«Cuando perdí la casa me intenté quitar la vida»

Óscar Fraile
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Encarnación Arias sufrió un desahucio hace una década, solo meses después de que sus dos vástagos pasaran por el mismo proceso al no poder pagar la hipoteca. Los tres okuparon unas viviendas en las que aún residen

Encarnación Arias perdió su vivienda hace algo más de una década. - Foto: Jonathan Tajes

Hay pocas personas que hayan vivido en primera persona el drama de los desahucios con tanta intensidad como Encarnación Arias. La pesadilla que sufrió esta vallisoletana hace algo más de una década, en 2008, no solo le costó la vivienda, sino que estuvo a punto de costarle la vida. Los problemas económicos que asolaban a su familia en una época en la que empezaba una fuerte crisis económica se llevaron por delante no solo su vivienda, sino también la de su hija y la de su hijo. Y todo en un periodo de alrededor de un año y medio.

Primero fue su hija la que tuvo que entregar las llaves al banco al no poder afrontar los pagos. Tenía previsto hacerlo en mayo de 2008, pero pidió un mes más de margen para que su hijo pudiera terminar el curso. El banco accedió. Solo cuatro meses después le llegó el turno a su hijo. En octubre tuvo que dejar la vivienda al no poder pagarla. La situación de la familia ya era extrema y, en cierto modo, provocada por la explosión de la burbuja inmobiliaria y la imposibilidad de encontrar trabajo después de quedarse en el paro. Así era imposible, por ejemplo, que la hija de Encarnación hiciera frente a la cuota de 800 euros mensuales de la hipoteca.

Dadas las circunstancias, esta mujer decidió dejar su casa a sus hijos, ya que ella tuvo la posibilidad de irse a vivir de alquiler a un piso de Santovenia con una cuota «muy baja». Y así estuvieron un año, pero la falta de trabajo hizo que la situación se fuera deteriorando aún más, hasta el punto de que los dos hijos no podían hacer frente a la cuota de 500 euros que había que pagar por la casa de su madre. Así que solo se podía contar con los 559 euros que cobraba Encarnación cada vez por su pensión de jubilación. «Está claro que con 59 euros no podíamos comer todo», lamenta. Y más si se tiene en cuenta que su  hija era madre de dos niños de doce y cuatro años y su hijo tenía otro vástago de pocos meses. La consecuencia es que Encarnación perdió también su casa y toda la familia se vio en la calle.

cómo salir adelante. Así las cosas, y ante una situación extrema, decidieron aplicar medidas extremas. «Por entonces yo sabía que en el bloque de Santovenia donde vivía había pisos vacíos de un constructor que estaba en la cárcel y de la Sareb», recuerda. Y así Encarnación y sus hijos se convirtieron en okupas, junto a otras 23 personas que también habían sido desahuciadas.

Pasaron los años y la constructora intentó recuperar la propiedad de los pisos en un tira y afloja no exento de momentos de tensión. Finalmente, con el paso de los años, la propiedad accedió a negociar y acordó un alquiler muy por debajo de mercado acorde con los ingresos de cada familia que, por lo general, son muy bajos. «Entre nosotros había gente como una mujer desahuciada con un niño con un derrame cerebral, otra familia con una niña que no podía andar, etcétera», señala. La constructora accedió a que, por ejemplo, los vecinos que solo cobraban 430 euros, que eran bastantes, pagaron solo cien de alquiler.

Fueron años muy duros y Encarnación rompe en lágrimas al recordar el coste personal que tuvo para ella. «Cuando mis hijos y yo perdimos las viviendas intenté quitarme la vida porque no quería verme así», dice. De hecho, tras ese fatal episodio estuvo ingresada un año en el hospital y en tratamiento psiquiátrico.

Pero salió adelante. Y mucha culpa de ello tuvo su ingreso en Stop Desahucios para dedicar las pocas fuerzas que tenía por entonces a que nadie más tuviera que pasar por lo que ella ha sufrido. «Eso es lo que me mantuvo con vida», finaliza.