Seis de cada diez trabajadores, atrapados en el 'mileurismo'

Óscar Fraile
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Cerca del 60 por ciento de los asalariados no supera esos ingresos mensuales, más o menos el mismo porcentaje que hace 15 años, pese a que los precios han subido un 21,6 por ciento en ese periodo

Seis de cada diez trabajadores, atrapados en el 'mileurismo'

En el año 2005 Carolina Alguacil envió una carta al director de El País en la que se quejaba amargamente de la situación económica que atravesaban los jóvenes en España. Hablaba de personas de entre 25 y 34 años, licenciados, con una buena preparación, políglotas y con varios títulos de posgrado. Así definía a los ‘mileuristas’, un concepto que se utilizó por primera vez en ese texto y que caló tanto en la sociedad que años después la Real Academia de la Lengua lo incluyó en su diccionario para definirlo como: «Dicho de una persona: Que percibe un sueldo mensual que se sitúa en torno a mil euros y generalmente se considera por debajo de sus expectativas profesionales».

En esa época, hace unos 15 años, casi 149.000 personas percibían en Valladolid menos de 17.000 euros brutos al año. Es decir, menos de mil euros netos al mes. Representaban por entonces al 63 por ciento de los asalariados. Casi 150.000 personas que, en base a esas circunstancias, estaban abocadas a renunciar a muchas de sus expectativas sociales y profesionales y que con esos ingresos estaban afrontando un evidente encarecimiento de la vida, fruto de la transición de las pesetas al euro.

Quince años después, son 137.000 las personas que en Valladolid cobran menos de mil euros, cerca de un 60 por ciento de los asalariados, según los datos de la Agencia Tributaria. Pero hay una diferencia, estos trabajadores tienen que afrontar el día a día con unos precios mucho más altos que hace 15 años. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el Índice de Precios de Consumo (IPC) ha subido un 21,6 por ciento entre octubre de 2006 y el mismo mes de 2019. En cambio, el salario medio en Valladolid solo lo ha hecho un 14,8 por ciento, al pasar de 18.014 euros brutos a 20.689.

La subida del precio de los alquileres, la gasolina y las facturas del gas y la luz y muchos productos de primera necesidad han hecho que las familias tengan que hacer encaje de bolillos para llegar a fin de mes. Por ejemplo, llenar un depósito de 50 litros de gasolina suponía a finales de 2005 un desembolso medio en Valladolid de 51 euros, mientras que ahora, según los últimos datos del Ministerio para la Transición Ecológica, hay que pagar 65 euros. Para los coches diésel este gasto ha pasado de 47 a algo más de 60 euros.

Vivir bajo techo en régimen de alquiler también es mucho más caro. Según el portal Idealista, en 2009 (los datos más antiguos disponibles), el precio medio del metro cuadrado de alquiler en la provincia era de cinco euros, por los 6,8 de este año. Es decir, por una vivienda de 90 metros se pagaba una renta de 450 euros hace una década. Y ahora esa cifra ha subido hasta los 612 euros. Sin embargo, no sucede lo mismo con la venta, toda vez que hace algo más de una década España estaba inmersa en una burbuja inmobiliaria que infló el precio de los pisos muy por encima de lo que realmente valían. Cuando esa burbuja pinchó y el mercado colapsó, llevándose consigo un buen número de empresas y puestos de trabajo, a los promotores no les quedó más remedio que bajar los precios para dar salida a lo que no habían vendido. Eso explica que, según los datos del Ministerio de Vivienda, a principio de 2009 el precio del metro cuadrado se pagase a 1.554 euros y en el último trimestre de este año esa cantidad haya bajado hasta los 1.236 euros, lo que significa que los casi 140.000 euros que se pagaban entonces por una vivienda de 90 metros, hoy en día son algo más de 111.000.

Hay más ejemplos de subidas de precios mucho más elevadas que las de los salarios. El 2005 el billete ordinario de autobús urbanos costaba 90 céntimos, por los 1,50 euros actuales. La factura de la luz se ha encarecido un 77 por ciento en los últimos 15 años, según Facua. Además, los alimentos y bebidas no alcohólicas cuestan hoy un 27,5 por ciento más que en 2006; el transporte, un 27,2 por ciento más; la enseñanza, un 43,5 por ciento más y los hoteles, el café y los restaurantes, un 29,2 por ciento más

Lo cierto es que el término ‘mileurista’ ha terminado definiendo a toda una generación y, en cierto modo, ha servido como termómetro social. Nació como sinónimo de precariedad en 2005, pero años después, en mitad de la feroz crisis que sufrió España, casi se convirtió en un objetivo salarial para muchos de los que tenían la suerte de no estar en el paro. Incluso sirvió en su día como reclamo comercial. En el año 2006 la marca de ropa Desigual, que contaba con 27 tiendas en Valladolid, Madrid, Barcelona, Zaragoza, Sevilla y Oviedo, lanzó una campaña en la que ofrecía descuentos del 20 por ciento a los que presentaran nóminas inferiores a los mil euros. ‘Cobrar mil euros ya tiene una ventaja’, decía la publicidad en la que también se podía ver a una mujer que sostenía un cartel en el que ponía ‘Yo quiero ser 1000eurista’.

La precariedad salarial y la ausencia de oportunidades han hecho que muchos jóvenes, casi 70.000 en la última década, se hayan ido a trabajar a Madrid. No es la panacea, porque, aunque se cobre más, el coste de la vida en la capital también es mucho más alto. Pero también hay más posibilidades de desarrollo profesional y muchos piensan que bien vale intentarlo, aunque sea a base de compartir piso unos años y privarse de las cañas del fin de semana.

Es el retrato de una generación que ha terminado por acostumbrarse a la precariedad. Millones de jóvenes a los que no paraban de repetirles que eran los mejores formados de la historia, que crecieron con la promesa de tenerlo todo y tuvieron que vender ese sueño por mil euros al mes. Y gracias.