J.J. Vaquero: "Yo daba bodas y al acabar, mientras cenábamos los camareros, yo hacía reír al resto"

César Combarros (Ical)
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El cómico vallisoletano protagoniza hoy una actuación benéfica en el Centro Cívico Delicias en favor de los alumnos de los colegios Fray Luis de León y San Francisco de Asís

Lejos quedan los tiempos en los que José Juan Vaquero (Valladolid, 1973) servía cafés en el Carrefour de Parquesol o trabajaba como camarero en bodas en el NH Ciudad de Valladolid. Unos amigos le inscribieron en 2002 en un concurso de monólogos y su sentido del humor y su desparpajo han hecho el resto, hasta convertirle en uno de los monologuistas de mayor éxito de España. Son ya siete años los que lleva trabajando en 'El Hormiguero', como guionista del programa que conduce Pablo Motos, y entre sus últimos hitos profesionales aparece rotundo el guión de la 29ª ceremonia de los Premios Goya, una gala que coronó al presentador, su amigo y compañero encima de los escenarios Dani Rovira. Hoy, a partir de las 20.00 horas, en el Centro Cívico Delicias será el gran protagonista de una gala benéfica a favor de los alumnos de los colegios Fray Luis de León y San Francisco de Asís, en la cual interpretará parte de su espectáculo 'Padre, hija y Espíritu Santo'. Las entradas cuestan ocho euros y al escenario también subirán el músico Carlos Garnacho, el grupo flamenco Jucadi, Rubén Borjas y Mimi de la escuela flamenca Sentidos y el bailaor Guillermo Escudero. “Yo haré monólogos, luego cantarán y al final nos mezclaremos todos, igual hasta cuento chistes por bulerías”, bromea.

Actuará en beneficio del Colegio San Francisco de Asís, un centro con el que mantiene una relación especial...

Es el colegio de mis hijas y al que fui yo hasta que me expulsaron en Sexto de EGB. Será la segunda actuación que haga para ellos; en la primera actué en el mismo salón de actos donde, con cuatro años, realicé mi debut en los escenarios: “A Belén, a Belén” era mi frase. Cuando llegué allí, el director actual, un chico de mi edad al que no conocía, se acercó a darme las gracias y yo le dije: 'No, si yo vengo a recuperar mi cazadora, que cuando me echasteis no me disteis tiempo ni de recogerla'.

En la gala recreará parte de su espectáculo 'Padre, hija y Espíritu Santo'.

Lo estrenamos en la Navidad de 2013 en el Auditorio de la Feria de Muestras con el título 'La Biblia, increíble pero cierta' y fue muy bien. Paramount Comedy lo quiso grabar y le cambiamos el título, porque realmente no habla de la Biblia, sino de las dudas de mi hija con la religión. Es la historia de un padre y una hija.

¿Cómo comenzó su carrera profesional en el humor?

Yo siempre he sido camarero. Primero en la cafetería del Carrefour y después de la mili en la cafetería del NH. Dábamos bodas, al terminar nos sentábamos quince o veinte camareros a cenar y ahí yo era el que hacía reír al resto. El Wallaby, un bar de Parquesol Plaza, convocó un concurso de monologuistas y mis amigos me apuntaron. Allí conocí a Nacho García, Quique Matilla, Luis Rodríguez y Álex Clavero, y empezó un poco todo.

¿En ese momento ya percibió que quizá podría hacer de eso su oficio?

No que va. Diría que eso lo he visto antes de ayer. Empecé a actuar y llegó un momento en el que tuve que empezar a renunciar a bolos porque tenía que trabajar, y tras valorarlo, vi que en ese momento yo no tenía familia ni obligaciones y pensé: 'Para poner cafés tiempo tengo'. Decidí jugármela y encadené tres excedencias hasta que dejé mi trabajo como camarero.

¿En el humor qué es más importante: el talento o el trabajo?

Para hacer reír a la gente la vis cómica es fundamental. Por ejemplo, no creo que haya nada más gracioso que Faemino en el mundo. Con él o con Pedro Reyes, es verlos y empezar a reírme sin saber muy bien por qué, creo que hay algo físico que simplemente basta con verles. Por otra parte, para trabajar como guionista de humor lo más importante es la disciplina del trabajo: sentarte y hacerlo un día tras otro. Mañana hay otro programa de 'El Hormiguero' y hay que escribir los chistes, y unos días serán mejor y otros peor, pero así es el trabajo.

¿Cómo ha evolucionado desde que empezó hace trece años?

El otro día, después de actuar en Getxo, un chaval me dijo: 'Te has ablandado, antes hablabas mucho de droga y ahora hablas de tus hijas'. El tío lo decía criticándome pero yo pensé que es fantástico que la gente piense eso. Yo siempre cuento lo que me va pasando: cuando estaba en discotecas hablaba de eso, cuando tuve un dálmata hablé de él y cuando he tenido niñas hablo de los dimes y diretes de una niña. El humor que hacía antes tenía un 'target' muy limitado que ahora quizá esté un poco más abierto. No voy a decir que sea un humorista para toda la familia, pero creo que ahora llego a más edades.

Con lo políticamente correcto dominando la sociedad, ¿cada vez es más difícil hacer humor sin ofender a nadie?

Nos la cogemos muchísimo con papel de fumar. Escribiendo la gala de los Goya, Miguel Ángel Hoyos, otro guionista que participó, me preguntó: '¿Tú crees que se enfadarán por esta frase?'. Yo le respondí que creía que no, y él me dijo: 'Es que se enfadan por todo'. Mi respuesta fue: 'Pues eso lo anula. Como se enfadan por todo, dilo todo'.

La gala de los Goya siempre ha ido acompañada de mucha polémica. ¿Fue un papelón aceptar escribir el guión?

Yo lo tenía muy fácil, pero Dani Rovira no tenía por qué meterse en ese lío: si salía mal, toda la culpa iba a ser suya, y si salía bien seguramente lo íbamos a compartir porque él es muy generoso; de hecho, cuando todo terminó se paseó por todos los platós diciendo mi nombre y el de Miguel Ángel. Yo estoy contentísimo porque él aceptó comerse un caramelo envenenado y le sentó bien. La experiencia fue muy positiva y fue facilísimo trabajar con Juan Luis Iborra, el director de la gala.

¿Qué cuerpo se le quedó tras ver el debut en el cine de un compañero y amigo como Daniel Rovira?

Yo he actuado muchísimo con él. No en vano mi hija mayor le llama tío. Estuvimos tres años de gira juntos con los espectáculos 'Arreglando el mundo' y 'El bueno, el feo y el malo', pero el estreno de '8 apellidos vascos' me me pilló justo en la época que menos contacto teníamos. Después de compartir tantos kilómetros, llegando a bares medio vacíos donde pensábamos que no nos iban a pagar y ni siquiera había micrófono, verle como el protagonista de una película ya era increíble. Yo la vi el primer fin de semana, pero entonces nadie pensaba que iba a superar los 55 millones de euros de recaudación, una locura. Te contaré una anécdota con la que realmente me di cuenta de lo que la película había supuesto para él: Yo, siempre que veo a Rovira, le doy 50 euros porque se los deberé. Como me gusta mucho la fiesta, no tengo tarjeta de crédito y la noche nos ha confundido mucho siempre, cada vez que le veía le decía: 'Toma, 50 euros, que seguro que te los debo', y él me respondía: 'Trae trae, que seguro que sí'. Después de que pegara el pelotazo, nos volvimos a ver y le dije: 'Toma, 50 euros, porque te los deberé', y él me dijo: 'Déjalo'. Ahí le dije: 'Hostia, tío, ¡te va bien, eh!'.

¿Su éxito es un símbolo de cómo el humor ha podido romper ciertas barreras que le condenan como el hermano pobre de la interpretación?

Totalmente. A mí me da un poco de rabia o de pena que los Oscar, por ejemplo, necesiten un cómico para presentarlos, pero luego las comedias no se llevan ningún premio. Algún día va a decir el cómico que presente aquello Rita. Pero es algo asumido.

¿A nivel profesional cuál ha sido el mayor golpe de suerte de su vida?

Yo he tenido muchos golpes de suerte. La gente me dice: 'Pero te lo habrás currado...'. Sí, me lo he currado, pero después. El primero fue que el hombre que organizó el concurso del Wallaby trajo a la discoteca Paladium a Eva Hache, y nos cogió a mí y a Nacho García para completar una gala con ella. Eva vino con su mánager y, tras vernos actuar, él nos pidió el teléfono y comenzó a darnos algún bolillo juntos por ahí. El segundo sería el de Paramount Comedy, que fue increíble: yo les envié un VHS, me llamaron y me preguntaron si podría grabar con ellos ese mismo día, pero me advirtieron que sólo me necesitaban para completar una grabación con Ignatius y Ángel Martín y no tenían previsto comprar mi monólogo. Los dos tuvieron problemas en su actuación (Ignatius con un espectador y durante la actuación de Ángel cayó una chapa que rompió una mesa) y al final compraron mi monólogo, y desde entonces empecé a trabajar con Paramount. Por otra parte, tras participar en una gala benéfica de magia en Becerril de la Sierra, se acercaron a mí Trancas y Barrancas, que estaban entre el público, y me pidieron el teléfono. Un tiempo después estaba en casa de Quique Matilla, el monologista de La Rondilla, escribiendo unos chistes, y sonó mi teléfono. De aquella yo tenía teléfono pero nunca lo cogía, pero el ver el número me dio por contestar y al otro lado escuché: 'Hola, soy Pablo Motos'. Para él tiene que ir mi agradecimiento más grande, porque llevo ya siete años trabajando en 'El Hormiguero', y ese programa me ha dado de comer y ha criado a mis hijas, además de permitirme tener un trabajo normal, estable, con un sueldo fijo, y aprender un oficio, el de guionista, que si cualquier día me quedo sin voz me puede venir bien. Y otro golpe de suerte fundamental es Rovira, con el que encajé desde el primer día que nos conocimos. Tras un tiempo desconectados, un día me escribió un correo electrónico diciéndome que le habían encargado presentar la gala de la Liga de Fútbol Profesional, pidiéndome hacer el guión porque a él no le daba tiempo. A él le fue muy bien en esa gala, pero es que es muy bueno, y tras aquello contó conmigo para lo de los Goya, que es uno de mis trabajos que más repercusión ha tenido y que ha silenciado a aquellos que me veían como un macarra de aquí.

¿Qué tiene Valladolid para contar con una cantera tan espléndida de monologuistas?

Es decisivo Leo. Hoy somos muchísimos, y no me refiero sólo a los que pusimos en marcha 'Humor de Protección Oficial', pero Leo Harlem fue el primero y tener a alguien en quien fijarte es fundamental. Es una bellísima persona que ha ayudado a todo el mundo que se lo ha pedido y siempre ha hablado bien de todos. Cuando Nacho y yo empezábamos a movernos, él habló con Divertia, la gente que le lleva a él, y nos daban bolos casi sin habernos visto. Luego, con los concursos, empezamos a salir ocho o diez personas que más o menos nos defendíamos, y locales como El Rincón del Erizo (el bar que él mismo gestiona en Parquesol) o el Connery, que lleva mucho tiempo haciendo cosas muy bien, empezaron a ofrecer un espacio donde actuar. Al final necesitas que la gente salga a ver monólogos, y cuantos más seamos y un nivel más alto tengamos, será mejor para todos. Ahí se te pasa el rollo del ego, porque sabes que lo que necesitamos para sobrevivir todos es ser muchos y muy buenos.