los que las personas con responsabilidades públicas se enfrentan deben ser expuestos, explicados y analizados por éstas, en la medida de lo posible, ante la opinión pública en términos adecuados». Y aquí los medios de comunicación vuelven a jugar un importante papel.