Cierre perimetral: así es la vida en la frontera

R.G.R
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Los vecinos del enclave de Roales y Quintanilla del Molar se ven obligados a pasar a Zamora y León «todos los días». Los municipios limítrofes están en la misma situación y viven «con miedo a una multa»

Manuel Jiménez vive en Valderas, pero trabaja en Roales. - Foto: Jonathan Tajes

Tanto Quintanilla del Molar como la cercana Roales pertenecen administrativamente a Valladolid, pero tienen prefijo telefónico de Zamora, el 980, en cuya Comandancia de la Guardia Civil se integran, corresponden al Obispado de León y su centro de salud de referencia está en Valderas, también en la provincia leonesa. Se trata de los dos municipios de Valladolid que están asentados entre las provincias de León y Zamora. Un pequeño enclave en el norte de la provincia que ahora mismo está pasando por momentos delicados desde que el pasado 15 de enero la Junta de Castilla y León decretara el cierre perimetral de toda la Comunidad por provincias.

Sus regidores afirman que nadie de la Junta se ha puesto en contacto con ellos para aclararles su situación y aclaran que existe «un gran desconcierto» sobre lo que pueden y no pueden hacer. Están rodeados por las provincias de Léon y Zamora y a pocos kilómetros del casco urbano ya salen de Valladolid. Encima, no cuentan con ningún establecimiento, ni con médico, ni con muchos servicios que resultan cotidianos para los habitantes de las grandes ciudades. 

Los vecinos están llamando a sus respectivos ayuntamientos para hacer consultas y preguntas sobre sus quehaceres diarios. Pero nadie lo tiene exactamente claro. Aseguran que de momento no se han registrado multas por parte de la Guardia Civil por saltarse el confinamiento provincial e incluso afirman que los desplazamientos son mínimos debido a la elevada edad de los pocos vecinos que residen en estos pueblos durante el invierno. 

El panadero Ildefonso Rodríguez acude a Roales a diario desde Fuentes de Ropel. El panadero Ildefonso Rodríguez acude a Roales a diario desde Fuentes de Ropel. - Foto: Jonathan TajesEn Quintanilla del Molar son unos 40 habitantes. Y la inmensa mayoría de ellos de avanzada edad. María del Carmen es una de ellas. Trabaja junto a su marido en un explotación ganadera de ovejas. «Casi no salimos. Si queremos algo no nos queda más remedio que ir a Benavente a Zamora o a Valderas, León». El pan llega todos los días, pero el pescadero hace tiempo que dejó de acudir al municipio. «Tenemos que ir a la tienda. No queda más remedio. Pero no nos han multado a ninguno. A mí, hace meses una vez me preguntó dentro del pueblo que dónde iba, les dije que a ordeñar y no hubo ningún problema».

La alcaldesa, Mari Paz Polo, indicó que en el anterior confinamiento sí se comunicaron con ella desde la Junta para saber si había alguna duda, pero no en esta ocasión. «Estamos teniendo problemas porque han reducido el número de médicos del centro de salud de Valderas y llevamos un mes con una sola visita presencial, pero no por el confinamiento presencial», comenta. 

A Melgar llegan a diario varios trabajadores procedentes del municipios leonés de Valderas para trabajar en el matadero. «Pertenece a mi marido y a mi cuñado y les han dado a los trabajadores un permiso para que puedan pasar de provincia por motivos laborales», indicó la regidora. «Los vecinos somos mayores y la verdad es que tenemos miedo al contagio». También llegan al pueblo algunos agricultores que residen fuera, pero que trabajan las tierras dentro del término municipal. «Algunos viven en Medina de Rioseco». Llegan después de pasar por la provincia de Zamora. «No han tenido ningún problema». 

El teniente de alcalde de La Unión de Campos vive en la localidad leonesa de Valderas. El teniente de alcalde de La Unión de Campos vive en la localidad leonesa de Valderas. - Foto: Jonathan TajesLos vecinos de estos dos pueblos no tienen más remedio que saltarse el confinamiento perimetral cada vez que salen. En Roales ocurre lo mismo. Algunos trabajadores acuden a diario desde Valderas. Es el caso de Manuel Jiménez, empleado de la construcción que está rehabilitando una vivienda en el municipio vallisoletano. «Tengo el papel en el coche. No lo saco nunca». Tampoco ha tenido ningún problema con efectivos de la Benemérita (el desplazamiento por motivos laborales está permitido entre provincias) a pesar de que viaja cuatro veces cada día laborable entre ambas provincias. «Nos vamos a comer a Valderas desde Roales a las dos y volvemos a eso de las tres y media». 

Al igual que pasa en Melgar, los vecinos de Roales apenas salen de casa. El bar en la Plaza Mayor permanece cerrado y tan solo unas sillas de terraza permanecen impertérritas ante el frío y la lluvia como señal de unos meses pasados con más vida. Algún vecino, tapado y con prisa, se deja ver por las calles. El claxón de Ildefonso Rodríguez, el panadero del municipio zamorano de Fuentes de Ropel rompe el silencio. Aparca justo en la puerta de una casa y cuelga una bolsa con una barra de pan del picaporte de una puerta. «No está la vecina y se la dejó aquí, pero normalmente salen a comprar lo que quieren». Explica que los vecinos del pueblo casi no salen «por su edad» y solo lo hacen para hacer una compra grande una o dos veces al mes y para ir al médico. «Hay pocos desplazamientos en este pueblo. La gente casi no sale de casa por miedo».

Lo que ocurre en este pequeño enclave en el norte de la provincia también sucede en todos los municipios limítrofes con otras provincias. Muchos de ellos tienen el centro médico fuera del límite provincial y sus vecinos están acostumbrados a pasar con cierta frecuencia a León, Ávila, Segovia o Zamora. Están continuando con los mismos hábitos que antes del cierre entre provincias. 

En diez minutos. Los vecinos de Melgar de Arriba acuden con frecuencia a Sahagún y los de Viloria del Henar, donde residen poco  más de 200 vecinos, están a tan solo diez minutos de Cuéllar, donde encuentran todo lo necesario para su día a día. 

El teniente de alcalde de La Unión de Campos, a poco más de cuatro kilómetros del límite con León, reconoce que todos los días los vecinos van y vienen. En la residencia del municipio trabajan muchas personas que viven en Valderas, e incluso él mismo va y viene. «Tengo dos pases. Uno por ser parte de la corporación municipal y otro como agricultor, que soy un servicio esencial», reconoce. 

El único supermerado de la zona está en Valderas y los vecinos van a este establecimiento. Lo prefieren por cercanía a aproximarse a Mayorga. «Tenemos que dar mucho más rodeo. Nos queda a unos 20 minutos y pasar a Léon son menos de diez. Continuamos igual que antes». 

Son solo algunos ejemplos de los cientos de vecinos que tienen que pasar cada día el límite provincial por causas justificadas. Son los vallisoletanos obligados a saltarse el confinamiento provincial.