Oro líquido palentino

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La miel de Felipe y Aurora, enmarcada en la marca de garantía Tierra de Sabor y Alimentos de Palencia, conjuga tradición y calidad

Los apicultores palentinos Felipe y Mario García recolectan la miel al final del verano en las colmenas que tienen instaladas en el monte de Villota del Páramo (Palencia). - Foto: Ical

A los 12 años comenzó a recorrer con su padre los pueblos de la comarca de Saldaña en un símil al reparto de la comida rápida de hoy en día. Sin hamburguesas o pizzas, la protagonista era la miel. Felipe García, dueño de la empresa Felya, situada en el municipio palentino de Abia de las Torres, ha mamado el oficio. Puerta a puerta, al son del claxon de la furgoneta, los vecinos sabían la llegada del ‘mielero’ a su localidad. Como si de un autoservicio se tratase, cualquier recipiente o tarro servía para ser rellenado, a un precio de 100 pesetas por kilo.

Ahora, las cosas han cambiado, no hacen la ruta del panadero o carnicero, pero también reparten su producto artesano allá donde se lo soliciten. Felipe García, algo más mayor y experimentado en el oficio, trabaja junto a su hijo, el relevo generacional. Entre ambos suman un total de 1.200 colmenas repartidas por la zona de la Ojeda, Valdavia y Boedo, además del norte de Palencia y León.

En relación con la producción, García reconoce que “ha caído bastante, con unas cifras que rondan los 12.000 kilogramos de miel”, aunque, en una campaña buena, “esa cifra puede ascender hasta los 30.000 kilogramos totales”, destaca. La disminución se ha debido a la “falta de humedad sumada a las semanas de calor tan fuerte que tuvieron lugar en julio y agosto, con temperaturas de hasta 40 grados, los cuales fastidiaron las plantas”.

La recolección se extiende desde julio hasta septiembre, mientras que el resto de tiempo se realizan labores de mantenimiento, envasado y reparto. Aun así, “sobre mayo las existencias comienzan a bajar y falta el producto en las tiendas”, afirma.

Entre unas mieles y otras existe diferencia, ya que la de romero y tomillo son de primavera, al ser más dulces y suaves, indicadas para catarros y las dolencias relacionadas con la garganta. En cambio, la de brezo, la más demandada, sirve para bronquios y catarros fuertes de invierno, además de recomendable para la anemia, enfermedades del corazón o las vías urinarias. Además, dentro de la variedad del brezo, la pequeña empresa artesana Felya saca a la venta la miel en crema, la cual está batida y pasada por una máquina para romper el grano, por lo que se puede untar y es mucho más exquisita.

Avispa asiática

Ser apicultor no es tarea fácil, y además de las afecciones provocadas por el cambio climático y los robos de las colmenas, los trabajadores de este sector tienen que enfrentarse a las amenazas del reino animal. Desde el oso a las abejas trashumantes, sin olvidar la avispa asiática.

En los últimos años, la vespa velutina ha proliferado por el norte de España, al convertirse en un problema en las regiones de Asturias o Galicia. Aun así, García reconoce que la avispa asiática “todavía no da problemas porque se observan pocos ejemplares por la zona, aunque el año pasado se retiró un nido primario y otro más avanzado en los alrededores de la comarca de Saldaña”.

De cada nido salen 200 reinas, las cuales fabrican otros tantos nidos más en el entorno, pero “no ha habido rastro ni presencia de ellas”. Al igual que con la producción de sus colmenas, García achaca a las grandes temperaturas de algunas semanas de la temporada estival la razón por la que la avispa velutina no ha anidado. Aun así, asegura que “en el momento en el que se empiecen a caer las hojas de los árboles es posible que se observen algunos nidos”.

La reproducción se desarrolla a partir de un nido primario realizado por la reina, la cual comienza a criar diferentes tandas de avispas que se desplazan a una zona elevada donde fabrican un nido secundario. En él se acumulan miles de ejemplares encargadas de alimentar a la colonia, además de originarse nuevas reinas, que provocan una cadena sucesiva.

Ganados trashumantes

Dejando a un lado la avispa asiática, la actividad de los ganados de abejas trashumantes se vuelven un quebradero de cabeza. “Son un gran problema, aunque la práctica esté legislada, pero no de una forma adecuada”, afirma el dueño de la empresa artesana Felya. De esta forma, hay ciertas personas que se dedican a mover las colmenas de un lugar a otro, pero el problema se origina cuando se instalan alrededor de los apicultores que no realizan esa práctica. Con la presencia de los forasteros, en el momento de la floración, “las colmenas autóctonas se quedan a la mitad de producción, al tener que competir con asentamientos de 200 colmenas a mayores”, apunta.

Según la normativa, debe de existir un kilómetro entre el asentamiento trashumante y el del apicultor de la zona, aunque Felipe García asegura que “esa distancia no es suficiente”. Además, explica que “las colmenas movidas de otras zonas han infectado a sus abejas de varroa, un ácaro que se alimenta de la sangre de la propia abeja, por lo que, al herirla, cría mayor número de enfermedades o incluso las mata”. Para luchar contra el ácaro hay muchos tratamientos, pero “cada vez hacen menos efecto”, lamenta.

No obstante, García adelanta que las abejas “van a invernar mal”, por lo que estima una “mortandad del 35 por ciento”. La razón se enmarca en la presencia del “ácaro y a la despoblación, dado que hay poco ganado en las colmenas, aunque tengan miel”. De esta manera, las existentes tendrán que “hacer frente al frío del invierno de la zona”, añade.

Otras utilidades

Los laboratorios, en ocasiones, solicitan la extracción de veneno de abeja en pequeñas cantidades. Para ello, se introduce en la colmena una batería y una resistencia que vibra para excitar al animal y conseguir que la pique en sucesivas ocasiones, pero sin dejar el aguijón, al no ser una superficie fácil de penetrar. Con el calor, el veneno se evapora y queda un polvo final con el que se fabrican cosméticos o antídotos.

Entre los productos destacados, dejando a un lado la miel, se posiciona el propóleo, una resina que sacan las abejas de los árboles, la cual se queda entre sus patas y la llevan a las colmenas para curarse, tapar rendijas o simplemente subsistir. De esta manera, el propóleo es como “un antibiótico natural que se obtiene por mediación de unas rejillas instaladas en las colmenas, que tras extraerlas y congelarlas se acaba consiguiendo”, detalla Felipe García.

Además, en pequeñas cantidades, comercializan polen, indicado para la pérdida de apetito, estreñimiento, anemias o la caída del cabello, entre otros casos, y jalea real, recomendada para la artritis reumáticas o las úlceras estomacales. Entre otros productos se encuentran los cosméticos y caramelos, fabricados por laboratorios y empresas externas, pero con la materia prima obtenida de sus colmenas propias. Sin olvidar las tradicionales velas de colores con formas animadas, dado que se utiliza la cera resultante, porque todo es aprovechado en el proceso.