De tertulias, pinchos morunos y salchichas

M.B
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Félix Saldaña nos descubre la historia del Bar Campero, abierto en 1950 en Claudio Moyano, uno de los reyes de la plancha de Valladolid

Félix Saldaña, en la plancha del Campero. - Foto: Jonathan Tajes

'Ojo al salir, cuidado con la cabeza’. No eres de Valladolid si no has dibujado una sonrisilla en la cara al leer la frase y situarte dentro del Campero. En un entorno andaluz, de tertulias de toros y mucho más, con sus pinchos morunos, sus salchichas y sus chapatinas por bandera, este local de la calle Claudio Moyano es uno de los clásicos del tapeo, quizá el rey de la plancha desde hace ya años. Abrió en los 50 del pasado siglo –y se dice así de corrido sin pensar–. Lo hizo de la mano de Alfonso Díez, ‘el de Correos’, aunque al año siguiente lo cogió Antonio Saldaña. Desde entonces, su familia se ha encargado de este céntrico bar y de clientes de todos los ámbitos: el abogado republicano Eduardo Pardo Reina, políticos como José María Aznar o Tomás Rodríguez Bolaños;o deportistas, como Fernando Hierro o Sabonis. Otros, quizá con menos nombre, han quedado en el corazón del local, como Curro: «Venía en nuestros inicios a por chapas y ahora a tomar cañas, y a comandar muchas tertulias». 

Porque el Campero no es solo conocido por sus pinchos. También por sus tertulias. Y, al igual que sus clientes, de todos los ámbitos.

Abrió sus puertas en febrero de 1950. Con un nombre que ya tenía reminiscencias andaluzas, con referencias al Fino Campero, con el mismo anagrama pero en vez de una copa de vino con un pincho en la mano. Un año después pasó a manos de Antonio Saldaña y su mujer, Felicidad Carretero. «Mi padre había trabajado en el Cantábrico y El Molinero antes de irse tres años a la mili a Marruecos. Al volver, y después de casarse, buscaron algo para montar y como a mi madre le gustaba lo andaluz...», recuerda Félix Saldaña, hoy al frente del local, que revela que en un primer momento fue marisquería: «Mi padre lo tanteó al principio pero rápidamente se decantó por los pinchos. De su paso por Marruecos trajo la idea aunque él siempre bromeaba con que sus pinchos eran cristianos y no morunos, porque eran de cerdo». Eso sí, Félix apunta que aunque su padre era la cara del bar, el alma lo era su madre, la que preparaba esos pinchos: «Lo hizo hasta los 80;desde los 70 ya se incorporó mi hermana María Jesús hasta hace un par de años y ahora es mi mujer, Ana... yo estoy en la plancha aunque la estrella del bar es mi sobrino, Javier Verdejo». 

Porque el Campero es un negocio familiar. En los 80 se pusieron al frente los hermanos Félix y Pedro, y poco más tarde Iñaqui. Una de la magia del local es, precisamente, su estructura, casi igual que en sus inicios... aunque quizá muchos no recuerden que la parte del fondo primero fue la vivienda de la portera y poco más tarde un salón con dos billares (americano y francés). Ahora es todo un bar para 60 comensales antes de las restricciones y con esa plancha como gran referencia.

«No tenemos cocina... buena una pequeña para hacer las ensaldas o la ensaladilla rusa o las sopas de ajo», apunta Félix Saldaña, que recuerda que su bar no tiene televisión: «Aquí se viene a beber, comer y charlar». De ahí lo de las tertulias.

Sus pinchos de siempre son el moruno (3 euros) y el de salchicha castellana(3,3), más las chapatinas de lomo, panceta, lacón... tortilla de patatas, chorizo... «El pincho moruno y la salchicha es todo artesanal. Compramos trasero para la maza del primero y delantero para el segundo. Aquí lo cortamos, lo adobamos y luego lo trabajamos en la plancha», concreta Félix, añadiendo que es muy importante el punto de esta última, para que no se queme el producto.

Las restricciones por la pandemia han hecho que ahora solo abra por las mañanas hasta las cuatro de la tarde: «Llevamos un año nefasto y nuestra filosofía ahora es la de trabajar para que esto no muera, porque la hostelería está en la UCI».