Editorial

Los jóvenes españoles necesitan oportunidades para desarrollarse

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Casi simultáneamente a la presentación del nuevo informe sobre la tasa de paro en los países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Consejo de Ministros aprobaba el real decreto del bono joven de alquiler, dos cuestiones que están estrechamente relacionadas por su componente económico.

Más allá de que la tasa de paro de la OCDE, 5,5% a fecha del pasado mes de noviembre, está aún dos décimas por encima de la de febrero de 2020 (5,3%), antes de la declaración mundial de la pandemia por coronavirus, y que solo un tercio de los 32 países que conforman la OCDE han mejorado su índice de desempleo respecto a esa fecha, lo más preocupante para nuestro país es que España sigue a la cola de esta organización, casi triplicando la tasa de paro media, llegando hasta el 14,1%, por delante del 13,4% de Grecia y del 12,5% de Colombia, muy lejos de República Checa, Países Bajos o Japón, que no llegan a un paro del 3%. Si esta estadística es alarmante por sí misma, y explica una de las causas de la lentitud en la recuperación económica en nuestro país, más inquietante es el nivel de desempleo juvenil en los países de la OCDE, registrándose el más elevado en Grecia, con un 39,1%, seguido del de España, con un 29,2%, y de Italia, con un 28%.

En este punto puede resultar chocante que, con este nivel tan elevado de paro juvenil, la respuesta del gobierno para facilitar la vida de los jóvenes sea un bono de alquiler para fomentar la emancipación de los jóvenes, que no llegará a ningún puerto si hay escasez de ofertas en el mercado laboral para este colectivo.

Pero este problema es estructural, ya que los expertos defienden que el problema de España, en parte, está ligado a la aún baja penetración de la Formación Profesional.

Ajustar la oferta de formación y la laboral ha de ser la prioridad para que la generación de jóvenes que tan cualificada se ha desarrollado en los últimos años en nuestro país encuentre oportunidades de crecimiento personal y profesional, más allá del fomento de otro tipo de ayudas que no servirán más que de parche electoralista si no llevan un sustento firme por detrás.

Si se quiere frenar la tendencia de la alta tasa de desempleo juvenil hay que buscar las causas y afrontar el problema de raíz. Y la realidad dice que más del 40% de las ofertas laborales de los últimos años estaban dirigidas a perfiles con titulación de Formación Profesional, cuando paradójicamente la proporción de matriculados en esta categoría apenas llegaba al 13% de los jóvenes españoles entre 15 y 19 años, frente al 25% de media en los países de la OCDE.

Claro que nuestros jóvenes quieren y demandan ayudas, pero que sean estructurales. No tanto empujones a golpe de ocurrencia.