"La mentira va más deprisa que la verdad"

M.R.I.
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El periodista y escritor Álex Grijelmo entiende que la principal manipulación hoy en día parte de la silenciación de datos relevantes

"La mentira va más deprisa que la verdad" - Foto: Jonatan Tajes

El periodista y escritor burgalés Álex Grijelmo vino a Valladolid para presentar su último libro ‘El cazador de estilemas’, con el que el autor debuta en el género de la novela negra. Grijelmo afronta este reto armando una trama en la que el personaje protagonista, el filólogo Eugenio Pulido, se vale del lenguaje, nexo común con su anteriores libros, como método para la resolución de delitos..

Con este libro se inicia en el género de la novela negra, aunque con el mismo protagonista que sus libros anteriores: el lenguaje. ¿Por qué este cambio de registro?

A Mallory, el alpinista le preguntaron por qué quiere subir usted al Everest y dijo pues porque está ahí (se ríe). A él le costó la vida porque lo intentó varias veces y en una de ellas se mató. Yo he elegido un camino más fácil. Yo iba por la orilla del ensayo y me he pasado a la orilla de la ficción pero por un puente que conozco, que es el del lenguaje, las palabras, los trucos de la lengua,... Ha sido una transición muy llevadera. No me he arriesgado tanto.

¿El cambio de estilo se puede deber, también, a buscar un mejor medio para llegar a más lectores?

Sí, pensé que ahí, en la otra orilla, había también más gente con la que podía entrar en contacto. Y a la vez, que muchos de los lectores que me habían seguido en los ensayos podían cruzar el puente conmigo y pasar a la novela porque es una historia basada en el lenguaje pero también didáctica, donde se aprenden cosas sobra la lengua.

¿Calibramos lo que mucho que dice de nosotros cómo hablamos?

En absoluto. Si fuéramos conscientes tendríamos más cuidado al hablar. Todos tenemos estilemas, rasgos de estilo que dicen mucho sobre nosotros, nuestra formación, origen e incluso sobre nuestras amistades y contactos. Cómo llamamos a las cosas es muy indicativo de cómo pensamos. Y no nos damos cuenta de esos estilemas que todos tenemos.

¿Por qué somos tan descuidados o no valoramos la importancia del uso correcto de nuestra lengua?

Seguramente porque se ha descuidado la lengua en los planes educativos. Ese descuido general procede de una desatención en la escuela, no tanto por los profesores como por los programas educativos.

A veces se cuestiona que la Real Academia de la Lengua no avanza al mismo ritmo que la sociedad y el lenguaje. ¿La apuesta de utilizar en el título una palabra como estilema que no figura en la RAE es un paso hacia esa conexión?

La Academia no tiene más remedio que ir por detrás porque no puede inventarse palabras. Un escritor puede hacerlo y aquí, en este libro, alguna palabra me he inventado o he recogido palabras que apenas se usan. La Academia tiene que ir por detrás del uso para recogerlas en el diccionario. En efecto, la palabra estilema no está en el diccionario pero se usa en Lingüística y Filología para definir los rasgos de estilo que todos tenemos.

Su protagonista es un profesor. ¿Era muy descabellado que hubiera sido un periodista o es quizás por el maltrato que muchas veces damos los periodistas a la lengua?

Me encajaba más para representar esto un profesor de Lengua porque tiene más conocimiento. Un periodista no tiene, normalmente, ese conocimiento tan profundo de la lengua como un profesor que ha dedicado su vida a estudiar las palabras y la literatura universal. Tampoco quería hacer una novela de periodistas; el típico periodista que hace una novela de periodistas, eso ha pasado muchas veces.

Sin embargo, aborda cuestiones como la del anonimato, que es algo que parece que critica pero que ahora se ha generalizado en algunos medios de información.

Todos defendemos la libertad, fundamentalmente la de expresión, pero todo uso de ella implica una responsabilidad. El anonimato es el uso de una libertad pero sin hacerse responsable del empleo que se hace. Como periodista y como ciudadano me parece muy cobarde el anonimato. Y en esta novela se intenta desentrañar la autoría de textos anónimos, injuriosos o que suponen acosos contra personas. Por eso es tan importante el rastro que dejan las palabras.

¿Algo que es fundamental en las redes sociales?

Hay medios digitales en los que no hay firmas. Luego existen los acosos en redes sociales a determinados personajes públicos. Pueden haber falsificaciones de textos. Hay muchos delitos que se cometen con la palabra. En la novela, a partir de esos delitos van a apareciendo unas circunstancias más trágicas.

¿No tiene redes sociales por salvaguardar su intimidad?

No estoy porque, de momento no me ha interesado y no lo he necesitado aunque estoy al tanto de lo que ocurre como se puede ver en la novela. Respeto a todas las personas que dedican muchas horas de su vida a atenderlas. Hay algún Álex Grijelmo por ahí que no soy yo. En Facebook había una cuenta falsa con mi foto, pero no ella yo, que funcionó un par de años y luego desapareció. Esto indica que, a veces, no nos podemos fiar de lo que leemos en las redes sociales.

¿Y cómo se puede distinguir entre lo verdadero y lo verosímil?

Este es uno de los grandes problemas de la profesión, que confundimos lo verosímil con lo verdadero, con lo veraz. Lo verdadero a veces pueden mentir porque con datos verdaderos se puede construir una mentira, pero eso ya no sería veraz. A mí esto me ha preocupado mucho y he escrito en mis ensayos sobre ello y ahora he llevado ese problema a la ficción en un trama que es fácil de seguir, pero luego hay un fondo ideológico, que es esa llamada de atención sobre cómo a partir de una conjetura pensamos en una verdad.

¿Qué clave puede dar a los lectores para distinguir entre uno y otro?

Es muy difícil para una persona que no es profesional de la comunicación identificar una manipulación que se basa en el silencio. La principal manipulación periodística hoy en día, y en la política y en todo, parte de la silenciación de datos relevantes. Te ofrecen unos datos, pero te silencian otros. Eso falsea toda la noticia. Un dato erróneo hoy en día se identifica enseguida, pero la omisión de un dato es dificilísima de detectar.

¿Y la perversión del lenguaje que practican los políticos, sobre todo ahora en campaña electoral?

La manipulación está todos los días en las declaraciones públicas de los políticos. Estamos en un mundo en el que la mentira va más deprisa que la verdad. 

¿Qué responsabilidad tienen los medios y qué parte es de los ciudadanos?

Es compartida. Precisamente lo que pretendo con las enseñanzas que puede ofrecer esta novela es que el lector se haga más escéptico. Mucha gente cree porque les falta mucha distancia, una desconfianza sobre lo que le están contando, sobre todo cuando se lo cuentan medios que no son serios. Hay mucha propensión a creerse las mentiras con las que uno está de acuerdo.