La historia de nunca acabar

M.R.Y. (SPC)
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La profunda división en el Gobierno de unidad israelí y el descontento de Netanyahu con sus socios de coalición hace que cada vez sobrevuele con más intensidad la sombra de unas nuevas elecciones en otoño, las cuartas en año y medio

La historia de nunca acabar - Foto: RONEN ZVULUN

Parece que a la tercera no fue la vencida y que no va a quedar más remedio que intentarlo, como mínimo, una cuarta vez. La inestabilidad política en Israel se mantiene, a pesar de haber conseguido conformar un Gobierno de unidad, y la crisis sanitaria que vive todo el planeta está afectando a la gestión del Ejecutivo liderado por Benjamin Netanyahu, cuestionado desde la alianza gobernante y, sobre todo, en las calles, donde miles de ciudadanos desafían al coronavirus para alzar la voz casi a diario contra el premier y su equipo. 

La división en la coalición hebrea va en aumento y ya son muchos los que señalan que Netanyahu estaría maniobrando para forzar unas cuartas elecciones en otoño, aprovechando la debilidad de su socio, Benny Gantz, que ha caído considerablemente en las encuestas. 

Sería una estrategia perfecta para un primer ministro que se considera invencible, a pesar de haber tenido que acudir tres veces a las urnas en el último año y medio al no conseguir una mayoría en el Parlamento y de verse forzado a pactar con su más firme adversario. Sin embargo, entrarían dentro de sus planes esos nuevos comicios por varias razones: el descontento ciudadano se concentra, principalmente, en el centroizquierda, por lo que él no vería afectado su electorado; ya han pasado más de tres meses desde que asumió su quinto mandato, que esta vez tendrá una duración de apenas año y medio, por lo que una convocatoria a finales de año sería un golpe perfecto contra Gantz; y, sobre todo, porque a principios de 2021 tendrá que sentarse en el banquillo para dar cuenta de tres casos de corrupción, por lo que una previsible victoria en las urnas podría frenar ese proceso judicial.

«Tal vez Netanyahu quiera elecciones, pero yo no», declaró hace unos días el propio Gantz, quien aseguró que luchará por mantener en pie el Ejecutivo, pero no cederá ante la demanda del premier de aprobar un presupuesto anual en lugar de uno bianual.

Ahí se encuentra ahora mismo el principal punto de fricción entre los aliados. Antes del próximo 25 de agosto, los socios del Gobierno de unidad tendrán que alcanzar un acuerdo presupuestario o el Parlamento se disolverá automáticamente y se convocarán nuevas elecciones en noviembre o diciembre, las cuartas desde abril de 2019.

Incompatibles

Los Presupuestos del Estado son el último encontronazo de tres meses de desacuerdos entre Netanyahu y Gantz: el plan de anexión de partes de Cisjordania, su concepción del sistema judicial o la gestión de la COVID-19 ya habían evidenciado su incompatibilidad para gobernar.

Los medios locales hablan abiertamente de «crisis» gubernamental y aseguran que el premier estaría manteniendo encuentros con diputados, incluidos posibles desertores del centrista Azul y Blanco, para crear un Gobierno alternativo sin Gantz.

El ministro de Justicia de Azul y Blanco, Avi Nissenkorn, señaló también al líder del Ejecutivo esta semana y le acusó de querer evitar la rotación en la Jefatura de Gobierno que debería asumir Gantz en otoño de 2021, según el acuerdo de coalición.

Además, desde el partido liberal acusan al conservador Likud de «incumplir sus promesas» y agregan que «cualquier excusa es una mentira descarada».

Actualmente, la crisis política en Israel es más que nunca económica con más de 850.000 personas -un 21 por ciento de la población- desempleadas y una sociedad cada vez más tensionada que está perdiendo la confianza en el Ejecutivo. Desde el mes pasado se repiten casi a diario las protestas que piden la dimisión del primer ministro israelí, no solo por la gestión de la pandemia, sino también por los cargos de corrupción que pesan sobre él.

Hicieron falta tres elecciones consecutivas, arduas negociaciones entre dos enemigos, cambios sustanciales en la ley básica y la urgencia sanitaria de una pandemia para romper en mayo el bloqueo político de casi un año y medio en Israel. Pero el Ejecutivo de unidad, de Gantz y Netanyahu, está cada día más desunido.

Sin embargo, si Netanyahu pone fin formalmente al acuerdo de coalición, Gantz podría ser primer ministro durante el período de interinidad hasta la cita electoral.

«Por eso la mejor estrategia que tiene Bibi (apodo de Netanyahu) es seguir sin aprobar los presupuestos y dejar que el Parlamento se disuelva automáticamente», asegura el analista Aviv Bushinsky, exasesor del mandatario.

De momento, la Cámara Baja ya ha rechazado esta misma semana un proyecto de ley que buscaba prohibir que un parlamentario imputado pudiera formar Gobierno, lo que afectaría al premier en caso de que busque una nueva convocatoria electoral. Todo un respaldo para un Netanyahu que no descarta volver a las urnas en vez de buscar un acuerdo en su Gobierno, para desgastar a sus rivales y demostrar que, imputado o no, asediado o no, siguen mandando en Israel.