Perder el miedo a la frustración

SPC
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Que la realidad no responda a nuestras expectativas es algo de lo más habitual. Son crisis que hay que aprender a manejar porque pueden ser una oportunidad de mejora

La frustración es una emoción que se produce tras evaluar e interpretar una situación en la que nos sentimos mal. En ese análisis comparamos nuestros deseos, objetivos y preferencias con la realidad y observamos que no coinciden, lo que implica insatisfacción y desilusión y, con frecuencia, va unida a sentimientos de tristeza y desánimo.

Todos conocemos personas a las que les cuesta aceptar su realidad y se enfadan cuando no consiguen lo que quieren. Se trata de personas con una baja tolerancia a la frustración, que se sienten rápidamente frustradas, desencantadas y dispuestas a sufrir ante la mínima experiencia de contrariedad que experimentan.

¿Es siempre negativa? La frustración en sí misma no tiene por qué ser negativa, siempre que sepamos reconducirla y aprender de las experiencias que nos han frustrado.

Por ejemplo, siempre insistimos en que conviene que los niños tengan experiencias de frustración, precisamente para que puedan desarrollar recursos, habilidades y destrezas ante esas situaciones y, sobre todo, para que fortalezcan su resistencia y mejoren su capacidad de reacción ante la adversidad. De esta forma, las frustraciones les ayudan a crecer y desarrollar su inteligencia emocional. Si lo hiciéramos así en nuestra etapa de adultos, no sufriríamos tanto cuando nos sentimos desilusionados o defraudados.