La pandemia de la pobreza

M.Rodríguez
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Las organizaciones sociales están desbordadas por las peticiones de ayuda que están recibiendo. Las demandas no son solo de alimentos, también ayudan a personas mayores y a los más pequeños para intentar evitar el fracaso escolar.

Un voluntario del Banco de Alimentos transporta un lote de comida para distribuir a los necesitados - Foto: Wellington Dos Santos Pereira

CÁRITAS. «El efecto de esta crisis hace que haya dos pobrezas ocultas:la de mayores y pequeños»

La crisis de la covid-19 ha incrementado la población en situación de vulnerabilidad, según confirman desde Cáritas Valladolid. Luis Miguel Rojo, delegado de la organización religiosa, advierte de que hay un tipo de pobreza que ahora mismo no se visibiliza:la de las personas mayores y la de los más pequeños. Uno de los colectivos más afectados son los mayores, que ahora están confinados en sus casas y a los que apunta, en ocasiones, se les está «infantilizando». La organización realiza el seguimiento de unos 300, a los que los voluntarios llaman hasta tres veces a la semana. Además, se les está repartiendo el material con el que trabajaban en los talleres a los que asistían antes del estado de alarma «para que puedan seguir activos en casa». La actividad se considera importante para evitar los efectos secundarios del encierro, ya que «al prolongarse esta situación pierden la noción de tiempo y les afecta la falta de relaciones sociales». Y para los que viven solos se ha puesto en marcha la iniciativa ‘La parroquia te lo acerca’, que les lleva a sus hogares las compras o medicamentos que demandan. Aunque en este sentido, la organización también se ha visto afectada porque muchos de sus voluntarios son personas mayores, y les han pedido que se queden en casa para evitar riesgos para su salud. Por otro lado, en Cáritas preocupa el colectivo infantil y están apoyando en temas educativos a 227 familias. «La brecha digital les afecta especialmente y tienen dificultades para seguir el proceso educativo normal. Influye la falta de medios o el entorno familiar», resalta. Y por eso también contacta con el centro educativo para intermediar. Además, con los adolescentes realizan labores de apoyo psicológico para «acompañarles en estos momentos tan complejos».

 

ENTREVECIOS. «La covid-19 es una crisis socio-sanitaria     que está poniendo al límite al tercer sector»

El proyecto social Entrevecinos, de la Federación de Vecinos Antonio Machado, está estos días trabajando a toda máquina para recoger donaciones de alimentos y distribuirlos entre las familias más necesitadas. Contacta con las empresas agropecuarias de la región para pedir ayuda, pero también las asociaciones vecinales contribuyen con sus colectas entre los vecinos. «Llevamos desde 2011 con el programa de la Despensa Solidaria. Al principio atendíamos a 20 personas a la semana, luego se fue mejorando la situación, pero con la covid-19 se ha vuelto a cifras de los peores momentos de la crisis de 2008», explica Carmen Valderrey, trabajadora social de la organización. De hecho, en abril atendieron a 30 familias, a las que facilitaron bolsas de comida y productos de higiene personal, pero ahora están bajo mínimos de reservas. «Las familias a las que ayudamos se eligen por las trabajadoras de los CEAS municipales, aunque también nos derivan algunas las asociaciones de vecinos», detalla. Además de estas entregas, también realizan un seguimiento telefónico de los beneficiarios, que suelen ser familias monoparentales (sobre todo, empleadas del hogar o trabajadores de economía sumergida) e inmigrantes. «En la mayoría de los casos no tienen ningún tipo de ayuda económica y por eso se les ayuda a tramitar la renta garantizada o las ayudas de emergencia», apunta Valderrey. Esta asociación, que se mantiene con subvenciones del Ayuntamiento y donaciones particulares, trabaja con voluntarios. «La covid-19 es una emergencia socio-sanitaria que está poniendo al límite al tercer sector. Pedimos apoyo porque solos no podemos. Y la situación se va a agravar más. Hay mucha incertidumbre», lamenta la trabajadora social.

 

CRUZ ROJA. «Ya sufrí muy fuerte la crisis de 2008, pero nunca había llegado a la situación en la que me veo ahora»

Montse es una autónoma de 61 años, de baja por enfermedad, que esta semana volvió a la cola, que se forma a primera hora de la mañana en la calle Pólvora, para la recogida de una cesta básica de alimentos en Cruz Roja. «Ya sufrí muy fuerte la otra crisis, pero nunca había llegado a la situación en la que me encuentro ahora», lamenta. También explica lo «duro y humillante» que es esa espera, una sensación que comparte Fernando, de 47 años y prejubilado, que lleva tiempo recurriendo a esta ayuda. «Ahora hay mucha gente nueva que también necesita ayuda», confirma. En este tiempo se han duplicado las peticiones de ayuda a la organización, que llena su almacén gracias a las donaciones, al Banco de Alimentos y al FEGA. Unos productos de primera necesidad que también se llevan a los domicilios de las personas que no se pueden desplazar, como es el caso de una mujer con minusvalía, en Villa del Prado, a la que Carole -una voluntaria que lleva tres semanas en la organización- le lleva un paquete básico y le recuerda las normas básicas de higiene que debe seguir. «Es la primera vez que necesito esta ayuda», explica y apunta que también ahora tiene la Ayuda a Domicilio. Los voluntarios de Cruz Roja también acuden a domicilios de personas que no se pueden desplazar para llevar medicamentos o sellar recetas. Un servicio que se extiende a toda la provincia. La organización trabaja de forma coordinada con los servicios sociales y con planes integrales para los usuarios.

 

BANCO DE ALIMENTOS. «Se nota la crisis y  cada día salen más pedidos para que los distribuyan las entidades sociales»

El Banco de Alimentos es un buen termómetro para medir el impacto social de esta crisis. «Cada día salen más pedidos de las entidades para distribuir a las familias necesitadas», explica Trinitario Herrera, uno de los voluntarios. «Esta semana, a diario se pueden repartir unos 20.000 kilos», detalla. Ahora están trabajando unos 15 porque las medidas de seguridad aconsejan que los de más edad se queden en sus domicilios. «El trabajo es intenso y complicado por las medidas de seguridad, pero lo tenemos bien organizado», concreta Herrera, mientras entrega al Ejército un pedido de una entidad que no tiene otro medio para recogerlo.Y es que la demanda de las entidades obligó al Banco a reabrir sus puertas, ya que había repartido existencias inicialmente hasta el 15 de mayo. «Con la crisis los que estaban en precario ya no pueden cubrir los gastos de comida», explica Jesús Mediavilla, presidente del Banco. «Se ha disparado alarmantemente la demanda y tenemos muchas acciones en marcha para conseguir más alimentos», relata Mediavilla. Y es que las medidas del estado de alarma han implicado que no puedan recibir los 25.000 kilos de las operaciones recogida de alimentos previstas. Aunque la generosidad de empresas y particulares apunta a que se podrán «compensar» esa pérdidas. «A final de año está previsto que repartamos unos 2,4 millones de kilos de alimentos, que cubrirán las necesidades de 24.000 personas». 

 

PARROQUIA DE SANTO TORIBIO. «Los que estaban en precario ahora están en caída libre. Nos precupa mucho la brecha digital»

Antonio Verdugo está al frente de la parroquia de Santo Toribio, en Las Delicias. Allí, la cercanía con las familias le permite detectar de primera mano sus necesidades, aunque trabaja de la mano de los educadores de calle y trabajadores sociales de Cáritas, además de en coordinación con los servicios sociales municipales. Esta parroquia atiende actualmente a unas 30 familias, a las que entrega un lote de alimentos y productos de higiene personal. «La mayoría procede del proyecto ‘Delicias un barrio para todos y todas’, que plantea una intervención social integral», explica Verdugo. Aunque también han sumado familias nuevas por la crisis, como la de Felipe Rankin, que llegó hace dos meses a España y se topó con la crisis de la covid-19. «Esta ayuda es una bendición», agradece. Pero no solo recibe ayuda alimentaria, ya que la parroquia logró que «en una semana» sus dos hijos entraran en el sistema educativo. Además, un voluntario de Santo Toribio les ayuda con clases particulares. Y es que evitar la brecha digital es una obsesión para Antonio Verdugo, que gestiona donaciones de equipos informáticos. «Esperamos recibir la próxima semana, en colaboración con Cáritas y particulares, al menos diez equipos con acceso a internet. Y si no conseguimos los equipos, hacemos de enlace entre el colegio y las familias. Y les llevamos los deberes», apunta. De momento, atienden a unos 120 chicos, pero también las necesidades de sus familias.